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El futbol de la tele

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El narrador de “Las puertas del cielo” se preguntaba, en esa turbiedad de bailes populares en que lo había sumergido Cortázar, de dónde salían esos tantos “monstruos”: cómo era que no los encontraba fuera de ahí, en plena ciudad, dónde era que se metían durante el resto del día. Uno podría preguntarse, en cambio, viendo por televisión las tribunas de Brasil–Croacia, de dónde salieron tantos rubios. Aun quien frecuente la tan vasta ciudad de San Pablo, no habrá visto a tantos juntos ni sumando todos sus viajes. Rubios y rubias doblemente enfocados: por la tele y por sí mismos, entregados visiblemente a la pasión de la autorreferencialidad mientras, ahí nomás, a pocos metros de distancia, el mundial del fútbol estaba dando comienzo.
Existe una abundante bibliografía acerca de los procesos sociales de popularización del fútbol; la manera en que se fue expandiendo desde la práctica en los círculos más selectos hacia la adhesión fervorosa de las masas populares. Desde hace años venimos asistiendo al proceso inverso: un esmero de expulsión popular, para hacer del fútbol antes que nada un espectáculo de contemplación presencial atildada y recoleta, o bien de contemplación televisiva. El Mundial de Brasil tal vez señale una marca decisiva al respecto, justamente por lo que significa y ha significado el fútbol en la historia y en la cultura de ese país.
Se puede llegar a pensar incluso en una especie de singular experimento colectivo: colocar a miles de personas en una situación de ansiedad y tensión extremas, para obligarlas al mismo tiempo a mantenerse sentadas y quietas. Saltarán y gritarán tan sólo en el momento indicado. Y las cámaras, ¿atinarán a tomar la escena? Seguramente atinarán. Sobre todo si es para ellas, por ellas y para ellas, que se salta y que se grita.

*Escritor.