Pese a que en cifras totales de consumo de drogas el paco es menos relevante que la cocaína, la marihuana y la gran droga social –el alcohol–, es el problema adictivo más importante que enfrentamos como sociedad.
El 30% de los jóvenes entre 16 y 24 años se emborrachan todos los fines de semana; muchos de ellos siguen a la droga o el alcoholismo, y además generan problemas de salud, delito y embarazo adolescente. Pero el alcohol está repartido en la sociedad y, eventualmente, quienes tienen problemas pueden acceder a sistemas de contención. El porcentaje de excluidos absolutos por causa del alcohol y la marihuana es menor.
El paco es la adicción de la exclusión. Un estudio reciente señala que en una villa del Gran Buenos Aires, el ¡51%! de los adultos varones de 14 a 30 años ha consumido paco alguna vez en su vida, mientras que prácticamente no hay consumo en sectores medios y altos.
El paquero es el resultado de 30 años de pobreza e informalidad laboral concentrada sobre la misma población, que es además golpeada cada 5 años por una nueva crisis. El paquero es joven, pobre, excluido y sin destino. Pero además es excluido de su barrio por sus pares y vecinos. En su desesperación por consumir, roba en su casa y también en la soga del vecino; luego yira sin rumbo fijo, o solo hacia el delito y la muerte.
El paco se metió en las villas a través de una red de producción y distribución interna que le da mucha mayor densidad al problema. No se trata del enemigo afuera, como sucede con otras drogas. El enemigo está al lado de la casa, en la “cocina” en la que se produce droga, en el pequeño depósito o en los pasillos, cuando se pelean por los circuitos de distribución. El enemigo está adentro de la exclusión y genera ingresos de los que viven muchas familias excluidas.
Y, sobre todo, la sociedad no quiere ver al paquero. Se ha convertido en una curiosidad de programas periodísticos, pero es muy poco probable que haya movimientos sociales importantes que los quieran ayudar de manera sostenida porque son la imagen más directa de la exclusión, pero también de la amenaza. Representan todos los miedos imaginables que nos trae el “otro país”, aquel que preferiríamos no mirar porque nos genera el temor al ataque.
No hay solución inmediata para el paco. Será un proceso largo que se iniciará necesariamente con la comprensión de la complejidad del problema, de los múltiples factores que lo impulsan y, sobre todo, con la decisión social de acercarse al paco y a los paqueros, más allá de los miedos que nos generen.
No sirven ni la propaganda, ni las balas ni la legalización. La solución es una acción múltiple, de mucho tiempo, encarada desde varios frentes, que utilice la energía social disponible en la comunidad, a través de un modelo capilar, como su herramienta fundamental. Es un trabajo de uno y cara a cara, aunque en principio pudiera parecer imposible.
Además, debe estar sostenido por muchas otras acciones de contexto. Habrá menos paco cuando haya un ingreso mínimo en los hogares pobres; cuando las madres tengan mas tiempo para estar con sus hijos; cuando haya menos embarazo adolescente. Pero también cuando los docentes transmitan a los alumnos un mensaje de esperanza, de que se puede y vale salir adelante. Y, de igual manera, cuando hagan de la retención un objetivo central de su trabajo y no discriminen a los menos inteligentes
Por último, cuando las redes sociales de contención y el sector público se integren realmente en las múltiples dimensiones en las que pueden generar sinergia, para que cada uno de ellos pueda aportar lo mejor de sí.
Es, sobre todo, un trabajo largo, por lo que todas estas acciones deben iniciarse de inmediato sobre los chicos más vulnerables al contexto y, por tanto, más predispuestos a caer en la red del paco. Los valores que los ayudarán a reducir la vulnerabilidad de este contexto agresivo deben incorporarse temprano y ser sostenidos en las redes comunitarias.
No es fácil, pero tampoco es imposible, porque la experiencia de estos tiempos demuestra que hay muchas organizaciones sociales con vocación de formar redes de trabajo local. Si se las potencia y se las provee de herramientas conceptuales y materiales, el camino habrá empezado.
*Ex secretario de Prevención de la Drogadicción y Lucha contra el Narcotráfico.