COLUMNISTAS

El deber y el poder

Hace unos días, Javier Daulte me contaba esta anécdota: en Suecia querían montar una obra suya, y él aprovechó un viaje para hablar de la obra y la traducción. La pieza tiene sólo dos actores. Javier llegó al ensayo, y allí estaban el traductor, el director, y los dos actores. Que manifestaron que la “tercera” actriz estaba por llegar.

Rafaelspregelburd150
|

Hace unos días, Javier Daulte me contaba esta anécdota: en Suecia querían montar una obra suya, y él aprovechó un viaje para hablar de la obra y la traducción. La pieza tiene sólo dos actores. Javier llegó al ensayo, y allí estaban el traductor, el director, y los dos actores. Que manifestaron que la “tercera” actriz estaba por llegar. Javier pensó que había escuchado mal, pero al rato insistieron con aquello de la tercera actriz. Javier les recordó delicadamente que la obra sólo tiene dos intérpretes: un hombre y una mujer. Y si bien la mujer hace dos personajes, es importante para la trama que esos dos roles deban ser hechos por la misma actriz. Traductor y director se miraron. Intercambiaron algunas palabras en sueco. Fueron a la primera página del texto. Allí dice, en castellano, que los roles de Ana y Renata necesariamente son interpretados por la misma actriz. ¿Cuál podía ser la duda?
Aparentemente, las expresiones “necesariamente” y “contingentemente” son tramposas en sueco. Desconozco las exactas palabras de esta lengua en la que el número siete (“sju”) es impronunciable, pero no sería el primer lenguaje con un sistema laxo, que cuando dice “debe ser interpretada” quiere decir “puede ser interpretada”. El alemán y el inglés, sin ir más lejos, se las traen: las diferencias entre “poder porque soy capaz” y “poder porque me dejan” no están totalmente dirimidas (can versus may), y se trata de modalidades que a veces se prestan a diplomáticas confusiones. Ni que hablar de los casos en los que can y must son los verdaderos antónimos cuando una de las frases es negativa: lo contrario de “Ella debe tener 40 años” puede ser “Ella no puede tener 40 años”, en vez de “No debe tener 40 años”, que parece más una inferencia lógica que una prohibición.
Colombia violó una frontera con Ecuador como corolario de su guerra civil, aduciendo de alguna manera que eso es lo que “debía hacerse”, cuando en realidad es lo que Uribe “podía hacer”, lo que “era capaz de hacer”. ¿Por qué invade Colombia el territorio ecuatoriano? Porque puede. ¿Por qué invadió Estados Unidos a Irak? ¿Fue porque había armas de destrucción masiva? ¿Fue porque debía hacerlo para salvaguardar los intereses democráticos de los iraquíes? ¿O habrá sido porque podía (y debía) hacer un drástico ajuste en el precio mundial del barril de crudo? No había armas, pero EE.UU., luego de mentir 935 veces al respecto luego del 11/9, debería haberse disculpado por el equívoco. Pero no pudo hacerlo aún.
Según escribe Juan Gelman, la actriz francesa Marion Cotillard, que había obtenido un Oscar por su personificación de Edith Piaf en La vie en rose, “podría” enfrentar el fin de su carrera en Hollywood por unas declaraciones cuestionando la versión oficial de la Casa Blanca sobre los atentados del 11/9. La campaña anti Cotillard pertenece a un megaconsorcio (presidido por el ex jefe del Pentágono) que busca el control absoluto de los medios de información; allí confluyeron –oh sorpresa– inversiones conjuntas de las familias Bush y los Bin Laden. ¿El pueblo yanqui no debe estar harto? ¿No pueden ver lo que ve el mundo?
Colombia pudo invadir a Ecuador. Venezuela pudo arengar a un continente en pos de una causa que quizás no sea la de todos. Los representantes latinoamericanos pudieron poner diplomático fin a la escalada verbal de la semana pasada. Pero, ¿qué debía hacerse? No parece haber lenguaje que dé cuenta de una única razón, que trascienda las fronteras de la conveniencia particular. Nótese que nuestras lenguas naturales permiten pensar en todo tipo de aberraciones semánticas. Así es Babel.