Concluido ya el Mundial, retornando a la realidad, es bueno preguntar si los temas sociales y apremiantes - excluyendo la jubilación - están presentes en las agendas de los partidos y los dirigentes políticos. El techo propio, la vivienda, el siitio que ampara a la familia, por ejemplo. ¿Hay programas oficiales, hay propuestas partidarias en medio de una expansión de la construcción de departamentos de un ambiente, donde la clase media-alta encuentra refugio de sus ahorros en medio de la inflación?
Llegó el frío en serio, pero ¿todos los ciudadanos estuvieron a cubierto, alcanzó la infraestructura de servicios, pudo abastecer de gas a los domicilios? ¿Por qué en las provincias las garrafas, en general utilizadas en donde no llegan los caños de suministros o por los sectores más empobrecidos, resultan tres o cuatro veces más caras que el fluido que se provee en la Ciudad de Buenos Aires? Y, además ¿cuál fue el motivo por el cual no se aprovecharon los años de euforia económica 2003-2008 para facilitar el acceso al techo propio?
Está claro que al no ser utilizados los recursos en años fructíferos se le quitó vuelo y posibilidades al cambio. Es que en 2008 y 2009, el período recesivo producto del enfrentamiento Gobierno-producción agraria y otra suma de factores afectaron la marcha económica en las provincias y golpearon en las cuentas públicas.
Las cifras oficiales refieren un déficit habitacional de dos millones de viviendas en el país. Estadísticas privadas consideran que hay que sumar medio millón más: la necesidad es de 2,5 millones de nuevas unidades.
En el Tercer Seminario Iberoamericano para Hábitat Popular se aseguró que los faltantes habitacionales afectan a más de 3,5 millones de familias. De ese total, un tercio necesita tener una vivienda y el resto, mejorar su situación habitacional. En el Seminario se concluyó que la resolución del problema requiere del Estado, de la sociedad, del sistema bancario, de la comunidad científica y tecnológica, de las sociedades de arquitectos e ingenieros y de urbanistas.
Siguiendo un relajamiento a cargo del Observatorio de la Deuda Social Argentina (de la Universidad Católica Argentina), al menos el 36% de las viviendas no cuenta con conexión a cloacas; el 20% no tiene acceso a gas por red; el 21% no está sobre calles pavimentadas; el 27% habita en terrenos inundables.
Una de cada diez familias y dos de cada diez residentes en el país viven en situación irregular; en villas miseria, asentamientos no aprobados y no regularizados, edificios ocupados, conventillos u hoteles de pensión pública. Más. el 11% de los hogares no cuenta con un baño con retrete que permita la descarga de agua.
Las grietas
En esos vacíos de vida aceptable, a partir de la Asignación Universal por Hijo, el 11% de los hogares enfrenta el peligro de riesgo alimentario. Asimismo, el 22% sufre de exclusión laboral extrema (desempleo o trabajos de indigencia), el 24% muestra malestares psicológicos y el 27% sólo cubre sus expectativas día tras día.
No se habla de sectores empobrecidos. El derrumbe incluye bolsones de ex clase media que vienen descendiendo barranca abajo desde hace años.
La radiografía muestra una sociedad agrietada por estas y otras dificultades.
Pero los números tapan los logros del Gobierno. Es que desde 2003 crecieron los porcentajes de hogares urbanos con acceso al agua corriente, al gas natural. No fueron suficientes.
¿Y la clase media que pudo conservar sus posiciones? Aquellos que buscaron vivienda propia o más digna no consiguieron créditos coherentes con sus niveles de ingresos. Si se tomara la relación entre el stock de financiamiento para la vivienda y el indicativo del precio del metro cuadrado, el resultado demuestra que en estos días se financia escasamente el 15% de la superficie que se cubría con prestamos hace 12 años.
Ese "raquitismo financiero", explica la consultora Finsoport, está indicando las fallas de la política monetaria y bancaria a lo largo de los tiempos recientes.