Cada persona tiene su beatle preferido, que viene a ser algo así como identificarse con un signo astrológico. Acabo de ver Viviendo en el mundo material, un documental de Martin Scorsese sobre la vida de George Harrison, y justo venía leyendo en sincro una biografía de George que se llama De beatle a jardinero. Harrison pone muy alto el listón compositivo de Los Beatles, porque los temas que compuso para la banda: Taxman, Aquí llega el sol, Something, Guitarra vas a llorar, son extraordinarios. Era el tercer compositor del grupo y podría haber sido el compositor estrella de cualquier otra banda.
Pero lo que más me llama la atención no es sólo su potencia compositiva sino su búsqueda espiritual. Cuando Los Beatles fueron a conocer a Elvis Presley, Harrison salió del cuarto donde estaban con su ídolo y se perdió por el jardín de la casa. Lo encontró Larry Heller, el estilista del músico, y lo que cuenta es clave: “Harrison estaba solo, al lado de un árbol, cuando me le acerqué extendió su brazo y me pasó el cigarillo que estaba fumando. Le conté que estaba estudiando las enseñanzas de un maestro yogui de la India y él se sorprendió de que Elvis y yo reparáramos en eso. George no quería saber nada de la fama y la adulación. Me pareció un asceta”.
Los testimonios sobre Harrison hablan de un hombre que sabía que este mundo es pura “maya” y que hay que buscar algo más: la forma de escapar mediante la repetición mántrica al narcisimo que nos encadena.