Lamentablemente para los opositores, el episodio de Catamarca y luego el de Chubut han demostrado que el escenario de la lucha política lo define el Gobierno nacional y no ellos. Los brazos mezclados en el saludo de una victoria agónica en Chubut unían a muchísimos dirigentes del Peronismo Federal casi como un intento de que su presencia generara un efecto mágico de suma y agregación. Su unión sería un respaldo y una señal a toda la ciudadanía de que se podía vencer al kirchnerismo. Esto era en realidad un intento desesperado por construir imagen pública allí donde no la hay y en un marco de victoria ínfima.
En la supuesta primavera de la oposición en 2008 y 2009, como consecuencia de la crisis del campo, a muchos nos parecía que la suerte del Gobierno llegaba a su fin. El conflicto público fue tan grande que culminó con un resultado electoral asumido con gestos de derrota. Sin embargo, la crisis de 2008 no fue tanto un logro del campo o los opositores, sino que en gran parte fue autogenerada por el Poder Ejecutivo y sus voceros.
La gran capacidad del Gobierno nacional de promover en la población un alto nivel de indignación colectiva fue demostrada. Poca gente había leído la 125 y mucha menos entendía lo suficiente de economía como para hacer de eso una deducción lógica de que aquello estaba mal.
Si observamos los datos de imagen de los dirigentes en 2008, hoy posibles candidatos a la presidencia, el único que logró capitalizarlo fue Julio Cobos, quien no era precisamente opositor. Las imágenes de Carrió, Duhalde y Macri siguieron en los valores que ya tenían antes de la crisis. Aquel episodio afectó más al Gobierno de lo que benefició a los opositores, y la imagen del Gobierno decayó por sus propios méritos sin ayuda o colaboración de nadie.
A partir de allí ningún opositor acertó en qué decir o en cómo construir visibilidad y consenso. La inseguridad es el principal problema que la gente considera que el país posee hace ya más de tres años, pero no parece ser un tema que defina la buena o mala imagen del Gobierno. Según marca la tendencia, la inseguridad ha estado siempre en el tope de los reclamos y la imagen y aprobación de la gestión han subido y bajado.
Es evidente que lo que mueve las sensaciones de la población son otros indicadores. La percepción de estado de la economía parece ser un estimador más preciso de los ánimos. A mejor percepción del estado de la economía, mejor evaluación del Gobierno y de la gestión presidencial.
Cuando la imagen de la Presidenta se derrumbó en 2008, a poco de asumir, nadie ocupó su lugar. Ahora que ella ha recuperado imagen, encima lo logra haciendo descender al resto de los opositores. La escena para ellos es casi trágica. Son voces en el desierto, y por más fuerte que griten y gesticulen nadie parece verlos.
Su única posibilidad parece ser la de que el Gobierno se autodestruya nuevamente, pero eso era más probable con Néstor Kirchner. Ahora es el tiempo de Cristina, y eso parece que se empieza a notar.
*Director de Estudios Sociales de Ipsos-Mora y Araujo.