Uno solo de los hombres del Gobierno llegará a la medianoche del 31 con motivos para brindar, relajado y sonriente. Lo más curioso de todo es que no se trata de un funcionario del staff oficial y ni siquiera de un kirchnerista puro o, al menos, relativamente convencido. Hugo Antonio Moyano, oficialista de carambola y leal por orden de las circunstancias, sí que podrá alzar tranquilo la copa de champán y brindar por que “el año que viene se repitan los éxitos”.
Repasémoslos:
◆ Renovó su condición de secretario general de la poderosa Federación de Camioneros hasta diciembre de 2012 (cuando cumplirá 24 años ininterrumpidos en el cargo), pese a los sacudones y las intrigas derivadas del asesinato del tesorero de la entidad.
◆ Fue reelegido al frente de la CGT, pese al desgajamiento encabezado por el gastronómico Luis Barrionuevo y un grupete de sindicalistas que tampoco ganarían el Premio al Patriota Intachable.
◆ Volvió a lograr que la CTA terminara otro año sin que el Gobierno le otorgue la personería gremial, pese a que el larguísimo reclamo sigue abierto y hasta cuenta con fallos auspiciosos para la “libertad sindical” por parte de la Corte Suprema.
◆ Mantuvo (e incrementó a ritmo inflacionario) los multimillonarios subsidios de la Secretaría de Transporte para la “capacitación” de los camioneros.
◆ Colocó a su abogado al frente de la tentadora Superintendencia de Servicios de Salud y ahora, de la mano de aquel y decreto presidencial mediante, va por la “urgente reparación histórica de las obras sociales sindicales” en detrimento de las llamadas prepagas.
◆ Festejó el reciente fallecimiento de la “tablita de Machinea” como un éxito propio, ya que el sueldo básico de los camioneros supera con holgura los 3.500 pesos.
Moyano se entiende mejor con Néstor Kirchner que con Cristina, a quien siempre ubica como apéndice del “proyecto político” encabezado por el ex presidente formal. Y su peso específico fue creciendo proporcionalmente al desbarranco de una “Concertación Plural” deshilvanada por los consecutivos adioses de Roberto Lavagna, Julio Cobos, Luis Juez, Felipe Solá, Alberto Fernández, los hermanos Aníbal y Vilma Ibarra (ella acaba de decir que “el Gobierno está alejado de la gente”), algunos piqueteros de segunda línea y Miguel Bonasso, quien descubrió anteayer que “este Gobierno es de centro-derecha”. Ya que hoy es 28 de diciembre, valga para todos ellos un fuerte y retroactivo “que la inocencia les valga”.
Parece difícil, si no imposible, que los recién mencionados terminen sintonizando una misma frecuencia opositora con vistas a las elecciones de octubre. Tan difícil o imposible como que el oficialismo, reducido al PJ de Kirchner (con Moyano al volante del camión insignia), mueva la aguja electoral al nivel de los deseos del matrimonio presidencial.
Néstor les prometió a los últimos progres que le quedan que, en el medio, irá con todo en el Congreso con la postergada reforma de la Ley de Radiodifusión. Imagina esa movida como una especie de batalla final por el control del “relato mediático”, en la cual Moyano jugaría un rol crucial: ya ha amenazado con bloquear la distribución de diarios y revistas si los choferes de esos vehículos no son traspasados a su gremio, un conflicto mínimo pero en extremo funcional a los planes de subsistencia K.
A Kirchner y a Cristina no les sale gratis esa “alianza estratégica”. Y Don Hugo parece tener todos los cálculos hechos, en cuanto a colar candidatos de su palo en las listas y a seguir arrancando concesiones. Queda por verse cuánto nos costará a todos el experimento.