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El comunismo y los intelectuales

El comunismo, uno de los movimientos político-ideológicos cruciales del siglo xx, dotó de una identidad y una cultura política a millones de hombres y mujeres alrededor del mundo; no solo trabajadores y campesinos, por derecho propio llamados a integrar los partidos obreros, sino también amplios sectores de las capas medias o pequeñoburguesas, incluyendo profesionales, artistas, escritores y científicos.

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El comunismo, uno de los movimientos político-ideológicos cruciales del siglo xx, dotó de una identidad y una cultura política a millones de hombres y mujeres alrededor del mundo; no solo trabajadores y campesinos, por derecho propio llamados a integrar los partidos obreros, sino también amplios sectores de las capas medias o pequeñoburguesas, incluyendo profesionales, artistas, escritores y científicos.

Desde la Revolución rusa de 1917, verdadero acontecimiento catalizador de una generación que abrazó la promesa de redención nacida en Oriente, pasando por las grandes campañas antifascistas de la década de 1930, hasta los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, cuando luego de un combate que exigió enormes sacrificios y produjo millones de muertos la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas emergió con todo el prestigio que le daba su papel principal en la derrota del nazismo, muchos intelectuales se sintieron atraídos por la idea comunista y el experimento soviético. Para la tradición marxista, la cuestión de los intelectuales ha sido objeto de no pocas controversias. Sin embargo, el movimiento político fundado en su nombre fue apadrinado por representantes conspicuos de esas capas, desde Marx y Engels hasta las grandes figuras de la Segunda Internacional.

El socialismo, afirmaba Karl Kautsky en 1895, nació en la mente de los intelectuales burgueses. De los 15 miembros del Consejo de Comisarios del Pueblo, el primer gobierno soviético, 11 eran intelectuales. En las décadas siguientes, ya consolidado el proyecto estalinista, los intelectuales y expertos fueron objeto de persecuciones y purgas, sospechados, por su origen de clase, de atentar contra su partido y su pueblo, aliarse con sus enemigos y mantener viejos vicios individualistas y antipopulares. Sin embargo, escritores como Máximo Gorki o el malogrado Vladimir Maiacovski fueron ungidos con atributos casi sagrados, y el movimiento comunista internacional no dejó de cortejar a los intelectuales occidentales, muchos de los cuales prestaron su apoyo a las causas comunistas, incluso a costa de su silencio sobre el terror soviético y poniendo en juego su propio prestigio en cuestiones tales como el realismo socialista y la teoría de las dos ciencias.

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Alrededor del mundo, los partidos que nacieron bajo la inspiración bolchevique concitaron la atención y el apoyo de intelectuales y artistas, si bien cada uno lo hizo bajo particulares condiciones, y Argentina no fue la excepción. Durante décadas, el Partido Comunista Argentino (PCA) contó con la adhesión de un amplio grupo de figuras que participaron de la vida cultural y los debates públicos a través de una nutrida red de organizaciones, editoriales y publicaciones periódicas. Sin embargo, son escasos los trabajos dedicados a estudiarlos, probablemente porque la propia figura del “intelectual comunista” conlleva una dificultad que la excede y atraviesa otras múltiples experiencias: ¿cómo pensar el compromiso político de los intelectuales con un proyecto o una experiencia partidaria que exige una lealtad sin fisuras? La recurrente y controversial pregunta acerca de las razones que llevaron a individuos cultivados y sensibles a someterse a una doctrina desplegada en forma elemental y aceptar un papel subordinado en un concierto dirigido por líderes pragmáticos e incluso mediocres que despreciaban o, simplemente, desconfiaban de aquellas cualidades ha recibido variadas respuestas (…).

De todos modos, es necesario advertir que el compromiso intelectual con un proyecto político e ideológico que promete una radical transformación del mundo social y moviliza una serie de representaciones y discursos vitalistas, intransigentes y totalizadores no fue solo patrimonio de los comunistas, ni siquiera de las izquierdas. El bruto de Savonarola, afirma Giuliano Procacci en su Storia degli Italiani, no sedujo solo a una Florencia profundamente atravesada de animosidad popular, sino también al elegante Botticelli y al muy sabio Pico della Mirandola. La experiencia del comunismo intelectual en el corto siglo XX, sin embargo, continúa siendo paradigmática, pues concentra sobre sí todas las paradojas de ese personaje moderno que es el intelectual. (…)

Para estudiar los vínculos entre los intelectuales y el comunismo es necesario complejizar las visiones centradas en la postulación de una institución partidaria monolítica, autorregulada y trascendente para las prácticas de sus dirigentes y militantes, así como discutir la reducción del problema del compromiso intelectual partidario a un mero antiintelectualismo. Por el contrario, se debe ubicar el problema de los intelectuales comunistas en el nudo de múltiples contextos dentro de los cuales la tensión permanente entre cultura y política, que es parte constitutiva de la figura del “intelectual de partido” –aquel que “tiene como tarea principal ilustrar o defender la doctrina y/o la línea ideológica del espacio al que ha decidido unirse”–, produjo formas organizacionales, discursivas y representaciones diversas. (…)

Para ponerse al servicio de una causa universal y trascendente, acepta la dependencia de una autoridad exterior, no intelectual, que le demanda un compromiso total y frente a la cual debe legitimarse. Sin embargo, en tanto mantiene su identidad como intelectual, debe actuar en el mundo de la cultura sin renunciar por completo a sus lógicas específicas. (...)

 En conclusión, los diversos modos en que los intelectuales comunistas gestionaron su aspiración a obtener, no sin padecimientos, una “autonomía siempre relativa” e integraron las demandas políticas a sus prácticas intelectuales obliga a establecer distinciones al interior de un espacio erróneamente revestido de rasgos monolíticos.

*Autora del libro Intelectuales y cultura comunista. Itinerarios, problemas y debates en la Argentina de posguerra, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica (fragmento).