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El general que escribía

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Nunca me interesó demasiado Bolaño. ¿Y por qué entonces pienso prontamente releer Estrella distante? No porque ése haya sido el único libro suyo que me gustó –eso es apenas un detalle– sino porque ahí se esconde, o, mejor dicho, se exhibe una teoría e incluso una tesis histórica sobre la relación entre vanguardia y fascismo aplicada al caso chileno. Poco se ha escrito sobre el tema de este lado de la cordillera –del nuestro–, quizás porque aquí las cosas fueron algo diferentes: el fascismo estaba ya incluido en el peronismo de Isabel y López Rega, e incluso en Montoneros (vía Tacuara). El golpe no vino a derribar un gobierno socialista y popular como el de Allende, sino a profundizar y llevar al límite aquello que se gestó con el Rodrigazo y la Triple A, e incluso mucho antes. Pero no es tampoco por eso que quiero volver a Estrella distante, sino para releerlo a la luz de La secreta vida literaria de Augusto Pinochet, de Juan Cristóbal Peña, publicado recientemente en Chile por Mondadori. Por razones obvias –detesto el mal gusto, la mediocridad intelectual y los libros de mercado– no leo investigaciones periodísticas, pero La secreta vida… me agarró en un aeropuerto sin otra cosa para leer, y debo decir que es un libro sumamente interesante, que me dejó pensativo en más de un aspecto.

La crónica cuenta la relación de Pinochet con los libros (fue autor de varios, por lo general paupérrimos, y alguno escandalosamente plagiado) y con lo que, en sentido amplio, podemos llamar “campo editorial”. El pasaje sobre el encuentro entre Pinochet y Borges (el que supuestamente le costó el Nobel a nuestro poeta nacional) y la semana que pasó Borges en Chile es muy logrado, de una ironía fina y levemente ácida, como corresponde. Peña, por supuesto,  es crítico con el dictador, pero nunca maniqueo y siempre atento a los matices. De hecho, el momento más excepcional del libro está en una nota al pie, en la que realiza un perfil de Jorge Barrios, a cargo, en la editorial Andrés Bello, de la reedición de Geopolítica, uno de los libros de Pinochet, nota que transcribo íntegramente: “Jorge Barrios no era partidario de Allende pero tampoco de Pinochet. Se definía como un demócrata aficionado a los libros. Sus gestos de disidencia a la Junta de Gobierno eran modestos y silenciosos. En señal de duelo por el cierre del Congreso de la Nación lucía corbata negra, costumbre que, a excepción de sus aniversarios de matrimonio, mantuvo a diario hasta marzo de 1990, cuando se reabrió.

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”También participó de un grupo secreto que en los días posteriores al golpe salvaguardó bibliotecas privadas en peligro de ser allanadas. Ese grupo, en el que había diplomáticos, abogados y curas jesuitas, se hacía llamar La Enciclopedia Británica. En público, para la dictadura, fue un hombre de fiar. Más todavía después de que reeditó Geopolítica. Sin embargo, a mediados de la década dejó Andrés Bello y se radicó en Venezuela, donde se hizo cargo de la editorial Pomaire. A principios de los 80 volvió a Chile y en 1983 fundó Pehuén, la editorial que publicaría el libro de memorias del general Carlos Prats. Sería el primero de una serie de libros en contra de la dictadura”.

Pocas veces leí una silueta tan perfecta como ésta sobre ese tal Barrios. Valdría la pena dedicarle una biografía entera.