A fin de cuentas, el futuro de Pakistán tuvo cara de mujer. Asif Alí Zardari (54), viudo de la dos veces primer ministro Benazir Bhutto asesinada el 27 de diciembre de 2007, fue elegido presidente.
Mientras recibía las felicitaciones de Yusef Reza Gilani –el actual Primer ministro paquistaní– durante una celebración en Islamabad, quizás el destino ensayó señales para que los hombres las lean. Un terremoto de 5,6 en la escala de Richter rugió, con epicentro a 177 kilómetros de profundidad y a 280 kilómetros al noreste de Kabul; un coche bomba estalló en un puesto de control policial en la ciudad noroccidental de Peshawar, dejando decenas de muertos y más de un centenar de heridos; y los inversionistas y aliados extranjeros, ya debidamente consternados por la severa caída de la rupia, desesperaron mesándose los cabellos. Pero como el destino es inefable y sus señales deben ser desafiadas por la esperanza de los hombres, los seguidores del Partido del Pueblo de Pakistán cantaron “¡Larga vida para Bhutto!” y Farzana Raja, portavoz del partido, dijo que la victoria era para el sueño de Benazir Bhutto por un sistema político democrático.
En un artículo publicado por el Washington Post, el nuevo presidente Zardari había escrito que el principal desafío de su nación, dotada de un arsenal nuclear desde 1978, era pelear la guerra contra el terrorismo. “Esa batalla es por el alma de Pakistán”. Será por el alma de su país y la principal, pero no es la única.
Asif Alí Zardari –en su juventud gobernante de una discoteca, jugador de polo, playboy, y social climber– deberá hacer frente a una inflación astronómica, a un paralizante déficit público, a una evasión fiscal casi ecuménica por parte de los ciudadanos de mayores ingresos y, en términos generales, a un economía in articulo mortis en un país con más de 150 millones de habitantes.
El clientelismo y el soborno, rotulados como el mensaje genético nacional, deberán ser combatidos por quien fue laureado con el comunicativo apodo de “Señor 10%”, por quien pasó once años de su vida en la cárcel acusado de formar parte de un plan de extorsión en 1990, de instigar el asesinato de su cuñado Mir Murtaza Bhutto en 1997, de lavar dinero proveniente de sobornos junto con su mujer en Suiza más tarde, además de algunas otras insidias en Francia y Polonia. Ninguno de los cargos fue comprobado.
En Inglaterra, como resultado de esfuerzos dirigidos a refutar pruebas de corrupción contra Zardari, en 2007 se le diagnosticó una demencia no extrema, depresión y síndrome de estrés post traumático debido a sus sufrimientos penitenciarios. Más tarde, el Times de Londres publicó que se había recuperado totalmente, y recibido un certificado de buena salud.
El miércoles 3 de septiembre de 2008, fuerzas norteamericanas asaltaron la localidad de Angor Adda, Waziristan del Sur, en la primera incursión conocida en Pakistán desde que tropas lideradas por los Estados Unidos invadieron Afganistán en 2001. Testigos, oficiales de seguridad y reportes de inteligencia revelaron que veinte personas habían sido asesinadas, incluidos mujeres y niños. El jueves los muertos fueron cuatro militantes de bajo nivel vinculados con Al Qaeda, en la misma región. El viernes, durante un ataque con misiles, fueron cinco en Waziristan del Norte.
Aunque el gobierno pakistaní intentó bajar los decibeles del suceso, prohibió el paso de todo tipo de provisiones destinadas a la Fuerza Internacional de Asistencia y Seguridad (ISAF, en inglés) por la carretera de Torkham. “Es insegura”, dijo lacónicamente. La Casa Blanca no se dio por enterada oficialmente de nada. Los hombres con poder casi siempre confunden sus señales con las del destino. Y los demás deben distinguir entre lo que es fatal y lo que es sencillamente injusto.
El viernes 5 de septiembre, el ministro de defensa de Alemania, Dr. Franz Joung, se interesó en el destino de Pakistán y declaró que creía que era importante que ese país luchara contra militantes en su territorio por sí mismo. “… la integridad territorial pakistaní necesita ser respetada”, concluyó.
Ese mismo día, en Libia, a pesar del impetuoso carácter icónico de la visita de la secretaria de Estado norteamericana Rice, Muamar Khadafi reafirmó su oposición a que Estados Unidos instale en Africa un mando militar para luchar contra el terrorismo, y su ministro de Relaciones Exteriores, Abdel Chalgham, subrayó que su país no necesitaba “presiones o lecciones” de nadie.
Una mirada esmerada de pocos minutos al mapamundi deberían haberle bastado a George Bush, para pescar que los ataques en Pakistán no iban a venirle bien a Asif Alí Zardari, quien últimamente vivía más en New York que con su esposa Benazir; y que tampoco Rice iba a encontrarse con arrumacos en su visita a Libia. A pesar de que podemos adivinar que asestar un golpe a Bin Laden no le caería nada mal al candidato republicano norteamericano. Resumiendo la paradoja, un portavoz del jefe del partido de oposición y ex primer ministro pakistaní Nawaz Sharif sostuvo que “… la guerra norteamericana contra el terrorismo se había convertido en una guerra contra Pakistán”.
Hay indicios de que Estados Unidos no respetó las reglas de compromiso para operar a través de la frontera dentro de la región tribal de Pakistán, que cuando es atacado le permite avanzar en condiciones corrientes seis millas sobre el terreno del país y diez millas dentro del espacio aéreo. El portavoz de las Fuerzas Armadas pakistaníes, general mayor Athar Abbas, sostuvo que el raid minaba los esfuerzos de su país para aislar a los extremistas islámicos. “Estas cosas podrían llegar a ser completamente contraproducentes y no ayudan a la causa de luchar contra el terrorismo en el área”, dijo.
En cuanto a la actitud libia con Rice, es la que desearían muchos pakistaníes que adoptara su gobierno. Para desdicha de Zardari, es probable que lo sucedido en la frontera se repita en lo inmediato, y que no haya ambiente para que acaezca lo esperado por su pueblo.
El novelista Mohsin Hamid escribió que por una combinación de razones, y sin perjuicio de la ayuda evidente que Estados Unidos presta a Pakistán, su impresión es que la mayoría de sus compatriotas tiene una mirada extremadamente negativa de dicho país como jugador geopolítico. “El sentimiento antinorteamericano indica que a los pakistaníes les gustaría más independencia en sus relaciones con los Estados Unidos”, afirmó. Otra batalla que deberá librar Zardari para poder gobernar.
Antes de las elecciones, Asif Alí Zardari prometió que si era elegido presidente trabajaría codo a codo con el primer ministro, la Asamblea Nacional y el Senado para reformar la Constitución y balancear los poderes de una presidencia demasiado fuerte. Después, proclamó que el abrumador apoyo a su candidatura por parte de los legisladores era un endoso a la idea de hacer de Pakistán una federación poderosa.
En la elección, el futuro de Pakistán tuvo cara de mujer. Pero el destino no termina con una elección.
* Ex canciller.
El futuro tuvo cara de mujer
A fin de cuentas, el futuro de Pakistán tuvo cara de mujer. Asif Alí Zardari (54), viudo de la dos veces primer ministro Benazir Bhutto asesinada el 27 de diciembre de 2007, fue elegido presidente.
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