Es un tema que era el centro de la atención de los argentinos muchos años atrás, especialmente en la época de Arturo Frondizi. Recordemos en primer lugar que la Argentina presentó un crecimiento económico muy importante en sus primeros cien años de vida y fue un desarrollo inclusivo, pues los europeos, españoles, italianos o de otras nacionalidades, que venían a la Argentina como inmigrantes, pasaban a ganar el doble aquí de lo que ganaban en sus países de origen, si tenían la suerte de estar ocupados allá.
Argentina, que es el octavo país del mundo por territorio, y es un territorio bien dotado de recursos naturales, fue el octavo país del mundo en 1910, después de los primeros cien años de historia. Comparado con Canadá, Australia y Nueva Zelanda, evolucionó en forma similar a estos países hasta 1940. Después del golpe militar de 1930, se volvió poco confiable y se inició una etapa de regulaciones de la economía por parte del Estado en la década del 30, con la creación de numerosas Juntas, como las de Carnes y Granos, el Banco Central, y prácticamente cada sector importante tenía su junta nacional. En la década del 40, se inicia en gran escala la intervención del Estado como empresario, con las nacionalizaciones (ferrocarriles, electricidad, exportación de granos, etc.). Posteriormente se fueron agregando más funciones al Estado, pero éste es muy burocrático, muy ineficiente como para competir en un mundo tan dinámico como fue el de ese período.
El excedente económico se utilizó mal, se fue expropiando el ahorro mediante la inflación primero, después con las devaluaciones o maxidevaluaciones, luego ya en forma más directa con el canje forzado de plazos fijos por un bono del Estado a 10 años, con la transformación compulsiva de una moneda en otra y luego devaluación, con las licuaciones, con el Rodrigazo, y tantos otros mecanismos de pasar dinero de unas manos a otras, que el desarrollo se resintió. La respuesta a la expropiación del ahorro fue la reducción de las inversiones en activo fijo con relación a las que se podrían haber realizado, y el envío de dinero al exterior para protegerlo de las exacciones de los gobiernos argentinos de turno. Este monto en el exterior acumula US$ 230 mil millones, similar al de todo el capital en equipo reproductivo de Argentina, neto de amortizaciones. Estamos financiando el desarrollo de los países avanzados, mientras aquí nos ahogamos en el desánimo de la falta de perspectivas alentadoras.
Comparado el PBI per cápita de Argentina con Canadá, fueron iguales, lo que significa igual calidad de vida aproximadamente, desde 1810 hasta 1940. Desde allí, hemos crecido, sí, pero muy lentamente y hoy estamos a un tercio del nivel de vida de los canadienses. ¿Cuál sería nuestro nivel de desarrollo si no hubiéramos expropiado el ahorro, generando desconfianza para las inversiones en el país? Es difícil responder a algo que no ocurrió, pero estimativamente nuestro nivel de vida podría ser el triple de lo que es, es decir, similar al de Canadá hoy.
Para recuperar el crecimiento, debemos estudiar cómo funcionan los países que han crecido por 20 años seguidos, que ese es el verdadero desarrollo, no el logrado por algunos años y después nuevamente la crisis. Debemos superar nuestras barreras ideológicas y ver lo que da resultado en el mundo y adaptarlo a nuestra cultura. No debemos defender lo que no funciona sólo porque coincide con nuestra mentalidad. En los últimos setenta años hemos estado equivocados y tenemos que hacer un mea culpa y reorientarnos hacia lo que viene, no querer forzar la realidad para que entre en nuestros esquemas obsoletos.
El desarrollo es una meta móvil, se va moviendo en el tiempo. Hoy tenemos que pensar dónde va a estar el mundo dentro de veinte años y esto requiere estudiar en profundidad las tendencias clave de la economía mundial. Después de que tengamos ese panorama, ver en qué podemos competir en ese mundo, y fijar nuestro rumbo hacia allí, como ha hecho Brasil en los ultimos veinte años, con los resultados que están a la vista (para apreciar esta estrategia baste recordar que ellos hoy dominan el mercado mundial de carnes, que era nuestro principal producto hasta hace veinte años).
No sólo debemos establecer adónde queremos ir, sino también cómo llegar. El desarrollo de Argentina hay que considerarlo una prioridad de los gobiernos, con el fervor que se tiene por las cosas difíciles y con el fervor de los grandes desafíos posibles.
* Economista, titular del estudio Orlando Ferreres & Asociados.