COLUMNISTAS

El campo no es el enemigo

Los lamentables acontecimientos que volvimos a vivir en las últimas semanas, y en los que desde el máximo nivel del poder se intentó que nuevamente una parte de la población se enfrentara con otra, tuvieron, sin embargo, algunos aspectos para rescatar.

default
default | Cedoc

Los lamentables acontecimientos que volvimos a vivir en las últimas semanas, y en los que desde el máximo nivel del poder se intentó que nuevamente una parte de la población se enfrentara con otra, tuvieron, sin embargo, algunos aspectos para rescatar.
El más importante, seguramente, es que excepto ciertas fracciones radicalizadas y a sueldo del poder, el grueso de la población del país, tanto del interior como de las grandes ciudades, no cayó en semejante jugada y, por el contrario, rescató fuertemente el rol del interior y, más aún, del sacrificado hombre de campo.
También, aunque las formas del reclamo (cortes de ruta, por ejemplo) son objetables y causaron innumerables problemas, el resto de los sectores aceptó el hecho e, incluso, adhirió y respaldó la medida.
Sin embargo, tal vez lo más importante pasó por otro plano muy distinto. Fue el contundente impacto político de un hecho que cobró casi las características de “inédito”, y no sólo por la duración sino, más bien, por la instantánea generalización y la adhesión que logró en otros sectores.
Sin duda, va a haber un antes y un después del paro del campo. Para los gremios que vieron, como el de camioneros, su hasta entonces absoluto poder, ahora recortado por un grupo de chacareros. Para los intendentes, legisladores y gobernadores que debieron –y deben– salir a dar explicaciones a sus votantes. Muchos tuvieron que pronunciarse ante la exigencia de la gente, y a pesar de la “inconveniencia”, ante el oficialismo. En muchos sentidos, fue casi como recuperar la transparencia perdida.
Probablemente, éste sea el saldo más favorable de un hecho terriblemente negativo.
Como contrapartida, volvimos a ver situaciones que muchos creíamos superadas: la agresión gratuita, especialmente cuando proviene de los más altos estamentos del Gobierno, los grupos facciosos al servicio del poder central, la confrontación provocada por quienes deberían buscar la conciliación, el respaldo de patotas organizadas.
Ya a esta altura, ni siquiera vale hablar de los errores de los argumentos técnicos, pues no resisten el análisis. Desde el tipo de cambio hasta el precio del combustible; desde la “sojización” hasta la “defensa de los consumidores”, por citar sólo algunos, todos se basan en argumentos absolutamente falaces, muy fáciles de destruir por cualquiera que sepa sólo un poco. Y, naturalmente, que no mienta descaradamente.
La posición oficial no sólo es frágil, sino también equivocada. Los hechos lo demuestran. La política que se sigue desde 2002 tiene un fuerte sesgo a la concentración y es antiexportadora. De ahí la espectacular reacción del interior. Se está vaciando al país provocando un éxodo impensable hasta no hace mucho.
La producción de leche bajó. También la de trigo. La producción de carne no crece, y otros cultivos como el maíz, por ejemplo, no logran el despegue que podrían tener.
Todo esto, en un contexto internacional extraordinario, y mientras los países competidores de Argentina, y prácticamente todos nuestros vecinos, crecen a tasas impresionantes. Ninguno aplicó las recetas locales, que muchos venimos criticando desde hace años.
El resultado está a la vista. Algunos verán que el campo hizo la mayor demostración de fuerza que se recuerde en muchos años. Otros dirán que el Gobierno se impuso, aunque sea por la fuerza. Pero lo concreto es que, igual que con la energía, el país no crece como debería –y podría–. La escasez se acentuará si no hay correcciones. Ante esto, el conflicto pasará a ser una realidad permanente, lo mismo que el achicamiento del país.Y eso no lo van a poder evitar ni con los piqueteros oficialistas, ni con voceros oficiosos tratando de explicar lo inexplicable.
Mucho menos, provocando el enfrentamiento entre argentinos.

*Líder del partido Recrear.