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monstruosidades

El mejor amigo del hombre

¿Qué piensa exactamente de la sexualidad, y qué piensa exactamente de los perros, el muchacho que la otra noche declaró por televisión que si se empieza aceptando la unión carnal de un hombre con otro hombre habrá que terminar aceptando la unión carnal de un hombre con un perro?

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¿Qué piensa exactamente de la sexualidad, y qué piensa exactamente de los perros, el muchacho que la otra noche declaró por televisión que si se empieza aceptando la unión carnal de un hombre con otro hombre habrá que terminar aceptando la unión carnal de un hombre con un perro? Lo dijo así, con convicción y en apariencia sereno, con el propósito de esclarecer según su visión personal a la confundida o manipulada opinión pública. Era un muchacho joven, para nada fuera de quicio, y participaba de una manifestación callejera en contra del derecho al matrimonio de personas de un mismo sexo. Le pidieron que opinara, y opinó.

Me quedé con la impresión de que lo que lo tenía de veras preocupado en su visión espeluznada de la unión entre un hombre y un perro es el escándalo de que ese hombre fuese un macho y ese perro lo fuese también. No me consta, pero presiento que muy otra sería su reacción ante el caso de la unión de hombre con una perra, o ante la tradición campera del alivio con ovejas, o ante el viejo cuento del ingeniero con la burra que estaba ahí pero para cruzar el río. Entiendo lo que intentaba ofrecer a la amable teleaudiencia: una imagen resumida, pero al mismo tiempo reveladora, de lo que a su juicio es lo más monstruoso. Hombre con hombre, hombre con perro: le da lo mismo; es la pura monstruosidad.

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En el menjunje de la comparación, lo que acaba por diluirse bajo el signo de la animalidad es todo lo que vendría a ser libre elección, voluntad o consentimiento. Por arrastre de esa misma omisión, o por el hábito de tantos siglos de imposiciones universales, no pocos de los que comparten esta clase de repudio se expresan como si la unión conyugal entre personas de un mismo sexo constituyera una obligación y no una opción, un mandato y no un derecho, un deber y no una voluntad. Sólo así el ejemplo del perro puede parecerles atendible, y eventualmente extensible al caso de mujer con perra, lo que equivaldría, según colijo, al caso de mujer con mujer.

Se les escapa, por eso mismo, que un perro o una perra pueden muy bien ser objeto de deseo sexual, pero no por eso sujetos de una voluntad jurídica: el ejemplo es por lo tanto insostenible en el debate sobre el derecho al matrimonio. Pero no deja de revelar, aun así, en esa irrupción del Medioevo en plena Modernidad telecomunicativa, el nudo de la divergencia. Para el muchacho, que pareció inspirarse por caso en la propaganda de Copa y Chego, lo otro de lo natural es lo monstruoso. Lo natural es hombre y mujer; monstruoso es todo lo demás. Para otros, en cambio, lo otro de lo natural es lo cultural. Lo cultural en un sentido antropológico: los mundos que las sociedades son capaces de construir para después habitar en ellos. Según esta otra disposición del pensamiento, perro con perro es natural y persona con persona es cultural. Persona con perro es cultural también.

¿Y monstruoso, qué sería? Habría que pensarlo bien. Quizás este muchacho haciendo declaraciones por televisión.