COLUMNISTAS

El apetito hace un siglo

default
default | Cedoc

Hace exactamente cien años, Pío Baroja publicaba El aprendiz de conspirador, primer volumen de la serie Memorias de un hombre de acción. Aprovecho el aniversario de este libro –que se lee con una facilidad y un agrado que los cultores de la novedad no se imaginan– para señalar que sus protagonistas comían y bebían abundantemente, como lo prueba este fragmento sobre una cena campestre y muy poco lujosa cerca de Irún, en pleno siglo XIX: “Larga negociación (con la casera). Hemos llegado a este resultado: primero, sopa de coles; segundo, un par de huevos fritos con jamón, tercero, un pollo guisado; cuarto, una cola de merluza con salsa a la mayonesa, y quinto, arroz con leche. Como vino hay uno de Beziers, bastante aceptable. Se puede alternar con sidra. No he podido conseguir más”. Hay en la novela un pasaje más revelador sobre la ambición y los apetitos vitales, cuando el aventurero político Aviraneta convence a Pello, su discípulo y biógrafo, de abandonar el pueblo y salir a los caminos:
“—De manera que lo que tú quieres es conspirar, intrigar, andar a los tiros?
”—Robar algo bueno si se tercia.
”—Seducir infelices doncellas.
”—Desvalijar las iglesias...
”—Asaltar los conventos...
”—Comer bien...
”—Beber mejor...
”—Jugarse las pestañas...
”—Permíteme que te lo diga: eres un bandido.
”— Y usted otro.”
La conversación anticipa puntualmente la que el reclutador militar mantiene con los protagonistas de Los carabineros, de Godard. También podría ser parte de la ficha de inscripción de La Cámpora. Pero no era mi intención hacer insinuaciones políticas, sino resaltar la relación de algunos de nuestros antepasados con sus deseos y el abierto tratamiento literario que le daban. Para profundizar la idea, paso a otro libro. Formas del amor de David Garnett es una novela encantadora ambientada en Francia sobre enredos sexuales y en la que la rotación entre las parejas es alta. Pero también es una novela en clave, que la biografía del autor incluida en la edición de Periférica aclara bastante. Garnett (Bunny para los amigos) nació en 1892 y murió en 1981. Fue parte del grupo de Bloomsbury y se hizo muy popular con un librito muy simpático, Lady into Fox (que algún español tradujo como La dama convertida en raposa). Garnett, dice la solapa, “manifestó públicamente en más de una ocasión su homosexualidad y su relación con el pintor Duncan Grant. (...) Sorprendentemente, David Garnett se casaría a los 50 años con Angelica, una hija del propio Grant a la que le llevaba 26 años y con la que tendría cuatro hijas”. En realidad, la vida sentimental de esta gente era todavía más complicada: Garnett era viudo de Ray Marshall, la ilustradora de Lady into Fox, con la que tuvo dos hijos y, a su vez, Angelica era hija extramatrimonial de Grant y Vanessa Bell, hermana de Virginia Woolf, que estaba casada con Clive Bell. Aparentemente, en la era del matrimonio igualitario nadie fuera de Rusia se escandaliza por estos entreveros y hay muchas novelas y películas sobre gente promiscua. Pero las sombras de Grey no han eliminado la culpa ni muchos relatos actuales tienen la perfecta tranquilidad con la que Garnett contaba esas historias sostenidas en una tolerancia profunda.