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El cuidado de sí

Era una moda, apenas una moda, y como tal cumplió su destino: cundió y pasó. Pero era una moda cruel, era brutal, era siniestra, y espantó a los argentinos de bien durante bastante tiempo. Consistía, como se recordará, en la práctica aberrante de tirar gente del tren.

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Era una moda, apenas una moda, y como tal cumplió su destino: cundió y pasó. Pero era una moda cruel, era brutal, era siniestra, y espantó a los argentinos de bien durante bastante tiempo. Consistía, como se recordará, en la práctica aberrante de tirar gente del tren. Tirarla a las vías con el tren en movimiento después de haberla robado, o tirarla por el gusto de hacerlo nomás. Hace unos días pasó otra cosa, distinta pero también en un tren.

Con el propósito de ganar una apuesta de doscientos pesos, un joven se trepó al techo del vagón de tren en el que estaba y se puso a bailar ahí arriba. No tardó en recibir una feroz descarga eléctrica, que lo mandó al hospital en estado desesperante (este caso remite a otro, de hace unos años: un hincha de fútbol que viajaba en el techo de un tren murió decapitado al pasar por debajo de un puente).

El trayecto que lleva de una noticia policial a la otra es el mismo que lleva, a poco que se preste atención, de una forma a otra forma del desprecio por la vida. Porque el desprecio por la vida ajena es sin dudas miserable, y deriva necesariamente en atrocidades varias. Pero aun así hay algo de otro orden en el desprecio por la propia vida. Que se crea que la vida del otro no vale nada ya es grave y es mal indicio. Y no obstante hay algo más perturbador, y socialmente acaso más terrible, en el hecho de que toda una parte de la población actúe sobre la base de que su vida misma no vale nada.

La manifestación de este temperamento no necesariamente deriva en el suicidio, sino más bien en un fervor de negligencia, un desgano en el preservarse, una renuncia flagrante al cuidado de sí.

En el juicio de Cromañón se habla y se hablará de muchas cosas: de la falta de inspectores municipales, del desborde de la capacidad máxima de un local, de los cacheos antibengalas y de si el show debe continuar o no debe continuar. Se habla y se hablará de estas cosas, o de otras semejantes, seguramente pertinentes y eventualmente verdaderas.

De lo otro se hablará también, incluso cuando no se diga nada.