Este final podía preverse en enero.
Alfio Basile estaba en Punta del Este disfrutando de unas vacaciones; mientras, Lionel Messi se lesionaba. El delantero del Barcelona vino a tratarse a Rosario. Basile siguió en Uruguay. También Gabriel Heinze estaba con problemas físicos. La reacción del entonces técnico de la Selección fue la misma: short y ojotas en las impecables arenas esteñas.
Dijimos alguna vez que la verba de faso y tango de Basile es chino básico para pibes de la edad de Tevez, Mascherano, Messi o Agüero. Mucho más extraña, entonces, resultan los métodos de entrenamiento. Si todo lo que se va a decir es que “depende de cómo se levanten”, Carlitos Tevez –por ejemplo– escuchará a Alex Ferguson en el Manchester United como a un gurú. Y Mascherano a Rafa Benítez, Messi a Guardiola y Agüero al Vasco Aguirre. Todos son superprofesionales. Pero llegaban a la Argentina y veían cómo el técnico y su ayudante más cercano se tiraban talco. Allá están Ferguson, Rafa Benítez, Guardiola y Aguirre; Bernd Schuster hace que Heinze hasta meta algún gol y José Mourinho sigue contando con Javier Zanetti y Esteban Cambiasso para las paradas más difíciles.
Sin embargo, acá no pasa. Acá le dicen a Zanetti: “Andá de 4 y subí si podés”. Le dicen a Cambiasso que le dé una mano a Mascherano pero, además, que vaya por la izquierda, desborde y tire el centro. O que llegue y meta un gol, como casi hizo contra Uruguay el sábado pasado en el Monumental. Mascherano debe ser el mejor “5” del mundo, pero contra Chile jugó de “8”.
Soy de los que creen en el largo plazo, pero no a cualquier precio. Cuando Messi dice “el problema es el equipo”, está opinando sobre Basile. Y cuando todos –todos– fueron a abrazar a Heinze después del gol a Perú, también manifestaron en contra de una decisión del entrenador. En ese caso, sobre la salida del defensor en el entretiempo del partido con Paraguay.
Lo de Diego Milito en Chile fue un mamarracho. Se leyó perfectamente en la tele, cuando promediaba el primer tiempo, que Basile le dijo a Díaz: “Agüero es un desastre”. Y en el entretiempo sacó a Diego Milito. Es la segunda vez que se lo hace. Si Milito se enoja, tiene razón. En el extraordinario baile que nos dio Chile, Milito jugaba tan mal como Agüero, Messi o Mascherano de 8. Y Basile sacó a Milito. Era el único cuya salida no desataría un sinfín de preguntas con respuestas evasivas. El técnico se equivocó una vez más. Todos nos dimos cuenta de que incendió a Milito. Y al poner a Bergessio, Argentina volvió a quedarse sin referencia de área. Dejó a Agüero dolorido y el equipo no pateó más al arco.
Pero a esos errores los vimos en casi todos los partidos. Los resultados están a la vista: En Eliminatorias, Argentina sólo ganó un partido de visitante (ante Venezuela, 16 de octubre de 2007). Tras ese resultado, tuvo otro en el partido siguiente, ante Bolivia (3-0) el 11 de noviembre del año pasado. Después, no ganó más hasta el partido con Uruguay de la semana pasada. El miércoles, Chile dio una lección de fútbol, orden y sacrificio, tres cuestiones que Basile pareció no encontrar jamás. Orellana, el autor del gol, juega en el Audax Italiano y debutaba en la Selección. Marcelo Bielsa parece haber encontrado el tiempo para trabajar, porque a su equipo le faltaron cuatro jugadores titulares y no se notó en la producción colectiva.
El Tata Martino también tiene tiempo, por lo visto. Les sacó un campo de ventaja a todos. Uno ve cómo se mueven los volantes paraguayos y no tiene más remedio que pensar: “¿Por qué ellos sí y nosotros no?”. Está claro que ni Paraguay ni mucho menos Chile tienen la jerarquía individual de la Argentina. Lo que tienen son entrenadores con el sentido colectivo de este juego como premisa fundamental. Y tienen el poder de convencimiento para que sus dirigidos vuelquen en la cancha sus idearios futboleros. Entre lo que Bielsa les dice a los chilenos que juegan afuera y sus entrenadores de club, no hay demasiadas diferencias. Lo que Martino le pide, por ejemplo, a Roque Santa Cruz no difiere demasiado de lo que el delantero hace en el Blackburn Rovers. Quiero marcar: hay comunicación, hay actualización, hay información. Bielsa y Martino saben que manejan selecciones que tal vez no tengan un Messi o un Kaká, pero tienen en claro que suman en lo colectivo para oponerse a fuerzas supuestamente superiores.
Bielsa, como siempre, tuvo que superar la ignorancia y el desconocimiento del medio. Los chilenos tardaron en darse cuenta de quién era su entrenador. Ahora lo disfrutan y lo valoran, pero acá, en la Argentina, todavía se le enrostra la eliminación de 2002. Es una pena, es la única mancha futbolera de un tipo honesto, estudioso y trabajador, al que este medio expulsó como a otra tanta gente valiosa. A los dos, a Martino y a Bielsa, da mucha bronca verlos en otras selecciones. Nos harían mucha falta.
Basile, en cambio, se pasó persiguiéndose y persiguiendo a los periodistas que marcamos esas fallas. Aquello de “vos sos contra mío” vomitado ordinariamente a un periodista de la capacidad y decencia de Román Iucht (luego despedido de TyC Sports) es la muestra más clara de la relación que el técnico tuvo con la prensa en su tiempo de Selección. Y ni hablar de la falta de explicaciones tácticas o técnicas cuando se perdía un partido. Decir “ellos parecían 15” o “nos mataron a patadas” es la nada misma. Cuando uno iba un poco más a fondo, recibía como respuesta el quite del micrófono o las miradas fulminantes del Panadero Díaz y Ribolzi, y el ninguneo de Basile.
Este ciclo de Basile en la Selección debe haber sido uno de los peores sino el peor, desde 1974 hasta la fecha. Ideología futbolera obsoleta, pereza intelectual, falta de ascendencia sobre el plantel, falta de variantes ante el menor contratiempo, nula reacción ante situaciones inesperadas, falta de reconocimiento de cualquier falla… Todo esto se llevó a Basile a unas vacaciones anticipadas.
Desde estas páginas, este final nos parecía fácil de adivinar.
Ojalá que hayan aprendido la lección. El fútbol es una película, no una foto.
Si Basile lo aprendió, tal vez le vaya mejor en su próximo trabajo.