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El científico, el creyente y el no creyente

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Creación. Los relatos bíblicos ofrecen una interpretación religiosa. | cedoc

Comencé mi última clase presencial del curso de Filosofía de la Naturaleza que dicto con la siguiente cita de Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS: “Esta no es solo una crisis de salud pública, es una crisis que afectará a todos los sectores, por lo que cada sector y cada individuo debe participar en la lucha”. Seguidamente formulé una pregunta retórica: “¿Cuál es nuestro sector?”. Mis estudiantes y yo claramente coincidimos en que nuestra tarea en un curso de filosofía es pensar. En estas líneas intentaré esbozar algunas reflexiones que me están ayudando a pensar la presente crisis global desde la ciencia, la fe y la increencia.

El conocimiento científico busca la explicación de los fenómenos observados en base a las causas naturales. Debe ser capaz de explicar los datos observados postulando un modelo que permita predecir nuevos resultados que se deben verificar con nuevas observaciones. No soy especialista en biología o epidemiología, pero estoy seguro de que los investigadores que trabajan en estas disciplinas siguen el método científico. Los astrónomos tenemos una actitud contemplativa cuando observamos el cielo, no podemos modificar el universo ni repetir experimentos, no podemos hacer que una estrella se convierta en una supernova. Esta simple constatación debería ayudarnos a ser más humildes, a ser obedientes y dóciles a las leyes del universo. La humildad y la escucha de la naturaleza debería ser una actitud fundamental en la comunidad científica, sin renunciar a la curiosidad y al deseo natural de conocer que impulsan el progreso científico. Hasta aquí habla el científico que soy.

La humildad y docilidad ante el universo deberían ser virtudes también del teólogo y el filósofo. Decía el papa Francisco a los profesores de la Universidad Gregoriana –la universidad jesuita más antigua del mundo–: “El teólogo que se complace en su pensamiento completo y acabado es un mediocre. El buen teólogo y filósofo tiene un pensamiento abierto, es decir, incompleto, abierto a Dios siempre más grande y a la verdad, siempre en desarrollo…”. Estamos ante una crisis global en desarrollo con consecuencias muy difíciles de predecir. Gran parte de la humanidad atraviesa un aislamiento, un desierto, que nos fuerza a considerar lo verdaderamente esencial. descubrimos que tenemos una familia, una comunidad religiosa, una multitud de héroes silenciosos que nos cuidan.

El creyente que soy intenta una comprensión crítica desde la fe que busca dar una interpretación religiosa del mundo. En este sentido, los relatos bíblicos de la Creación nos ofrecen una interpretación religiosa del origen del universo y de la humanidad. El cristiano lee toda la historia cósmica, la Big History como se conoce hoy, desde el evento único de la muerte y resurrección de Cristo. Esto significa interpretar las sombras y claridades de nuestra existencia a la luz del misterio pascual, tarea para nada fácil, como el mismo Jesús recuerda a los discípulos camino de Emaús: “¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No sería necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?”.

Muchas veces el creyente que vive en mí busca dialogar con el no creyente que también soy. A veces el diálogo es pacífico, otras se vuelve un poco tenso. En estas semanas esta conversación entre mi creyente y no creyente es complicada. Hay dos preguntas que ambos se formulan. ¿Qué explicación y significado tiene un universo que engendra seres que buscan la verdad, crean belleza, luchan por el bien y la justicia, tienen sentido moral y crean comunidad? ¿Qué explicación y significado tiene un universo en el que seres inteligentes sufren y mueren?

Mi creyente recuerda las palabras del papa Francisco rezando en una plaza de San Pedro desierta: “El comienzo de la fe es saber que necesitamos la salvación. No somos autosuficientes; solos nos hundimos”. Mi no creyente duda y busca dar una explicación “natural” a lo que vive. Finalmente recuerdo las palabras de Víctor Heredia en Ahora, coraje: “Con qué excusa te digo que tengas fe si yo mismo padezco la misma sed”.

*Jesuita, doctor en Astronomía, investigador del Conicet-Universidad Católica de Córdoba, ex director del Observatorio Vaticano.