Al Loco Gatti no le gustaba que lo llamaran “arquero”. Decía que era un jugador que podía agarrar la pelota con la mano. Es cierto. Pero también es igualmente cierto que los arqueros son diferentes al resto de sus compañeros: precisamente agarran la pelota con la mano, juegan en un rectángulo relativamente pequeño del que casi nunca salen, se visten distinto al resto de sus compañeros, si se les desatan los cordones de los botines necesitan ayuda de otro jugador, suelen festejar los goles de su equipo solos, sin abrazarse con nadie, tienen otra contextura.
Hay una condición intrínsicamente nerd en el puesto de arquero. Por supuesto que, Gatti a la cabeza, hay algunos que hicieron de esa situación, virtud (digo de esa situación y no de ese defecto –como se usa habitualmente para esa frase– porque lo nerd para mí no es nunca un defecto). Chilavert y más recientemente Dibu Martínez, cada uno a su manera, también lograron revertir esa condición, y se convirtieron en otra cosa: uno, en goleador y líder, el otro en un duelista de los penales y en un estratega de la perturbación de la tranquilidad del pateador. Y, sobre todo, los tres lograron otra cosa rarísima para un arquero: ser ídolos. La popularidad de Martínez entra segundo (obviamente muy lejos) después de la de Messi, pero mucho más arriba que la de la mayoría de los jugadores de la selección. Que un arquero sea el segundo más popular de la selección ya es extraordinario. Antes, Chilavert probablemente haya sido el primer arquero vendedor de buzos con su nombre. Gatti, el primero que los chicos quisieron imitar. Pero dejemos de hablar de Gatti, Chillavert y Martínez, porque quizás sea hora de rescatar y valorar la figura del arquero nerd, nerd. No del nerd que logra dar vuelta esa situación y se vuelve winner, como ellos, sino la del arquero como alguien raro, extraño, poco seductor, opaco y, sin embargo, arquero. Y muchas veces, gran arquero. En los últimos años ese lugar lo ocupó Armani. Hay que escribir la historia grande de Armani, el muy buen arquero sin carisma.
Es verdad que, de un tiempo a esta parte, le hicieron varios goles tontos, y pareció inseguro en aspectos que nunca fueron su fuerte, como descolgar centros saliendo del área chica (y dentro del área chica, también). El gol que se comió contra Vélez, en el Amalfitani, fue lisa y llanamente grosero. Incluso no hay porqué descartar que, cerca de cumplir 37 años, esté pensando en volver a Colombia, donde es ídolo. Pero mucho de lo que ganó River fue gracias a él. Esa es una verdad tan cierta como que el sol sale por el este. ¿Qué pasaba si no tapaba ese mano a mano con Benedetto en los últimos minutos de la primera final en la Bombonera? Y siguiendo con Boca, ¿qué hubiera pasado si no le atajaba el penal a Galván, de Racing, en el último minuto del campeonato 2022? Y en la selección, si no atajaba el penal contra Paraguay en la Copa América 2019, y Argentina quedaba eliminado, como todo indicaba, ¿acaso no tenía Scaloni muchas chances de ser despedido? Podría dar muchos y muchos ejemplos más. Cuando más nerd sea el arquero, mejor jugador será.