Tras un 2013 signado por las elecciones de medio término en un contexto de bajo crecimiento (aunque mayor al del año previo) y crecientes desbalances macro y micro, 2014 se perfila como un año complicado, no sólo en materia económica, sino también en términos políticos y sociales.
A nivel económico, los cambios llevados a cabo por el Gobierno tras la derrota sufrida en los comicios (en rigor un mes más tarde, cuando retornó a sus funciones la Presidente), por ahora no resultan suficientes para solucionar los grandes desbalances que se han ido acumulando.
Es cierto que se reconocieron problemas que antes se negaban (como la inflación), se comenzaron a transitar caminos que antes se afirmaba que jamás se transitarían (como acordar un pago con Repsol por la expropiación de sus acciones de YPF), y se desplazaron funcionarios que teóricamente eran inamovibles (como Guillermo Moreno).
Pero también es cierto que en términos concretos las medidas adoptadas hasta ahora no parecen apuntar a solucionar los desbalances, sino que continúan enfocadas en morigerar sus efectos.
Es que en materia económica, las principales acciones apuntaron a acelerar el ritmo de depreciación del peso, apretar el cepo cambiario, e impulsar la oferta de dólares.
Medidas que si bien podrían contribuir en el margen a reducir el drenaje de reservas, resultarán inefectivas en la medida que no se corrija el desbalance fiscal, y -dada la dominancia fiscal de la política económica- con ello se reduzcan las presiones sobre la emisión monetaria y, consecuentemente, sobre la inflación.
Obviamente el rumbo adoptado por el Gobierno no sorprende, dado que destruir algunos de los íconos del relato reconociendo problemas tiene sólo el costo del relato y todo el beneficio de ganar nuevos apoyos en el mundo empresario.
Pero corregir las tarifas energéticas (principal factor detrás del déficit fiscal) y poner en caja a la inflación posee un costo político elevado dado su impacto distributivo y sobre el empleo.
El problema es que el tiempo pasa y las soluciones a cuestiones urgentes siguen sin aparecer. Y el margen de maniobra económico, social y político se reduce (especialmente tras el incremento en la conflictividad social que siguió a las protestas de las policías provinciales y a los cortes de luz en Capital), con la pérdida de reservas internacionales como el reflejo más urgente de las inconsistencias.
Todavía no es tarde para reaccionar, pero si no se pone en marcha una solución será el mercado el que la imponga, con todo lo que esto significa siempre en términos sociales.
Así, el año próximo se configura como un año complejo, en que la incertidumbre permanecerá elevada, y en el que probablemente las distorsiones seguirán estando presentes en mayor o medida.
Por eso a nivel productivo no esperamos grandes ganadores para 2014. Por un lado, no volverá a operar el efecto de bajas base de comparación como este año.
Pero tampoco habrá sectores estrella como es el caso de la industria automotriz o el agro en 2013. En cambio, se estima un menor crecimiento general, a tono con las proyecciones de menor ritmo de avance para el PIB, y con una profundización de las heterogeneidades
*Ex secretario de Industria de la Nación y director de abeceb.com