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El hielo negro

06-11-2021-logo-perfil
. | Cedoc Perfil

Hablar de danza es una contradicción y el grupo Krapp comprendió hace tiempo que lo que les correspondía quizás dentro de la escena porteña era danzar sobre el habla. Su reciente obra, Hielo negro, viene envuelta en presagios de final y es por eso que no solo danza sobre aquello que podemos decir sino que además, a su manera bestial, habla de la muerte en primer plano. Krapp siempre lo ha hecho.

Luciana Acuña y Luis Biasotto la concibieron en residencia en algún pueblo del estado de Nueva York. En 2021, Biasotto murió en la pandemia. Lo que se revive sobre el escenario trae de vuelta a los muertos, aquellos que necesitamos todo el tiempo. Como Luciana pensó que Luis era irreemplazable, decidió que sus partes de este dueto fueran encarnadas por tres intérpretes distintos: el gigante Santiago Gobernori (que encarna como nadie ese humor absurdo que caracterizaba a Luis), al atleta Fran Dibar (que es desaforadamente físico y se tira de cabeza contra las paredes) y la delicadísima Milva Leonardi (a quien Luciana considera la versión femenina de ese Luis tan masculino). 

El hechizo arranca carcajadas y logra burlarse de la muerte. El hielo negro es lo que queda sobre el asfalto cuando la nieve comienza a derretirse; es una capa resbalosa, un imán para el accidente. La sala Sarmiento, con todas su convenciones teatrales, se les cae literalmente encima: luces, escenografía, textos, música; todo es un trampa para aplastarlos como si fueran gusanos indefensos.

A veces siento que hacen falta mil explicaciones para ver a Krapp. Otras, que no falta ninguna. Ambas cosas suceden al mismo tiempo en esta obra.