Me gusta mucho el diseño de las buenas revistas periodísticas de papel. Me gusta más que el de las buenas publicaciones en Internet. En esas revistas textos, tipografías y fotos trabajan, integradas, para realzar el contenido: un relato, un punto de vista, una intención. Brindan al lector una experiencia que une la información a la estética, una forma hermosa de conocimiento.
La mayoría de las buenas publicaciones periodísticas en Internet no logran esa calidad. Los textos y las imágenes comparten un espacio común pero no dialogan ni se potencian.
Mario García, talentoso pionero del diseño periodístico, descubrió años atrás que en Internet la fotografía no era un foco de atención tan poderoso como en el papel. Se me ocurre que una prueba de eso (y de la dificultad de su integración con el texto) es, aún hoy, el slide show: lo predominante es que si uno quiere ver fotos, va a un lugar donde están todas juntas, a veces reunidas por un tema, muchas veces reunidas sólo porque son lindas (y así descontextuadas y devaluadas).
¿Por qué esas dificultades en el lenguaje y el diseño? Es oportuno preguntarlo. Primero porque los diseñadores argentinos pueden hallar respuestas: tienen un alto nivel en el mundo del diseño periodístico. Segundo, porque dentro de pocas semanas se realiza en Buenos Aires el principal acontecimiento anual sobre el tema, el congreso de la Society of News Design (Clarín es el anfitrión). Así que es esperable que algunos de estos interrogantes se aborden aquí entre nosotros.
Fred Ritchin, profesor de fotografía de la Universidad de Nueva York, atribuye la pobreza de muchos sites periodísticos, en parte, a una cuestión económica: es más barato trabajar sobre formatos sencillos y preestablecidos.
Carlos Guyot, director de diseño de La Nación, me ha dicho que “el diseño editorial todavía no está haciendo su aporte a la revolución digital. Hay cientos de profesionales y académicos pensando y protagonizando la transformación del periodismo pero el diseño editorial todavía no registró la crisis”.
Guyot sostiene que “Internet aún no encontró su lenguaje propio”. Señala una carencia verdadera: “En general los ‘especiales multimedia’ son una yuxtaposición de los clásicos modos texto+video+audio. Yo creo que así como a fines de los 60 se creó el nuevo periodismo (un género propio del modo textual) en los próximos años alguien desarrollará un género narrativo para on line”.
Coincido con Guyot y agrego una hipótesis: quizás haya más de un lenguaje en Internet.
Según John Borthwick, capitalista de riesgo, creador de Betaworks, la metáfora dominante en Internet hasta hace poco era la de las páginas y la lectura, estática y unidireccional. (Ahora entiendo por qué la mayoría de los diseños en la web no me gustan).
Borthwick dice que las redes sociales están transformando la vieja metáfora por el paradigma del flujo (stream). Es una metáfora “fundamentalmente diferente: una corriente dinámica de información que fluye en tiempo real, en la que nosotros, como usuarios y participantes, podemos entrar y salir y ser parte de su flujo, y participar o sólo observar”.
Terry Heaton (recomiendo sus artículos en The Digital Journalist) sostiene que ese flujo (stream) está constituido por las redes sociales (Tweeter, Facebook, etc) y los agregadores de noticias (RSS). La gente ya no recurre como antes a los grandes portales en busca de noticias. Cada vez más actúa desde aquellas redes sociales y desde los agregadores que les traen los contenidos que ellos han elegido salteando a los navegadores (Explorer, etc) y a los sitios que producen esas noticias. El mundo digital ordenado según la metáfora de las páginas y lectura está en retirada.
La metáfora del stream no es la de un arroyo que fluye linealmente. Es la de un oleaje capaz de volver sobre sí mismo sin dejar de avanzar en distintas direcciones: piensen en la experiencia de leer un texto con links, hostiles a un discurso lineal. Uno arranca viendo en directo el triunfo de Susan Boyle, pasa a un texto en Wikipedia sobre la ópera, opina en un foro sobre la calidad del canto de la Boyle, sigue por la producción de té en Japón y termina alquilando un bungalow en la playa recomendado por una amiga en Facebook.
Tal vez por la misma naturaleza de ese flujo –información que entra y sale y se mezcla y remezcla, consumida y producida por muchos– no podría surgir allí un lenguaje universal. Me imagino que habrá lenguajes distintos hilvanados por las necesidades de una persona o de un grupo y construido con distintas combinaciones de lenguajes y de dosis de esos lenguajes.
¿Cómo serán esos lenguajes? ¿Qué diseño nos ayudará a aprovechar toda esa riqueza? ¿Cómo será el periodismo en esta “ecología mediática”? ¿Cómo será la publicidad que ya hoy, con Google, va directamente junto a los contenidos, y no necesita estar en un site? Permiso, quiero repetirme: pensar estos temas puede parecer un acto ilusorio cuando la atención está tomada por la pelea por la Ley de Medios y el periodismo parece sólo una variable en la lucha por el poder. Pero no es ilusorio. Es urgente. El futuro no nos va a esperar.
*Periodista (www.robertoguareschi.com).