Una diferencia esencial (otra) entre la Argentina y el resto del mundo: las cosas cambian a ritmo de vértigo, a una velocidad difícil de asimilar. De regreso después de algún tiempo afuera, en Buenos Aires hay calles que se hicieron peatonales y avenidas que ahora son doble mano. Ocho meses atrás, un paquete de cigarrillos costaba tres pesos; ahora cuesta cinco. Y aunque se asegura que no hay inflación, no hay manera de ir al supermercado y gastar menos de sesenta pesos. Claro, también hay cosas que no cambian: las calles de la Ciudad siguen tan sucias como siempre, en los andenes del subte hace un calor de muerte en pleno invierno, los candidatos electorales empapelan la ciudad con sus afiches empeorando (si es que se puede) el bombardeo de información visual que satura las vidrieras, los balcones y las calles. Y, afortunadamente para algunos de nosotros, tampoco cambió la obsesión que Buenos Aires siente por la cultura impresa y los libros.
La Unesco, por ejemplo, acaba de elegir a la Ciudad como capital mundial del libro para 2011. Un punto simbólico que se anotó en tiempo récord el gobierno porteño, ya que la idea la empezó a gestionar el ministro de Cultura Hernán Lombardi en un almuerzo en la Feria de Frankfurt en octubre del año pasado. ¿Y qué significa que Buenos Aires vaya a ser capital mundial del libro? Los más optimistas aseguran que la oferta editorial local logrará captar la atención internacional entre abril de 2011 y de 2012. Pero eso dependerá de las propuestas que la ciudad ofrezca. Bogotá tuvo su oportunidad en 2007, por ejemplo, y en ese marco organizó el encuentro Bogotá 39, que reunió a los 39 escritores latinoamericanos más importantes menores de 39 años, y que tuvo una fuerte repercusión en los medios. Buenos Aires capital del libro 2011, la Argentina país invitado a Frankfurt 2010: una oportunidad inmejorable para que la industria del libro reflexione sobre su política de publicación, que en busca de rentabilidad satura las librerías de ofertas intrascendentes, muchas veces adoptando pautas dictadas por lejanas casas matrices europeas; una oportunidad, también, para intentar volver a poner a Buenos Aires (superada hace tiempo por Madrid, Barcelona o México) en el mapa de la producción editorial.
Y hablando de Frankfurt 2010, la presidenta del Comité Organizador de la Feria designada por el Gobierno nacional, Magdalena Faillace, respondió el viernes pasado en una entrevista con Página/12 a muchas de las preguntas lanzadas desde esta misma columna apenas un domingo atrás. El nombre que más suena para hacerse cargo del discurso inaugural es el de Juan Gelman. Dos músicos representarán al país esa primera noche: el bandoneonista y compositor Rodolfo Mederos, y el director de orquesta Daniel Baremboin. Además, como era evidente, habrá en el pabellón argentino una exposición en homenaje a Jorge Luis Borges, que funcionará a su vez como el núcleo de otras muestras secundarias. Y se exhibirán las fotos de Annemarie Heinrich y Grete Stern. Así, Faillace hizo público un cambio de dirección en las ideas del Gobierno nacional, cuya polémica primera propuesta había sido conformar un eje central con las figuras de Diego Maradona, Evita, Carlos Gardel y el Che Guevara.