La actual coyuntura argentina tiene como un rasgo muy llamativo, una persistente revaluación de la moneda local en términos de sus socios comerciales, y ello ha estado asociado a una tasa de inflación muy elevada en relación al tipo de cambio.
Ese fenómeno, vivido muchas veces en nuestro país, tiene sin duda en nuestra memoria un impacto muy grande porque en general sus efectos han sido preanunciar fuertes correcciones posteriores.
La revaluación de la moneda no es de por sí un fenómeno negativo o equivocado. Hay circunstancias en las cuáles las revaluaciones son un fenómeno de equilibrio, es decir, han cambiado las circunstancias, la productividad, los precios relativos de las exportaciones, y un tipo de cambio ajustado en términos reales, por ejemplo con los Estados Unidos, tiene que revaluarse como ha venido ocurriendo en China.
Otro caso similar, es si la tasa internacional de interés baja sustancialmente en un país endeudado, o si los precios de sus productos suben notoriamente, o si los vecinos revalúan fuertemente sus monedas, es inevitable que la moneda se revalúe, como ocurrió en Uruguay.
El fenómeno que conviene señalar es este hecho que ya ocurrió varias veces, que tiene elementos reales que lo causan y posee elementos de un desalineamiento propio de la política vigente, que induce a una distinción que se conoce como desequilibrio y desalineación.
Esta situación es producto de políticas públicas muy expansivas, controles cambiarios e inviabilidad fiscal de largo plazo. Es decir, financiamiento a través de recursos que no son recurrentes, o de un financiamiento monetario que terminará inexorablemente en una corrección cambiaria, ambas presentes en la actualidad.
¿Cuál de las dos cuestiones es entonces la más relevante y por qué? Un atraso cambiario naturalmente genera costos graves a una economía cuando constituye una desalineación. En primer término favorece una enorme salida de capital. En segundo lugar, debilita la creación de empleo. El tercer punto, reduce el acceso a los mercados externos. Por último, deteriora la posibilidad de obtener inversiones directas, que es uno de los vehículos más grandes de modernización de una sociedad.
Por otro lado, es cierto que los fenomenales progresos que ha realizado nuestra producción en la cadena agroindustrial, debido a la mejora dramática de los precios internacionales, impacta tanto en Argentina como en los países vecinos, y debería obligar a una revaluación del tipo de cambio real en relación a los niveles históricos de los últimos cuarenta años.
Por otra parte, la bajísima tasa de interés en el mundo hace más accesible el financiamiento y abarata sus costos, de manera directa o indirecta en su economía, y eso también tiende a un proceso genuino de revaluación.
¿Cuál de los dos mecanismos está operando? No hay una forma de determinarlo con precisión, pero si hay pistas. Por ejemplo, si la revaluación se da en un contexto de fuerte superávit fiscal estructural, está claro que ese fenómeno tiene una naturaleza de equilibrio. Si el sector público se está desendeudando genuinamente, en esas condiciones una revaluación del tipo de cambio está indicando que hay un fenómeno real operando que tendrá que digerirse en el sistema económico.
En la Argentina, existen controles cambiarios que seguramente no están instrumentándose para que entren capitales, sino para evitar su salida, y esa acción precautoria está revelando el propio diagnóstico de las autoridades económicas que creen que va a existir un problema a futuro, y por eso agudizan estos controles.
En síntesis, el problema de que exista una desalineación o si hay un movimiento de equilibrio, es el preanuncio de dificultades futuras que formarán parte del debate hacia las elecciones de octubre de 2011. Será una cuestión central porque va a obligar tanto al oficialismo como a la oposición a explicitar que van hacer. Ya vivimos una situación previa hacia fines de los ‘90 con estas circunstancias donde había una renuencia total a considerar el problema. La idea de que el status quo o que la “varita mágica” va a solucionar estos problemas es inviable y sumamente costosa para los que la ignoren.
*Candidato a presidente de la Nación en 2003 y 2007.