Pretender que la economía no tenga problemas es renegar de su razón de ser. Desde que existen más deseos de tener bienes que su cantidad a disposición, se genera la escasez y con ella los conflictos económicos. Por eso, no debería espantar que el flamante Gobierno ya tuviera frentes de combate abiertos.
La economía, salvo aquellas engañosas lunas de miel en donde todo crece a costa de nada, consiste en administrarlos, en dar soluciones.
“Tenemos alegría de abordar los problemas y no negarlos. Abordarlos para solucionarlos. No hay una vida sin problemas. La vida es esto, problemas. Pero hay que distinguir lo que son problemas producto de las cosas positivas de lo que son producto de la negatividad.” Estos conceptos de la Presidenta, seguramente rumiados luego de mucho tiempo de convivencia con el poder, podrían ser suscriptos por cualquier economista profesional.
Lo que sí llama la atención es el peculiar estilo con que la administración K decidió enfrentar los problemas. Algunos, como el cambio climático (la nieve en pleno Buenos Aires de julio pasado y la sensación térmica que pasa los 40º en este enero) o la más relevante de la mejora sustancial en los términos de intercambio; simplemente vienen sin pedir permiso.
Servicios públicos. Otros problemas, como la distorsión de precios relativos en los servicios públicos, las dificultades para abastecer el mercado interno en productos de exportación o la creciente conflictividad salarial no son espontáneos sino que surgen de una cadena de decisiones en que el acierto o el error son tan aleatorios como imponderables sus consecuencias en el tiempo.
La tarifa residencial de energía eléctrica en el Gran Buenos Aires ya era una de las más bajas durante a convertibilidad, y con la devaluación se transformó en la cuarta parte de la que rige en Brasil y un tercio de la que se paga en los hogares españoles, cuando del total del precio un tercio son impuestos.
El IVA en todos los servicios públicos es del 27% en lugar del 21% del resto de los bienes. La decisión de congelar precios “sensibles” en el corto plazo arrimó votos pero fue socavando la capacidad de autofinanciar inversiones del sector. La solución se encontró creando fondos específicos para direccionarlos sin tocar las tarifas domiciliarias y generando cajas oscuras.
El segundo conflicto que golpea a las puertas del Gobierno es fruto, según el nuevo discurso oficial, del éxito y no del fracaso: los términos de intercambio están 30% arriba del promedio de la década pasada. No gracias a políticas sino al espectacular crecimiento del mercado asiático.
Sin embargo, esto presiona a la suba a los alimentos en todo el mundo y colisiona con el normal abastecimiento a los precios que el secretario Guillermo Moreno desea mantener.
La carne primero, el trigo más tarde y los lácteos, finalmente, son agraciados con complicados planes de compensaciones y prohibiciones de exportar para tratar de seguir manteniendo la inflación made in INDEC en un dígito anual.
Retenciones. Las retenciones son otro de los instrumentos utilizados para ello y de paso arrimar fondos al Tesoro. Difícilmente se halle una explicación más racional a la extraña trayectoria del peso: la única moneda de la región que no se revalorizó frente al alicaído dólar.
Otro costado vulnerable es la madeja de negociaciones salariales. Según el último informe de SEL Consultores, las empresas con procesos en marcha o previstos se enfrentan a demandas promedio de 23%, están dispuestas a otorgar un 17%, aunque creen que la transacción se cerrará en torno al 20%.
Para enfrentar este problema se maquillaron cifras primero, se concedió después y se llamó a la cordura más tarde, cuando por otra vía se alimentaban expectativas inflacionarias. Los sindicatos ni miran el IPC malcriado por el Gobierno,pero sí escrutan los anuncios del Banco Central: 18% más de moneda, cifra similar a la incurrida en 2007 y sugestivamente parecida a las estimaciones privadas del costo de vida en ese lapso.
El 2008 agregará más adrenalina jaqueando el método K de resolución de conflictos: la competencia por la conducción de la CGT desatando un efecto demostración para ver quién consigue más. La gran innovación en el método de negociación K es que la contraparte no es una sola, susceptible de ser “convencida” con buenas y malas artes. Son millones de ciudadanos que ahora votan con su recibo de sueldo, el contador de luz o el nivel de su cisterna, y que en 2001 bramaban por sus ahorros acorralados. Pocos discursos cambian tan drásticamente estas acciones como el aliciente más efectivo y hasta ahora ignorado: el sistema de precios.