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gatopardismos

El moro de Chicago

Las elecciones yanquis funcionan como clásico, a la griega. Las fuerzas en conflicto se pueden reducir a gramáticas, como sugiere el modelo actancial de Anne Ubersfeld.

Rafaelspregelburd150
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Leer la vida como escena teatral es deformación profesional. ¿Y qué? Si para eso me contratan…

Las elecciones yanquis funcionan como clásico, a la griega. Las fuerzas en conflicto se pueden reducir a gramáticas, como sugiere el modelo actancial de Anne Ubersfeld. El Sujeto (S) de la fábula es Obama, que desea al Objeto (O) “la presidencia”. Su Destinador (D1) (la fuerza actante que lo lleva a desear al Objeto) es un cúmulo de opuestos y que conviven muy mal en la misma casilla (es clásico): el honor, la ciudad (entendida como su comunidad de sentido), las minorías étnicas, el Partido Demócrata, su familia, la crisis, Irak, etc. En su lucha por el Objeto, el Sujeto se topa con Oponentes (Op): McCain y sus acólitos, sí, pero también los hay más oscuros: Obama es su propio Oponente, cuando sus falencias lo alejan del (O); la crisis financiera; Bush, etc. Y hay Ayudantes (A) que lo acercan al (O): son las fuerzas que lo empujan a lograr la presidencia: el Partido Republicano, evidentemente, pero también los pifies de sus enemigos (Bush, McCain, el mentado atentado contra su vida, y miles de cosas más). La casilla del Destinatario (D2) es la más curiosa: el modelo actancial la define con la pregunta: ¿quién se beneficia de la acción del Sujeto en pos de su Objeto? En principio, el propio Obama, claro, porque en toda concreción de un deseo hay beneficio para el deseante. Pero también la ciudad, ¿Irak?, las Bolsas, el partido, el honor, la raza, los votantes. El modelo es reversible y no-psicológico: se pone a McCain en posición de Sujeto y vemos girar alrededor a los demás actantes. Cuando ambos modelos son especulares, se ve con claridad el truco griego: el juego de unos y otros se parece. Mucho.

¿Hay cambio? Sí: es el primer presidente negro. A veces se cambia algo pequeño para que nada cambie realmente. Tengo para mí que el ganador es, color de piel mediante, apenas el más visible. Bien mirado en su elegancia se verá que no es tan negro como Otelo, no tanto como para producir el espanto en una sociedad en la que hasta poco los de su raza no podían sentarse en los colectivos. A celebrar al menos eso, que el mundo se iba a acabar de todos modos.