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Panorama // La liberacion de los rehenes

El golpe más severo contra las FARC

El significado político-estratégico de la liberación de Ingrid Betancourt, once oficiales y suboficiales de la fuerza pública y tres ciudadanos norteamericanos surge de advertir que el acontecimiento es resultado de una operación militar del Ejército de Colombia.

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El significado político-estratégico de la liberación de Ingrid Betancourt, once oficiales y suboficiales de la fuerza pública y tres ciudadanos norteamericanos surge de advertir que el acontecimiento es resultado de una operación militar del Ejército de Colombia.

La libertad de Ingrid Betancourt fue el principal acontecimiento noticioso de la prensa mundial en los últimos cuatro días. Su condición femenina, de ex candidata presidencial, su doble nacionalidad y cultura colombo-francesa, y sus seis años de cautiverio en condiciones humillantes la convirtieron en objeto de culto para la opinión internacional, que encontró, encarnada en ella, la suerte de los 57 rehenes políticos y de los 700 secuestrados económicos en manos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), la organización guerrillera fundada en 1964 por Pedro Marín, alias Manuel Marulanda, conocido también como “Tirofijo”.

El operativo del miércoles en la provincia del Guaviare fue la más grave derrota político-militar de las FARC en toda su historia. Fue un hecho sorpresivo, pero cargado de sentido. En los últimos seis meses, las FARC han perdido tres de los siete integrantes de su máximo órgano de conducción. La primera pérdida fue la de Raúl Reyes, número dos de la organización, encargado de las relaciones internacionales y su principal figura política. Reyes cayó el 1º de marzo, dos kilómetros adentro del territorio ecuatoriano; en la operación, el Ejército colombiano se apoderó de los archivos de la organización guerrillera.

En la misma semana, el número tres de la organización (Iván Ríos) fue muerto por su custodio, que se entregó al Ejército con pruebas de su desaparición, reclamando la recompensa que finalmente obtuvo. El 26 de marzo murió en la selva Manuel Marulanda, líder y fundador de las FARC, víctima de un ataque cardíaco.

Los sucesivos golpes infligidos a las FARC muestran que la organización ha sido penetrada profundamente por la inteligencia militar. La liberación de los 15 rehenes esta semana, encabezados por Ingrid Betancourt, certifica este dato estratégico central.

Las FARC han sido históricamente una organización de enorme cohesión política e ideológica, con un alto grado de centralización y disciplina, probablemente por sus raíces campesinas y su arraigo en la conflictiva etapa de la “Violencia en Colombia”, previa a la Guerra Fría y a la Revolución Cubana (1958).

En el último año y medio, las FARC están a la defensiva; y han perdido la posibilidad de comunicaciones radiotelefónicas seguras entre las unidades operativas (“frentes”) y el Secretariado Nacional.

Perseguidos por el Ejército (200 mil hombres, divididos en treinta brigadas móviles, constituidas por una punta de lanza de 80 mil profesionales que se desplazan en 179 helicópteros Black Hack) han abandonado las grandes ciudades; y en general el occidente del país; y se han debido retirar hacia las fronteras sur y sureste, inmensos espacios deshabitados que se recuestan sobre los límites con Venezuela y Ecuador.

Este repliegue de las FARC implica que han perdido movilidad y que se ven obligadas ahora a defender bases fijas, sobre todo en los departamentos de Caquetá, Nariño, Putumayo y Meta, donde se encuentra la mayor parte de las plantaciones de hoja de coca, primer eslabón del negocio transnacional de producción y exportación de cocaína, que factura en Colombia 3 mil millones de dólares por año.

El resultado es que las FARC, por primera vez en su historia, pierden más cuadros por deserción que los que ganan con nuevos reclutas. En los últimos dieciocho meses, 1.460 guerrilleros abandonaron sus filas; las FARC tienen hoy unos 8.900 hombres bajo armas, y hace diez años eran 19 mil.

La muerte de Manuel Marulanda dejó un hueco imposible de cubrir. Su condición campesina simbolizaba la especificidad de las FARC con respecto a las otras organizaciones guerrilleras; y mostraba también su arraigo en las condiciones y en la historia colombianas. Hoy las tres cuartas partes del Secretariado Nacional son universitarios, y Alfonso Cano, sucesor de “Tirofijo”, es un intelectual de relevancia. Los cuadros que aún permanecen en la selva saben, además, que es imposible volver a las ciudades.

Las guerras, sobre todo las internas, son fenómenos esencialmente políticos y sólo accesoriamente militares. El conflicto en Colombia no se resuelve en batallas campales; si hay una decisión, tendrá un carácter político, interno, implosivo en la organización guerrillera.