COLUMNISTAS
LOS KIRCHNER BUSCAN REAGRUPARSE CON VISTAS A 2011

El diálogo ha muerto

Los Kirchner huyen hacia adelante. Reaccionan fieles a su génesis y redoblan la apuesta. Aunque no se hizo cargo de nada, el matrimonio ha decretado el fin del duelo electoral y ya está en plena campaña para instalar la consigna “Kirchner 2011”.

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Los Kirchner huyen hacia adelante. Reaccionan fieles a su génesis y redoblan la apuesta. Aunque no se hizo cargo de nada, el matrimonio ha decretado el fin del duelo electoral y ya está en plena campaña para instalar la consigna “Kirchner 2011”. Esta es la manera que encontraron de procesar la derrota política más grande de sus vidas, que llevó al justicialismo a su peor actuación histórica. Cero autocrítica. Cero correcciones. Más de lo mismo. Más escenas de kirchnerismo explícito. Este cambio de pantalla voluntarista, que no reconoce la realidad objetiva y que ni siquiera tiene en cuenta su mayor debilidad, les hace recuperar la iniciativa política pero multiplica los problemas del país y la oposición a sus comportamientos y decisiones.

La nueva agenda que instaló el Gobierno es exclusivamente al todo o nada. Han decidido dar la batalla final contra el Grupo Clarín tirándole con todo lo que tengan a mano. En su pensamiento tremendista y desmesurado, Néstor Kirchner está convencido de que, de todas maneras, saldrá triunfador. Si gana la batalla, cree que estará en condiciones de volver a ser presidente y especular con otra sucesión de Cristina en 2015 y así recuperar su sueño original de 16 años seguidos al mando. Si pierde, apelará al plan B: tirarle por la cabeza el gobierno a Cobos y denunciar al mundo que, tal como anticiparon sus intelectuales a la carta, fueron destituidos. “Fusilados mediáticamente”, como dijo Cristina cuando cedió a la tentación de compararse con Manuel Dorrego. Néstor imagina que eso lo ayudará a declararse héroe y mártir de la revolución inconclusa. Semejante nivel de irresponsabilidad habita en la mente de Néstor Kirchner. Es el poder absoluto o la gloria de irse con las banderas y las convicciones intactas.

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Este plan parte de la base de que la derrota del 28 de junio no existió y es un invento de los medios. Por eso ratifican en sus puestos a los íconos más irritantes de este gobierno, como Guillermo Moreno. “¿De qué está acusado Guillermo? ¿De sus modos?”, se preguntó Cristina delante de los periodistas que la acompañaron en el avión a Venezuela. El núcleo central de su estrategia es aprobar la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual para reemplazar la Ley de Radiodifusión de la dictadura después de arrancarle a Clarín la televisación del fútbol, uno de sus principales motores económicos. La declaración de hostilidades incluye también dos armas secretas que Gabriel Mariotto guarda en sus alforjas: desautorizar la fusión de Cablevisión y Multicanal, que Néstor autorizó durante su última semana en la Presidencia, y declarar a la televisión por cable como servicio público para poder intervenir en esa industria cultural como lo hacen con la luz y el gas.

Para defender la calle, la apuesta es fortalecer su alianza con los sectores piqueteros que se referencian en Hebe de Bonafini y con la mayor cantidad de intendentes del Conurbano que pueda reclutar el comandante Mario Ishii. Luis D’Elía reapareció ayer en la Casa Rosada y dijo que volvería a copar una comisaría, un delito y una forma de hacer justicia por mano propia, hecho que fue reinvindicado por intelectuales de la talla de Ricardo Forster, Cristina Banegas y Horacio González, quienes le otorgaron al piquetero “el derecho de expresar sus pasiones como acto de plena libertad situado en el confín de lo jurídico”. El lenguaje poético no responde si además alientan a que todos los kirchneristas repliquen esa metodología en otras situaciones donde quieran afirmar su vocación revolucionaria.

La máxima energía estará puesta en el mega plan para crear 100 mil empleos que ayer anunciaron la hermana y la esposa de Néstor Kirchner con más bombos que platillos. Combatir con trabajo la fábrica de pobres que genera la inequidad social es una gran noticia. El gran problema es la desconfianza que han generado con tanta promesa no cumplida. Y el reto que les dio a “los ricos” que quieren el secreto de sus patrimonios en un momento en donde la mayoría de los argentinos mira con algo de envidia y mucho de sospecha la declaración jurada de Cristina.

Las cooperativas de trabajo con desocupados son muy difíciles de implementar, salvo que les den la derecha y la caja a los intendentes del Conurbano. Por eso los expertos en el tema creen que se trata de una nueva expresión de deseos. Kirchner está convencido de que todas las medidas antipopulares que podrían transformar el malhumor social en cacerolazos hay que patearlas para adelante, y por eso dieron marcha atrás con el tarifazo en una pirueta de antología. No hay antecedentes de semejante giro copernicano en tan pocas horas. Fue un patético signo de improvisación y ponchazos espasmódicos.

El diálogo político está muerto y sólo le falta el certificado de defunción. Por eso, Florencio Randazzo bajó su perfil y dejó el centro del escenario mas allá de la formalidad de una nueva ronda de convocatoria. Por eso el Consejo Económico y Social agoniza antes de nacer. Por eso, el Gobierno aprovecha la mayoría circunstancial que tiene en el Congreso para mantener superpoderes, facultades delegadas, y va a tratar de forzar la máquina para aprobar la nueva ley de radiodifusión más temprano que tarde, con la misma alianza que Agustín Rossi construyó estos días en Diputados.

Tanto Elisa Carrió como Carlos Reutemann y Pino Solanas se negaron a concurrir al diálogo insepulto con distintos argumentos. Lilita aprovechó para pasar la factura: “Ahora saben que mi actitud no fue caprichosa ni irracional”. Es una forma de analizarlo. Muchos, entre ellos los radicales y los socialistas, creen que no fue un error ir al diálogo pese a que no tuvo resultados. El error fue del Gobierno, al no aprovechar la situación para corregir errores y recuperar algo de credibilidad. No quedan heridos los que sin prejuicios, pero también sin grandes ilusiones, concurrieron al diálogo. Queda herido el Gobierno, que una vez más exhibió su absoluta incapacidad para buscar algún tipo de consenso. Son irreductibles en ese dogmatismo de creer que si de algún encuentro surge una medida en común, eso será leído como una claudicación. Así les va.

Otra vez el matrimonio presidencial se repliega hacia sus actitudes más autoritarias y empuja al país a una tensión institucional delicada. El kirchnerismo sólo prepara nuevas embestidas ciegas que garantizan cimbronazos peligrosos. Es parte del ADN de la relación de pareja y columna vertebral de sus características personales. Disfrazar de reclamos populares sus intenciones hegemónicas, retroceder pegando como el glorioso Muhammad Alí y seguir inflando enemigos, incluso entre los que hace instantes en términos históricos integraron sus filas.

Dijimos que la más grande producción del gobierno de los Kirchner ha sido la fabricación de traidores. Los ven por todos lados y en todo lugar con su lupa conspirativa. Por eso son tan dependientes de la caja y de la SIDE. El tema es que ahora en su cuesta abajo se han puesto más duros todavía (si esto es posible) en sus actitudes persecutorias de espionaje de baja estofa estalinista. Como se sienten en guerra contra Clarín y “los golpistas del campo y de los medios”, ya no solamente califican a los disidentes como traidores. Ahora son desertores. Es impresionante, casi inhumana, la capacidad que tienen los Kirchner de creer sus propias mentiras. Hace once años tuve la oportunidad de hacerle a Néstor Kirchner una de las primeras entrevistas televisivas a nivel nacional. Era el único gobernador que apoyó la candidatura de Eduardo Duhalde. El video de archivo, que puede verse en www.perfil.com, lo muestra hablando con orgullo combativo de las “cinco veces” que estuvo preso en distintas circunstancias, producto de su militancia en la Tendencia Revolucionaria, brazo político de Montoneros. Incluso llega a decir, bajando la voz, mordiendo las palabras y ejerciendo el mecanismo de la sanata que popularizara Fidel Pintos, que estuvo quince días con Cristina en los sótanos de la Policía Federal. Absolutamente incomprobable. La única situación que se pudo confirmar como cierta fue en 1977 y por 72 horas. Fue citado con su amigo de entonces y enemigo de ahora, el ex diputado del Frepaso Rafael Flores. Ambos habían pedido prórroga en el servicio militar y pensaron que la convocatoria a la Unidad 15 de Río Gallegos era por ese tema. Tan así fueron las cosas, que cada uno llegó con su propio auto hasta la puerta del cuartel. Fueron tratados con hospitalidad gracias a que el jefe militar era amigo de los padres de Flores y por eso ni siquiera les levantaron la voz. Historias de pueblo chico, infierno grande. Y una necesidad casi patológica de querer ser ahora lo que no se fue en su momento. No hay epopeya ni épica guevarista en hacerse millonario cobrando a deudores hipotecarios en dificultades o prestando dinero con intereses superiores a los bancarios. Cuando John William Cooke hablaba del “hecho maldito del país burgués”, se refería a otra cosa.

En el mundo de los Kirchner, el que no se subordina con verticalismo a sus decisiones pasa al campo del enemigo en un santiamén. Lo confirmó Alberto Fernández, que no anduvo conspirando contra los Kirchner en sus reuniones con Clarín, Eduardo Duhalde, Daniel Scioli o Julio Cobos. Todo lo contrario. Fue a decir más o menos lo siguiente: “Muchachos, cuidemos la institucionalidad y ayudemos a llegar sin quiebres a 2011, ya que los Kirchner no se cuidan ni se dejan ayudar”. Esa actitud perdonavidas los vuelve locos a los Kirchner. Se envenenan cada vez que ven a Alberto con cara de mi pobre angelito criticando las mismas prácticas que él hizo ejecutar hasta hace media hora. Se ofenden porque sienten que Alberto se quiere lavar las manos y recuperar algún rol en la política como el rostro humano del kirchnerismo. Algo de razón tiene el matrimonio. Alberto no fue un aliado periférico. Integró el triángulo de las decisiones con Néstor y Cristina durante seis años y fue el autor material de todas las agresiones que los fueron aislando de la mayoría de la sociedad. ¿O no fue Alberto, que con el rol de juez y parte, dijo que la revista Noticias era extorsiva y, por lo tanto, no debía recibir publicidad oficial? ¿O no fue Alberto, delante de Luis Juez, el que levantó el teléfono con cierto sabor amargo por el sapo que tragaba pero con la firmeza del lugarteniente el que le ordenó a Mona Moncalvillo por orden de Néstor que se terminara el aire de Radio Nacional para Pepe Eliaschev? Antes de las elecciones, Fernández se mostró perturbado por lo que consideraba una “operación sucia” contra Francisco de Narváez en el caso de la efedrina y el juez Faggionato Márquez. ¿No fue Alberto el que diseñó la operación sucia contra Enrique Olivera con el fin de hundir a Elisa Carrió? ¿A quién reportaba Daniel Bravo, que fue el operador del tema? ¿Quién teledirigía Télam en ese momento? ¿No se acuerda Fernández de sus reuniones con dos empresarios que comparten el nombre de pila y eran y son dueños de canales de televisión (uno abierto y otro de cable) para instalar la campaña contra Olivera? Son los mismos que hoy se están frotando las manos y hacen saludo uno, saludo dos frente a Néstor porque piensan ganar fortunas transmitiendo los partidos de fútbol. Tal vez ahora, al sufrirlo en carne propia, Alberto Fernández tenga una dimensión de lo que significa poner la estructura del Estado al servicio de venganzas personales y políticas. Tal vez pronto le llegue la AFIP para investigar cuánto le paga a Pepe Albistur por el alquiler del departamento en el que vive en Puerto Madero, el mismo con el que desayunó con Julio Cobos y que pretendió ocultar de los Kirchner. Tal vez pronto se entere de que sus ex amigos patagónicos llamaron a empresas para evitar que apoyen alguna de sus iniciativas o para que no le den trabajo en la actividad privada, ni siquiera en Uruguay, como le pasó a Graciela Bevacqua, de reconocida excelencia profesional en el INDEC.

Es que todo vale en la guerra popular y prolongada de los Kirchner.

El final certifica el comienzo que muestra a un Néstor Kirchner idéntico a sí mismo, sin que lo haya afectado la paliza en los últimos comicios. Néstor recuperó hasta el tono presuntamente jocoso para decir que “Cobos no tiene cara de goleador”, como si él tuviese el rostro de Martín Palermo, y a insistir en mentar a Carlos Menem como “ese presidente que no quiero nombrar” y que lo llevó a tocar madera y otras cosas en el mismísimo recinto del Parlamento. Reapareció del brazo y por las calles de Ciudad Oculta con Hebe de Bonafini (una semana después de llamar “rata” a Graciela Fernández Meijide), Sergio Schocklender, Felisa Miceli (que tiene un juicio oral en el horizonte por la bolsa llena de dólares inexplicables que se encontró en su baño ministerial) y los funcionarios que radiografían el poder que se viene: el infaltable José López, cajero del cajero De Vido; Norberto Itzcovich, el hombre de confianza de Guillermo Moreno; Alfredo Scocimarro, que desplazó a Pepe Albistur como amo y señor de la pauta oficial, y Héctor Icazuriaga, jefe de los espías vernáculos.

Otra vez la agrupación interna Caja y SIDE por la Liberación. La misma imagen de las caminatas repartiendo besos y accediendo a fotos que enhebró en sus actos anteriores al 28 de junio. Todo es igual. Nada es mejor. Aquí no ha pasado nada. Ganamos en todo el país. La campaña electoral sigue hasta 2011. Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor. Y hay un despliegue de maldad insolente. ¿Los inmorales nos habrán igualado?