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¿El fin de la Internacional Socialista?

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El “congelamiento” de la pertenencia del Partido Socialdemócrata alemán a la Internacional Socialista marca una nueva etapa en la crisis de la entidad, matriz de la izquierda democrática. El propio líder del SPD, Sigmar Gabriel, escribió que “la Internacional Socialista ya no es la voz de la libertad” y pidió dejar de convivir con los déspotas. Se refería a los partidos de los dictadores de Túnez y Egipto, desalojados del poder por movilizaciones populares. En América latina forman parte de la IS, entre otros, el PRI mexicano, el orteguismo nicaragüense (convertido al catolicismo y al antiabortismo radical), la UCR argentina y el APRA peruano, alejado hace años de sus orígenes nacionalistas populares. Al mismo tiempo, Gabriel criticó la falta de respuestas ante la crisis global.

Se trata de una verdadera crisis política-ideológica (y moral), que se articula con una crisis de identidad de la Internacional Socialista a nivel global. La tercera vía de Tony Blair borró las fronteras con el social-liberalismo vulgar, los nuevos líderes están a años luz de Willy Brandt u Olof Palme, muchos, como Felipe González, se volvieron lobbistas de grandes intereses empresariales… En Grecia, España y Portugal, la crisis estalló en manos de socialdemócratas, sin que sus propuestas se distinguieran, en esencia, de las de la derecha.

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Las demoledoras críticas de la líder juvenil española Beatriz Talegón en febrero de este año no fueron un rayo en cielo sereno. La socialdemocracia vive un momento de deliberación, crisis, depresión e incertidumbre. Poco después de los reclamos públicos de la joven española para que la Internacional deje de hacer política desde lujosos hoteles de cinco estrellas y se conecte con los sectores sociales que resisten las embestidas del capitalismo neoliberal, cayó el affaire Cahuzac. El renunciante ministro francés de Hacienda Jérôme Cahuzac confesó haber depositado plata en Suiza y Singapur, pero mintió en la magnitud del fraude. La fuga de capitales es mucho mayor. Y todo esto ocurre cuando aún no se acallaron los ecos de la sucesión de escándalos protagonizados por el ex el jefe “socialista” del FMI Dominique Strauss-Kahn (DSK), quien cayó en desgracia luego de ser denunciado por una mucama de origen africano del hotel Sofitel por abuso sexual. Su caso es extremo pero ilustrativo. En su libro La bella y la bestia, la amante de DSK, Marcela Iacub, una académica argentina conocida por sus análisis provocadores, no sólo cuenta detalles escabrosos del caso. Pese a su innegable narcisismo, la autora describe también con agudeza el tufillo a Ancien Régime y la arrogancia aristocrática que caracteriza la visión del mundo que Strauss-Kahn y su aún esposa legal, la millonaria Anne Sinclair, predican en privado: para ellos, hay personas hechas para mandar y conquistar el poder y la gloria, mientras el resto de la humanidad, los de abajo, está para servirlas desde el anonimato. No es un detalle menor que DSK –con estos antecedentes–llegara a la cúspide del socialismo francés. Si en los 70 la IS fue un paraguas de partidos de izquierda de todo el mundo, en contexto de dictaduras (hasta Firmenich pidió el ingreso de Montoneros a la IS) hoy sus contornos se difuminaron por completo.

Todo esto ha redundado en una pérdida de creatividad de la socialdemocracia para actuar en un capitalismo deslocalizado. Las propias izquierdas de los partidos socialistas se han quedado sin capacidad de presión sobre las direcciones “social-liberales”. Sin mística, casi sin identidad, la socialdemocracia se va quedando “antigua”, sin posibilidades de interpelar a los más jóvenes. Quizás sea cierto, como escribió Raffaele Simone (El monstruo amable. Nuevas visiones sobre la derecha y la izquierda), que la izquierda la tiene difícil en el actual mundo narcisista/consumista. Pero la paradoja es que la crisis de la idea y la práctica socialdemócrata coincide con un fuerte desprestigio del capitalismo neoliberal. Cuando más se necesita un reformismo social consecuente y radicalmente transformador.

*Jefe de redacción de Nueva Sociedad.