Hay mucha gente que piensa que los chicos son tontos. Les hablan cambiando la voz como si hubiesen sufrido una lobotomía, los abrigan de más, los llevan a peloteros donde se aturden saltando bajo una rave, por ahora, sin pastillas y terminan organizándoles cumpleaños estereotipados a full. Sin embargo, a veces surge lo inesperado. Ya me pasó tres veces. Pensé que me iba a aburrir como loco en un cumpleaños en el que tenía que llevar a mi hija Ana y la terminé pasando genial gracias a los chicos que animan la fiesta y que se llaman Laberinto Masticable. ¿Qué tiene de raro este grupo singular? En principio se manejan con pocas cosas, una guitarra, un conejo de juguete, dos actores –Gabriel Wisznia, Gustavo Nilsson– y un técnico de sonido –Esteban de León–. Hacen, de alguna manera, un café-concert para chicos, pero que disfrutan también los grandes. “Este es el juego del resorte/ que no se corte”, cantan ellos y los chicos mientras logran que todos salten a la vez. Uno de sus hits es ¿Por qué no te anoté en el turno tarde? No sé cómo lo hacen –o sí, lo hacen de una manera dinámica, imperceptible–, pero tratan a los chicos de igual a igual mientras disfrutan de los juegos hasta el fin del dichoso cumpleaños. Como me pasa con Mafalda, puedo ver muchas veces a la gente de Laberinto y siempre, aunque se repita el guión con ligeras variantes, los disfruto mucho. Algún día me voy a animar a participar en medio de los chicos. Que no se corte.