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elecciones en uruguay

El cambio seguro

La campaña entre un ex guerrillero y un ex presidente concluye hoy. Gane quien gane, los consensos parecen no peligrar en un país que se ha convertido en un ejemplo.

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Hoy los poetas montevideanos del refinado compositor uruguayo Leo Masliah, saldrán de sus recónditos altillos “de paredes de silencios / de redonda con puntillo”. Con el paso lento de quien no pretende ni gloria ni laureles irán a elegir Presidente de la República. Votarán por el Frente Amplio o por el Partido Nacional, por el “Pepe” Mujica o por el “Cuqui” Lacalle, porque como se sabe hay poetas y poetas. Y después asistirán a la ceremonia pagana en la que sus proyectos regresan convertidos en fantasmas de colores, “a pintarte las ojeras y pedirte que no llores”.

Más estadísticamente, el ingeniero Juan Doyenart, director de la encuestadora Interconsult, hace este análisis: la fórmula Mujica-Astori se ubica en el 49,6% de las intenciones de voto, mientras que Lacalle-Larrañaga llegan al 42,1%. Un 3,8% no se define por ninguna de las dos fórmulas. Finalmente, un 4,5% del electorado aún no ha decidido su voto o prefiere no decirlo. Si estas intenciones se mantuvieran, el triunfo de Mujica-Astori estaría asegurado, aún si todos los indecisos se inclinarán por Lacalle-Larrañaga. Si nos atenemos al análisis de Doyenart, todo parecería indicar que Uruguay “mujicará”.

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José “Pepe” Mujica nació en 1934. No terminó la secundaria y a mediados de los 60 ingresó en el Movimiento de Liberación Nacional (MLN) Tupamaros. Trabajó en su chacra, participó en legendarias acciones guerrilleras y pasó a la clandestinidad. Quince años de su vida transcurrieron en prisión, y su último período carcelario duró desde 1972 hasta 1985. Debido a que formaba parte del grupo denominado “los rehenes” (militantes a los que la dictadura uruguaya había condenado a ser ejecutados si su organización retomaba las acciones armadas), estuvo cerca de dos años en un pozo subterráneo.

En noviembre del año pasado, en Tacuarembó, exteriorizó su actualización político doctrinaria: “La historia es una construcción tremendamente colectiva. Y en eso andamos, cada cual aporta su granito. Quienes no cultivan la memoria, no desafían al poder. Es una herramienta más para construir el futuro, que pese a quien le pese es nuestro, porque no nos pudieron derrotar.”

Luis “Cuqui” Lacalle es dueño de una experiencia existencial menos penitenciaria que la de Mujica. Nació en 1941 y se recibió en Derecho. Su carrera comenzó a los 17 años en las filas del Partido Nacional o Blanco, la principal fuerza de la oposición. Durante doce años fue opositor al régimen dictatorial y sufrió persecución. En 1978, sobrevivió al caso que se conoció como “el complot del vino envenenado”, jamás esclarecido. En las elecciones generales celebradas el 26 de noviembre de 1989 fue elegido presidente con el 38% de los votos, frente al 34% de su opositor Jorge Batlle, del Partido Colorado. Durante esta campaña tuvo algunos tropiezos. Se vio obligado a levantar un aviso realizado por la agencia de un publicista argentino, en el que fueron utilizados fragmentos que ya habían sido insertados en un spot difundido en la Argentina para la campaña de Francisco de Narváez. “¡Cuándo no!”, exclamaron los publicistas uruguayos y posiblemente Batlle; viniendo de quien venía la interjección es considerada un elogio por estas tierras.

Pero los primeros también tuvieron lo suyo: a comienzos de noviembre, el contador uruguayo Saúl Feldman, se parapetó en su casa, estableció un “punto ciego” para atacar, dispuso una línea de fuego con varias armas pesadas, mató a un policía, simuló estar muerto, soportó 17 horas de tiroteo y antes de caer cribado por 18 balazos, quemó documentos y destartaló teléfonos. Se encontraron 700 armas. El Partido Nacional ensayó un spot con el evento, pero el tiro salió por la culata y fue levantado por contraproducente. Finalmente, Lacalle dijo que Mujica había dicho que cuando abriera la boca, “se van a ir los bancos y alguna embajada también”. Luego se supo que la frase había sido inventada por un espacio de humor.

El lunes 23, en el Salón de Actos de la Municipalidad de Montevideo, el dueto Mujica-Astori expuso las ideas centrales que orientarán a la economía en el próximo período presidencial, de imponerse el Frente Amplio. Mujica subrayó el imperativo de que la economía sea un instrumento para obtener la equidad; Danilo Astori (ex ministro del ramo) supervisará las políticas económicas. Se repasó el comportamiento del país en los últimos veinte años: la tasa de inversión está en uno de los niveles más altos en la historia del país (cerca del 20 por ciento), Uruguay no entró en recesión, hizo una inversión muy importante en innovación tecnológica y según Transparency International figura entre los países con menor índice de corrupción.

El economista Fernando Lorenzo –probable futuro ministro de Economía– habló de la importancia de mejorar la infraestructura del país, lo que está armonizada con la pretensión de Astori de alcanzar un crecimiento real acumulado en la economía cercano al 30 por ciento durante los próximos cinco años. En esta materia, como en otras, el Frente Amplio, “ajeno como es a cualquier pretensión de dar lecciones y más allá de cualquier intento de copia” (observa con perspicacia el analista argentino Gabriel Puricelli), demostró la fertilidad encapsulada dentro de la unidad de las izquierdas, cuando procesa sus diferencias en un marco democrático y paciente.

En su momento, Mujica advirtió que “la democracia empieza en la oreja, escuchando a todo el mundo”; mientras se llevaban a cabo las internas uruguayas, Lacalle dijo que “nunca [seremos] más orientales que ante una urna”.

La gobernabilidad depende menos del número de partidos que de la distancia entre los polos que se enfrentan. En Uruguay, la distancia asegura el reconocimiento del otro y la perdurabilidad de los consensos. Los poetas montevideanos de Leo Masliah, tienen pesadillas adheridas, cañerías de palabras confundidas e ilusiones compartidas. Los uruguayos también.