KIRCHNER Y SUS GOBERNADORES. Fue el viernes en el Boxing Club de Río Gallegos, durante un acto de pretensión federal pero conceptualmente unitario. |
Lacan, a quien le gustaba jugar con la palabras, asociaba “separarse” con “se-parirse”. Para parirse y ser uno, había que separarse del o de los otros. Todo proceso de individualización precisa de un partir, tanto de irse como de separarse. Los quince gobernadores que acompañaron el viernes a Néstor Kirchner en el acto de apoyo al gobierno de Santa Cruz no podrían no estar preguntándose cuándo será el momento oportuno para separarse de Kirchner y pasar a ser –políticamente– ellos mismos.
La fila de los disciplinados gobernadores que recorrieron miles de kilómetros para acompañar al ex presidente en el estadio del Boxing Club de su Río Gallegos natal, más alla de su voluntad y con difuso fin, recuerdan a los hermanos que tuvieron que asesinar al padre de la horda prehistórica, ese macho violento, egoísta y déspota absoluto, que se reservaba todo el goce para sí mismo, además de todas las mujeres, y desterraba a sus hijos una vez que crecían y resultaban una amenaza para su dominio. El odio y los celos de verse sometidos a su dominio llevaron a los hermanos a asesinar colectivamente a ese padre tiránico.
Freud calificaba esta historia –expuesta por primera vez por Darwin en su libro El origen del hombre– como un mito científico. “Los hermanos expulsados se reunieron un día, mataron al padre y devoraron su cadáver –escribe Freud en Tótem y tabú– poniendo así un fin a la existencia de la horda paterna.” “Además, el violento y tiránico padre constituía seguramente el modelo envidiado y temido de cada uno de los miembros de la asociación fraternal, y al devorarlo se identificaban con él y se apropiaban de parte de su fuerza.” “Los hermanos, asociados para suprimir al padre, tenían que convertirse en rivales al tratarse de la posesión de las mujeres. Cada uno hubiera querido tenerlas a todas para sí, a ejemplo del padre, y la lucha general que de ello hubiese resultado habría traído consigo el fracaso de la nueva organización.”
Los hermanos acuerdan renunciar recíprocamente a ocupar el lugar de ese padre muerto. Para convivir, aceptan resignar la realización de parte de sus deseos dando origen así a una nueva forma de padre, al padre de la ley, porque el compromiso que asumen es una forma de contrato que se obligan a respetar.
Al revés, el padre de la horda se asemeja más al soberano omnipotente del estado de excepción de Carl Schmitt, aquel que es soberano porque está más allá de la ley y puede no cumplirla. Schmitt comienza su Teología política I con la siguiente frase: “Es soberano quien decide el estado de excepción”. En un sentido metafórico, Kirchner es ese tipo de padre no tocado por la castración que se coloca por encima de la ley (la Corte Suprema en este ejemplo) y que no se siente afectado por ningún tabú (tener relaciones carnales con miembros de otros partidos a los que coopta sin inhibiciones).
El padre de la horda es un padre animal, de la época de la fundación, un padre que debe perecer para que la civilización nazca.
En el acto del viernes, Kirchner puso a su lado a Scioli y tuvo un discurso que muchos analistas calificaron de “retirada” por su inusual tono moderado. Un gesto de abdicación que tácitamente indicaría que Scioli sería ungido su sucesor, dando paso así a la nueva generación de peronistas. Muchas veces se confunden deseos con realidades. Y si el actual gobernador de la provincia de Buenos Aires hubiera caído en la ingenuidad de creer que el ex presidente le cederá su lugar sin pelear, ya tendrá tiempo de comprobar su error.
Giorgio Agamben, en su libro Estado de excepción, explica cómo en el siglo XX la suspensión del derecho y del orden jurídico, sumada al achicamiento de la frontera entre absolutismo y democracia, se ha venido convirtiendo en lo normal.
Kirchner aspirará a hacer de la excepción la regla. Y ser él mismo la regla. Los demás líderes de su partido tienen la responsabilidad de hacer producir la alternancia en el poder.