En el Gobierno se respira un aire de zafarrancho. En muchos funcionarios hay desconcierto. En otros, desazón. No es sólo el resultado de las PASO y sus consecuencias lo que origina este ambiente de desánimo, sino también la manera cómo la Presidenta viene reaccionando ante un presente que ha descolocado tanto a ella como a su administración. Es que los temas que Cristina Fernández de Kirchner creyó que se solucionaban con arengas, descalificaciones hacia los críticos y negaciones desde el atril en cada uno de los “Aló Presidenta” se han hecho presentes con la fuerza imparable de la realidad. Recién al ver los resultados de las primeras encuestas que se hicieron después de las PASO, la jefa de Estado comprendió que algo tenía que hacer. Ahí salió, entonces, el aumento del mal llamado mínimo no imponible a los salarios. Era una bandera que la oposición hizo flamear durante toda la campaña. “Son unos irresponsables”, fue el reproche más suave que les propinó a sus adversarios el oficialismo en esas horas en las que, ni en sus peores pesadillas, imaginaba los resultados de las PASO. “Vieron que se podía”, fue la respuesta desde el Frente Renovador y las otras fuerzas de la oposición que, por primera vez en mucho tiempo, parecen haber acordado un proyecto común para reglar esta medida a través de una ley –que es lo que corresponde– a fin de darle la solidez jurídica que la proteja de los avatares del oportunismo político al que es tan afecto este Gobierno. De hecho, el decreto a través del cual se implementó la tan necesaria medida tuvo tantas inconsistencias y generó tantas distorsiones que hubo que emitir una modificación urgente en la mañana del viernes. Un funcionario de la AFIP de la máxima cercanía a su titular, Ricardo Echegaray, quedó sorprendido cuando uno de los periodistas económicos más importantes del país le marcó varias de esas incongruencias.
Las internas dentro del equipo económico están al rojo vivo. Tras dos días de silencio de radio, reapareció Guillermo Moreno. Fue cuando el dólar “blue” rozó los diez pesos. La solución fue la de siempre: el apriete. Mientras tanto, habiendo fracasado rotundamente, tal cual fue pronosticado, el acuerdo de precios con las cadenas de supermercados, ahora se anuncia un novedoso sistema de control. ¿Otro fiasco más en puerta?
En este clima, el tembladeral dentro del peronismo bonaerense no cesa. Desde las PASO se viene produciendo un clivaje continuo desde el kirchnerismo y, principalmente, el denarvaísmo hacia las filas de Sergio Massa. Intendentes que en público juran fidelidad a la Presidenta corren a hablar con su par de Tigre a cuyo futuro apuestan. El problema que enfrentan ahora Massa y su gente es cómo administrar un crecimiento que no deja de sorprenderlos. En la segunda y tercera sección electoral hay números de encuestadoras serias que así lo atestiguan. Para esta semana se está planeando la conformación del bloque del Frente Renovador –serían unos veinte legisladores– dentro de la Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires. Claro que una elección, como un partido de fútbol, no está definida hasta el último minuto. Por ejemplo, habrá que ver cuál es el impacto electoral del aumento del mínimo no imponible.
La campaña del Gobierno, por su parte, habrá de recaer en Daniel Scioli. De ahí la reunión que el viernes encabezó con los gobernadores K en Corrientes. El problema es que algunos de los que estaban en la foto tienen ya a sus segundas líneas en conversaciones con la gente de Massa. Otro que está en ese tren es Hugo Moyano. “Hugo se equivocó; creyó que Sergio no se presentaba y por eso se fue con De Narváez”, señala una figura clave del Frente Renovador de diálogo casi diario con el secretario general de la CGT.
“¡Qué flor de hijos de puta!”, fue la frase con que Amado Boudou se refirió a los ex secretarios de Energía en los días en los que gozaba de visibilidad política. Fue el 31 de mayo de 2011, a la salida de un programa televisivo de la rama de las Madres de Plaza de Mayo que encabeza Hebe de Bonafini. Se refería así a los diagnósticos acerca del estado crítico del sector energético hecho por esos ex funcionarios. Durante la así llamada “década ganada”, el kirchnerismo se empeñó en negar sistemáticamente la existencia del creciente déficit en la producción de energía que hoy impacta brutalmente en las cuentas fiscales. Para este año, la Argentina deberá gastar entre 12 mil a 15 mil millones de dólares para importar la energía que necesita y que no produce. “La crisis energética es seria”, reconoció esta semana el presidente de YPF, Miguel Galuccio. ¿Lo descalificará el vicepresidente con el mismo epíteto que les dedicó a los ex secretarios antes mencionados? “Si no tuviéramos que importar energía, las reservas estarían en los 52 mil millones de dólares”, dijo la Presidenta hace unos días. Tenía razón; lo que omitió decir es que los principales responsables de tamaño déficit fueron su gobierno y el de su difunto esposo.
Lo sucedido en Neuquén el jueves pasado fue bochornoso. Aparte de la brutal represión –cuando el gobierno de Macri reprimió a los manifestantes del Borda salieron a “matarlo” desde distintas organizaciones de Derechos Humanos afines al kirchnerismo que, con la excepción del CELS, nada dijeron acerca de lo acontecido en aquella provincia–, el hecho de que los legisladores hayan renunciado a exigir el conocimiento de las cláusulas de confidencialidad entre YPF y Chevron representa una gruesa claudicación de los poderes que les confiere a esos legisladores su condición de tales. Aparte de violarse la Ley de Hidrocarburos, que impide otorgar concesiones por períodos mayores a 25 años –circunstancia que el contrato de marras excede con holgura– YPF es una sociedad anónima con mayoría estatal cuya actividad se desarrolla sobre el subsuelo, que es propiedad de la provincia. ¿Cómo entender, entonces, que a los representantes del pueblo no les interesan los detalles de esos contratos?
El episodio del “hangarcito” –Axel Kicillof dixit– de LAN en Aeroparque forma parte de los tantos agujeros negros que existen en el actual Gobierno. Con funcionarios como Mariano Recalde, presidente de Aerolíneas Argentinas, y Gustavo Lipovich, presidente del Organismo Regulador de Servicio Nacional Aeroportuario (Orsna), la Dra. Fernández de Kirchner no necesita enemigos. ¿Cuánto más desatino hará falta para que se dé cuenta?
Producción periodística: Guido Baistrocchi.