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El horizonte de la segunda vuelta

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La tendencia que marcaban las encuestas, la pelota pegando en el poste, se definió por la segunda vuelta. Al menos, es lo que parece en el momento de escribirse estas líneas, a las 12 de la noche del domingo 25. Mauricio Macri aparece como la gran sorpresa, en un giro de los votantes que, si se confirma, habrá desafiado a todos: los mismos candidatos, los observadores y las encuestas.
La Argentina se encuentra en un estado de equilibrio político que sólo se disimulaba en alguna medida por  la dispersión de ofertas políticas opositoras al actual gobierno nacional. El oficialismo nacional sigue sin alcanzar el 40 por ciento de los votos, y la posibilidad de su derrota parece más factible de lo que parecía. Esta sorprendente jornada electoral nos pone ante los ojos un país más proclive a cambiar de lo que parecía.
El país está políticamente dividido en términos geográficos: el centro próspero -esto es, la región pampeana, Mendoza y la Capital Federal- con mayoría opositora al kirchnerismo; otras regiones más definidamente kirchneristas o más mixtas.
En términos transversales a la geografía, el mapa social sigue mostrando una zona socioeconómica baja todavía peronista y apegada al kirchnerismo, una zona medio-alta que es cualquier cosa menos peronista y una zona media y medio-baja que fluctúa y no termina de definirse.
En una sociedad realmente plural como es la nuestra la idea de una fuerza política que pueda aglutinar a la mitad de la población o más es infundada; en todo caso, cuando eso ocurre es por la gravitación de factores circunstanciales y excepcionales.
Ahora, con vistas a la segunda vuelta, las fuerzas políticas que pasaron el filtro deberán poner en orden sus estrategias y ventilar los pases de facturas internos; no hay culpas para repartir hacia fuera. En Cambiemos, la conducción y su estrategia se ven revalidados. Por otra parte, el buen resultado en Jujuy es un respaldo fuerte para Gerardo Morales, el dirigente radical que de algún modo tomó distancia de la conducción de su fuerza después del Congreso de Gualeguaychú.
El Frente para la Victoria tendrá que examinar cuidadosamente los resultados electorales en cada punto del país. La primera impresión, antes de disponerse de los cómputos finales, es que el kirchnerismo sale golpeado, y que Daniel Scioli deberá revisar su estrategia para enfrentar el difícil desafío de la segunda vuelta. Posiblemente tendrá que recostarse aun en mayor medida que hasta ahora en la coalición de gobernadores que lo viene apoyando y en su reiterado mensaje conciliador y no confrontativo.
La Argentina de los enfrentamientos inacabables quedó descolocada en este proceso electoral. Esta elección argentina de 2015 no se ha destacado por el fervor de la ciudadanía, ni tampoco por la contraposición y la competencia entre ideas.
Hay quienes se lamentan por el hecho de que la campaña se abrió con la presencia de los tres principales candidatos presidenciales en el show de Tinelli, hecho que además se vio reforzado por  la fugaz visita de Scioli al mismo escenario sobre la hora final del cierre de campaña, y por la presencia de cinco de los seis candidatos en la inauguración del nuevo edificio de Editorial Perfil. Todos han sido mensajes bastante elocuentes de la dirigencia a la sociedad: clima convivencial, sin fervor.
Imposible no recordar el cierre de campaña del justicialismo en aquella elección con la que se abrió este ciclo democrático en 1983, en el Obelisco, con Herminio Iglesias quemando el ataúd y sepultando con él toda posibilidad de un triunfo peronista.
Este jueves, día de cierres de campañas, en el mismo Obelisco, un puñado de manifestantes enojados cortaron el tránsito en reclamo de demandas que nadie registró pero que ciertamente no guardaban relación alguna con la elección.
La política propone tranquilidad y diálogo. A la sociedad todavía le cuesta un poco aceptarlo.

*Sociólogo