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El ‘costo argentino’, más allá de la herencia

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Las claves del debate económico que evalúa el próximo ciclo subrayan los importantes desbalances macro que deberá modificar la gestión que conduzca el país a partir del 10 de diciembre. Pero los desafíos no se agotan en la ardua tarea de corregir las asignaturas urgentes. Lo que no debe soslayarse es que no será posible emprender un crecimiento económico sostenido, y fundamentalmente un proceso de desarrollo de mediano plazo, si no se concentran los esfuerzos en dar solución a los crecientes problemas de competitividad que afectan el desempeño productivo, inversor y exportador local.

La desventaja de Argentina en materia de competitividad a nivel internacional es elocuente: el costo de concretar una exportación en nuestro país es de 1.770 dólares por contenedor, casi 40% más que el promedio regional y más del doble que en China.

A nivel coyuntural, los principales aspectos que afectan la operatoria de las empresas son la brecha cambiaria, las dificultades para girar regalías y dividendos, las trabas para el acceso a las divisas y bienes de capital importados y la incertidumbre relativa al marco regulatorio vigente. Ninguna de ellas es una cuestión imposible de encaminar para una futura gestión creíble que implemente un plan integral de estabilización económica.

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Pero los verdaderos núcleos causantes de esta baja competitividad son los factores de carácter estructural que resultan cruciales a la hora de determinar el “costo argentino” y que requieren reformas más profundas. En este caso, son cuatro los ejes principales para una agenda de desarrollo que promueva la competitividad: la infraestructura, la educación, el mercado crediticio y la estructura tributaria y de gasto.
En el primer caso, la inversión en infraestructura es vital porque, por un lado, estimula la productividad al reducir el costo de logística, transporte e intercambio y, por otro, genera una importante demanda de empleo. En este sentido, las comparaciones no resultan favorables: nuestro país se encuentra entre los más rezagados de la región en cuanto a su capacidad energética, vial, marítima y ferroviaria, en un ranking que lo contabiliza por debajo de Chile, Uruguay, México y Brasil.

Sin dudas, el atraso más impostergable en materia de infraestructura se da en el sector energético. En este caso, resulta fundamental recuperar el autoabastecimiento, lo que requerirá inversiones por más de 180 mil millones de dólares –casi medio PIB argentino– durante los próximos diez años. Para ello, en lo inmediato será necesario reducir de manera progresiva los subsidios (determinando una tarifa social para minimizar daños), mejorar la eficiencia del consumo y proveer las condiciones para maximizar la producción y atraer inversiones. Mientras que en el mediano plazo las principales iniciativas deberán centrarse en aumentar la sustentabilidad y diversificar la matriz energética, aprovechando el potencial de los recursos energéticos convencionales y no convencionales.

A su vez, hay mucho por hacer en materia de transporte, donde también se presentan grandes déficits. Por ejemplo, el crecimiento de la red vial fue de sólo 6% entre los años 2006 y 2014, mientras que el parque circulante se expandió más de 40%. Por su parte, actualmente el 84% de la mercadería se transporta en camiones, medio que resulta 75% más caro que el ferrocarril. Entonces, será necesario llevar a cabo un plan integral que contemple la situación de la estructura vial, marítima y ferroviaria. En el primer caso, aparece la necesidad de adecuar la red a su nivel de utilización, transformar rutas y caminos en autovías y autopistas y diferenciar transporte urbano y de cargas. En la vía marítima, un aspecto clave será incorporar capital privado para la gestión portuaria, así como también modernizar las normas aduaneras. Mientras que en materia ferroviaria, se requerirá aumentar la utilización y participación de este medio en el transporte de carga, ampliar la red y mejorar su seguridad.

La educación constituye la segunda asignatura pendiente. En Argentina, mientras el desempleo en el cuartil más bajo de ingresos –a su vez el de menor calificación– resulta de casi 20%, la tasa de desocupación en el cuartil más rico y más calificado es prácticamente cero. Esto representa un desafío para una agenda de desarrollo basada en el conocimiento y la innovación. Así, la política educativa deberá apuntar a dar asistencia al nivel inicial, garantizar la regularidad y previsibilidad, atacar la repitencia y el abandono, asegurar la calidad del cuerpo docente, apuntalar las alianzas empresa/universidad e incrementar los niveles cualitativos de aprendizaje de los alumnos.

Un tercer aspecto clave para recuperar la competitividad pasa por desarrollar el mercado financiero, dado que será un factor necesario para canalizar el ahorro en inversiones productivas. Otra vez, en este punto nuestro país muestra los peores guarismos de Latinoamérica, con una participación del crédito al sector privado de apenas 13% del PBI, cifra que se ubica nada menos que 30 puntos porcentuales por debajo de la media regional. Resolver este déficit requerirá no sólo de estabilidad macro y un marco regulatorio creíble, sino también de otras medidas específicas como adaptar gradualmente la normativa bancaria a los requerimientos de Basilea, promover a los hacedores de mercado y a los inversores institucionales y determinar regímenes especiales para capital de riesgo destinado a emprendedores y pequeñas firmas, como por ejemplo vía un banco de desarrollo.
Finalmente, el cuarto eje involucra la implementación de una reforma de la estructura tributaria y del gasto, que reduzca la presión impositiva (la más alta de Latinoamérica) eliminando impuestos altamente distorsivos, asigne el gasto en forma eficiente y modifique el régimen de coparticipación federal, apuntando a reducir disparidades regionales e incrementando la correspondencia.

Estos cuatro ejes determinan el complejo camino que deberá iniciarse a partir de enero. Pero quien lidere el nuevo ciclo debería comenzar a analizarlo antes de que las urnas señalen si resultó ganador.

Ex secretario de Industria y Minería de la Nación.
Director de Abeceb.