La crisis económica mundial que estalló hace más de un año ha golpeado fundamentalmente a los países industriales con déficits en sus cuentas corrientes, y por lo tanto están fuertemente endeudados con el resto del mundo. Ha golpeado también a los exportadores industriales, y en general a los que abastecen de materias primas industriales a estos países. Por eso la lista de las mayores caídas del PBI en 2008 son encabezadas por Japón, México, España, Inglaterra y los EE.UU.
Hay países que podrían haber sufrido más, pero mitigaron los problemas gracias a una sólida posición de reservas y una política anticíclica con adecuado financiamiento. Son Brasil, Chile, obviamente China y varios más. Todos tenían cierta vulnerabilidad a shocks crediticios, como Brasil, o a la caída en la demanda de sus exportaciones, como Chile y China, pero la solvencia fiscal, el ahorro acumulado y la capacidad de manejo macroeconómico les permitieron capear la crisis con una recesión de unos pocos trimestres en el peor de los casos, y volver a un crecimiento moderado. ¿Y la Argentina? No estamos en ninguno de esos grupos, ya sea por mérito propio o por nuestras falencias. No somos un fuerte exportador de productos manufacturados, ni siquiera de alimentos elaborados, y por lo tanto hemos sufrido una caída suave de nuestras ventas al exterior, medidas en toneladas. Recordemos que en gran parte nuestras exportaciones del año agrícola 2008/09 cayeron por culpa de la sequía, y del conflicto con el campo, más que por el cierre de los mercados. El mayor impacto fue en los precios, que volvieron a los altos niveles que tenían en el período pre burbuja de 2007/08. Tampoco sufrimos un estrangulamiento de crédito externo, porque no estábamos en los mercados de crédito. Claro que no por las buenas razones, sino simplemente porque desde el default de 2001 estamos excluidos de los mismos. Y ahora ya estamos, según las cifras oficiales y privadas, retomando una suave senda de recuperación, que permite a muchos economistas pronosticar un 2010 con 3%-4% de crecimiento. Algo de mérito tiene en esta expansión el aumento del gasto público a tasas cercanas al 40%, más allá de la eficiencia de ese gasto y de su impacto en la inflación. Y también es cierto que el BCRA manejó muy hábilmente las políticas cambiarias y monetarias para evitar sobresaltos, y defender las reservas externas, para lo que contó con la ayuda menos elegante de la Secretaría de Comercio, frenando importaciones en la primera mitad de este año. Hoy la Argentina se beneficia por partida triple del contexto internacional. Cuando nuestros números fiscales empiezan a mostrar rojos preocupantes, el mundo está tan líquido, (y falto de memoria) que nos ofrecen financiamiento a diez años a tasas algo superiores al 12%. ¡Claro que son altísimas!, duplican las pagadas por Brasil y Uruguay hace pocos meses. Pero no son inaceptables para un gobierno al que le preocupa poco cómo le vaya al que esté en su lugar en el futuro mediato. Y además son claramente menores que el 15% que cobró Chávez hace un par de años. Para lograr ese financiamiento, o inclusive mejorarlo un poco, no hace falta ni arreglar con el FMI ni con el Club de París. Con arreglar el canje de deuda con los holdouts alcanza. También nos beneficiamos porque nuestras exportaciones mayoritariamente van a China y el Brasil, que son de los dos países que salen ganadores de este traspié económico mundial. Brasil ha vuelto a demandar nuestros productos industriales y China nuestra soja, con lo que las exportaciones se ubicarán nuevamente por encima de los US$ 60 mil millones el año próximo. Y los precios están consecuentemente firmes. Y por último, la debilidad del dólar ha obligado a nuestros vecinos, más integrados en los movimientos de capitales, a apreciar sus monedas. El real, que había llegado a 2,50 por dólar, está rebotando en 1,70, y el dólar en Chile perdió 130 pesos desde su pico de 2008. Esto le ha permitido a nuestro Banco Central “devaluar el peso sin devaluar”, lo que ha tranquilizado los ánimos industriales, sin despertar a los asustadizos inversores locales. Gracias al mundo.
*Economista.