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El fin del PJ (y de la UCR)

Análisis ante la posibilidad de que el próximo presidente electo sea una bisagra, tras las rivalidades engendradas en los 70.

Nuevo ciclo: Caló con Scioli y Macri con Moyano.
| Cedoc

Siempre imaginamos mal el futuro. Lo prevemos como una proyección del presente, pero siempre es distinto. Intoxicados de cadenas nacionales de Cristina Kirchner, creemos que el kirchnerismo seguirá gobernando si Scioli fuera  presidente o le impediría a Macri gobernar si fuera electo. Todo es posible pero no es lo más probable, sólo es lo más parecido.

También imaginamos la continuación de la política a través del PJ y en menor medida de la UCR porque estuvieron siempre. Pero ¿qué es el peronismo hoy? ¿Y qué será durante el próximo período presidencial? Es muy probable que el próximo presidente electo sea, por cuestiones biológicas, una bisagra en la historia política contemporánea de la Argentina. Que las rivalidades engendradas en los años 70 dejen de tener la omnipresencia que todavía tienen porque ya no vaya quedando nadie activo de quienes lo vivieron, comenzando por Scioli y Macri. Y más significativo aún, es probable que en el período 2015-2019 el peronismo se transforme totalmente porque deje de contar con la columna vertebral que constituyeron los sindicatos peronistas.

Si hubo una estructura jerárquica gerontocrática en la Argentina fueron los sindicatos: la reelección indefinida hizo que el promedio de edad de los líderes sindicales superara los 70 años. Estamos en el ciclo donde algunos mueren (Oscar Lescano), otros se retiran (Guillermo Pereyra),  otros van presos (José Pedraza) y otros comienzan a ser investigados (Antonio Caló).

La hegemonía PJ surgió de sindicatos 100% peronistas. La biología cambiará el sistema político.

La mejor síntesis de pérdida de identificación política estrecha entre PJ y sindicatos la generó la foto del emblemático Hugo Moyano con Macri, apoyando su candidatura al decir que el PRO trató mejor a los trabajadores que el Frente para la Victoria. Y para representarlo bromeó diciendo: “Compañero... te iba a decir. Si no te molesta te digo compañero Mauricio”.

La gran diferencia entre la política argentina y la del resto de nuestros vecinos reside en el peso político que tuvieron los sindicatos organizados como en ningún otro país, debido a que la mayoría de la clase trabajadora en Sudamérica se dedicaba al campo y Argentina fue el primer país que contó con obreros y actividad manufacturera. Todavía a fines del siglo XX sólo 12% de los trabajadores argentinos se dedicaba a la actividad primaria mientras que en 1990 en Brasil todavía 30% de sus trabajadores estaban fuera de las ciudades dedicados a extraerle algo a la naturaleza. El campo y la minería es en toda Sudamérica un mucho mayor empleador de mano de obra que en Argentina y la dispersión geográfica limita la sindicalización además de las herencias culturales europeas más rebeldes de Argentina.

Para Marx, los campesinos “eran bolsas de papa” porque diferenciaba la “clase en sí”, que no estaba organizada en defensa de sus intereses, de la “clase para sí”, que era consciente y luchaba. Getulio Vargas fue cuatro veces presidente de Brasil e implementó políticas populistas. Pero nunca tuvo la cantidad de clase obrera con que contó Perón, porque en los años 50 la mayoría de la población brasileña vivía en el campo. El no poder refugiarse en los sindicatos explica en gran parte por qué el varguismo se extinguió en Brasil mientras que el peronismo perdura en la Argentina. Y aunque el bolsillo se haya escindido, el corazón sigue siendo peronista en líderes sindicales como Moyano (71 años), Caló (69 años) o Barrionuevo (73 años).

Scioli o Macri son epifenómenos. La opinión pública y la prensa que la sigue se fascinan con las características personales de los líderes a quienes atribuyen la causa de los cambios, pero las condiciones del contexto con las tensiones sociales del momento son lo que determina los cambios posibles, haciendo previsibles las tendencias evolutivas en dirección hacia dónde soplan los vientos.

El PC chino copió al PRI mexicano con capitalismo y partido único más presidente fuerte sin reelección.

El mejor ejemplo de realpolitik es Urtubey representando a Scioli en Nueva York, informando a Wall Street que acordarán lo más rápidamente posible con los holdouts, y el propio Scioli diciéndoles el viernes a los fondos de inversión reunidos en el Hotel Faena: “No voy a esperar a que vengan los inversores, voy a tener reuniones y traerlos”. O Macri con Moyano. Cada uno va en busca de aquello que le falta para compensar las debilidades de su apoyo.

Hoy los dos candidatos con más posibilidades de alcanzar la presidencia asumen posiciones de centro absorbiendo de un lado al PJ y del otro a la UCR, pero la evolución social y política del país tenderá al modelo clásico de dos partidos o grupos de partidos que representan dos sistemas de valores en pugna.

En su libro Política, Aristóteles opone buenas a  malas formas de gobierno: monarquía a tiranía, porque en esta última uno llega al poder violentamente y gobierna sin respetar las leyes; aristocracia a oligarquía, porque en lugar de gobernar los mejores lo hacen los más ricos; y democracia a demagogia, diferencias por nosotros bien conocidas. Probablemente la demagogia entendida como populismo en nuestro subcontinente sea una etapa por la que haya que pasar para alcanzar formas más elaboradas. Y tanto Scioli como Macri representen el fin de un estilo político por obsolescencia de organizaciones de representación (sindicatos, partidos) con estructuras arcaicas.

Duran Barba, con su estilo provocador, sostiene que los chinos copiaron políticamente a los mexicanos. Que partido único con capitalismo es una copia del PC chino del PRI mexicano. Y también China copió a México con un presidente todopoderoso mientras gobierna pero luego no puede ser reelecto nunca más.

Scioli promete ser presidente sólo una vez, quizás la bisagra sea el fin de las reelecciones y la alternancia. Que Macri pudiera sucederlo y Urtubey suceder a Macri. Tal vez el país nos esté deparando una sorpresa así como Menem y Kirchner, en dirección opuesta, nos sorprendieron.