Hace unos días, Javier Daulte me contaba esta anécdota: en Suecia querían montar una obra suya, y
él aprovechó un viaje para hablar de la obra y la traducción. La pieza tiene sólo dos actores.
Javier llegó al ensayo, y allí estaban el traductor, el director, y los dos actores. Que
manifestaron que la “tercera” actriz estaba por llegar. Javier pensó que había
escuchado mal, pero al rato insistieron con aquello de la tercera actriz. Javier les recordó
delicadamente que la obra sólo tiene dos intérpretes: un hombre y una mujer. Y si bien la mujer
hace dos personajes, es importante para la trama que esos dos roles deban ser hechos por la misma
actriz. Traductor y director se miraron. Intercambiaron algunas palabras en sueco. Fueron a la
primera página del texto. Allí dice, en castellano, que los roles de Ana y Renata necesariamente
son interpretados por la misma actriz. ¿Cuál podía ser la duda?
Aparentemente, las expresiones “necesariamente” y “contingentemente”
son tramposas en sueco. Desconozco las exactas palabras de esta lengua en la que el número siete
(“sju”) es impronunciable, pero no sería el primer lenguaje con un sistema laxo, que
cuando dice “debe ser interpretada” quiere decir “puede ser interpretada”.
El alemán y el inglés, sin ir más lejos, se las traen: las diferencias entre “poder porque
soy capaz” y “poder porque me dejan” no están totalmente dirimidas (can versus
may), y se trata de modalidades que a veces se prestan a diplomáticas confusiones. Ni que hablar de
los casos en los que can y must son los verdaderos antónimos cuando una de las frases es negativa:
lo contrario de “Ella debe tener 40 años” puede ser “Ella no puede tener 40
años”, en vez de “No debe tener 40 años”, que parece más una inferencia lógica
que una prohibición.
Colombia violó una frontera con Ecuador como corolario de su guerra civil, aduciendo de
alguna manera que eso es lo que “debía hacerse”, cuando en realidad es lo que Uribe
“podía hacer”, lo que “era capaz de hacer”. ¿Por qué invade Colombia el
territorio ecuatoriano? Porque puede. ¿Por qué invadió Estados Unidos a Irak? ¿Fue porque había
armas de destrucción masiva? ¿Fue porque debía hacerlo para salvaguardar los intereses democráticos
de los iraquíes? ¿O habrá sido porque podía (y debía) hacer un drástico ajuste en el precio mundial
del barril de crudo? No había armas, pero EE.UU., luego de mentir 935 veces al respecto luego del
11/9, debería haberse disculpado por el equívoco. Pero no pudo hacerlo aún.
Según escribe Juan Gelman, la actriz francesa Marion Cotillard, que había obtenido un Oscar
por su personificación de Edith Piaf en La vie en rose, “podría” enfrentar el fin de su
carrera en Hollywood por unas declaraciones cuestionando la versión oficial de la Casa Blanca sobre
los atentados del 11/9. La campaña anti Cotillard pertenece a un megaconsorcio (presidido por el ex
jefe del Pentágono) que busca el control absoluto de los medios de información; allí confluyeron
–oh sorpresa– inversiones conjuntas de las familias Bush y los Bin Laden. ¿El pueblo
yanqui no debe estar harto? ¿No pueden ver lo que ve el mundo?
Colombia pudo invadir a Ecuador. Venezuela pudo arengar a un continente en pos de una causa
que quizás no sea la de todos. Los representantes latinoamericanos pudieron poner diplomático fin a
la escalada verbal de la semana pasada. Pero, ¿qué debía hacerse? No parece haber lenguaje que dé
cuenta de una única razón, que trascienda las fronteras de la conveniencia particular. Nótese que
nuestras lenguas naturales permiten pensar en todo tipo de aberraciones semánticas. Así es Babel.