Apartir de hoy se impondrá la verdad, la social, la política y la económica. Sin duda se correrá el telón, y aparecerán los verdaderos actores que van a dominar la escena en los próximos meses. Varios son los candidatos que buscarán el sillón presidencial en 2011. Limitado por la democrática elección, al margen de algunas denuncias de ilícitos, el Gobierno tendrá que mostrar que los verdaderos indicadores económicos no terminan de ser favorables a su gestión. Más: los datos pueden complicar y tornar más duros e imprevisibles los días que vendrán.
Todos, oficialistas y opositores, vulneraron las prohibiciones. Todos aceptaban, por ejemplo, las conclusiones de las bocas de urna y el adelanto de los fiscales de mesa, antes de conocerse los resultados concretos. La propia Presidenta traspasó el límite cuando declaró a la prensa, después de emitir su voto, que “aquí se juegan dos modelos”, en el momento en que debía guardar recatado silencio. Indudablemente que desde hoy las interpretaciones de los resultados serán tema de polémicas. Cada uno tendrá su propio librero. Pero de lo que no hay que dudar es que el Gobierno termina mal parado.
El “modelo” de la Casa Rosada, jugado a vida o muerte, no fue ratificado. Dos tercios de los votos han ido al territorio de la oposición y en números concretos el oficialismo bajó 10 puntos, frente a la contienda electoral de 2007. Si bien no se pueden comparar elecciones presidenciales con legislativas, el final de ayer implica un freno a las mayores apetencias del kirchnerismo.
En cuanto a las heridas que se empezarán a mostrar: los semáforos prenden en rojo en distintas esquinas de la vida económica. Una es la fuga de capitales. La desconfianza imperante, que la fomenta, no se revierte sin una base muy certera de cambios de fondo. Sólo un triunfo rotundo y amplísimo de N. Kirchner hubiera desacelerado la fuga que se viene arrastrando desde 2008, con multiplicación en 2009. Hay un signo de pregunta sobre la profundidad y la dirección de los cambios que se requieren.
Otro asunto a cuidar es el de la balanza comercial, la generadora de la entrada o no de divisas, para poder dormir sin pesadillas. Al respecto no hay que equivocarse en la evaluación. En lo que va de este año el superávit fue de 2.478 millones y tuvimos ganancias en nuestro intercambio con China y Brasil, pero no como consecuencia de mayores ventas a esas naciones sino porque le compramos menos. Y las adquisiciones son menores por la recesión que padece la Argentina y para cuidar los dólares que tiene el Banco Central. Es toda una fotografía: las importaciones totales descendieron un 50 por ciento anual y las exportaciones mermaron en mayo un 18 por ciento. Así leídos los datos no está para bailar un vals.
Según un trabajo de la consultora Finsoport, sería el tercer superávit comercial más alto desde 2000, pero las cifras podrían ser magras frente a la demanda de divisas para pagar las deudas pendientes del país. Si se llega a eso, ¿liquidará el Gobierno una parte de las reservas internacionales que están en su poder?
Otro indicador muy importante está titilando. El país carga con una caída fuerte de la inversión y eso se demuestra en el achicamiento persistente de los equipos durables para la producción. En el primer trimestre de 2009, ateniéndonos al mismo INDEC, las inversiones en máquinarias y equipos descendieron casi 28 por ciento en comparación con enero-marzo del año pasado. Si en 2008 la Inversión Fija representaba el 22,7 por ciento del Producto Bruto Interno, en 2009 se estacionó en el 19,1 por ciento. Los valores se parecen a los años 1998-2000, es decir el tiempo de una recesión significativa que enfermó a la economía nacional.
Además, los problemas del empleo vuelven a la superficie. En el transcurso de 2009 se despidieron entre 25 mil y 30 mil personas por mes, situación que impactó en la sociedad y en los gremios. De acuerdo con informaciones privadas, el desempleo en el Area Metropolitana es de 10,5 por ciento; en números, cerca de 750 mil personas. Pero en algunos partidos del cordón suburbano trepa al 12,3 por ciento. En el cuarto cordón, aumenta al 17,8 por ciento.
La inflación redujo la velocidad pero sólo como derivación de la menor actividad económica. La suma de dilemas se aceleran a partir de hoy.
*Periodista especializado en Economía.