El presidente elegido el domingo pasado ha dado vuelta una página triste en la historia del periodismo argentino. El primer día después de que se conoció el resultado final brindó una conferencia para distintos medios y prometió un encuentro semanal para dar cuenta de sus actos, explicar mano a mano las expectativas y los proyectos ante tantos problemas económicos y sociales heredados. Que la sociedad se entere en el día a día de las urgencias y las necesidades. Esto calma la ansiedad después de 12 años de maltrato y desconsideración a los medios de comunicación y sus instituciones representativas.
En otros países, en otros momentos, el periodismo no pudo estar a la altura de las circunstancias. En Estados Unidos, gran parte de la prensa, que había sido escuela para la Argentina, acompañó los aires guerreros triunfalistas de Bush padre y Bush hijo cuando habitaban la Casa Blanca y se lanzaron a guerrear contra Irak conjuntamente contra los señores feudales belicistas y traficantes de droga en Afganistán. Y a aplaudir cada participación militar de Washington en todos los rincones con conflictos en el mundo. Como si se tratara de un Destino Manifiesto. Traicionó así los principios de objetividad. Muy diferente fue la actitud de ese periodismo del norte en la guerra de Vietnam.
Las notas de los enviados a los campos de batalla, las columnas de interpretación del desastre en distintos medios, las imágenes de norteamericanos heridos o muertos, el traslado de los ataúdes en los aviones, el impulso de dar testimonio del sufrimiento impulsaron a la sociedad a obligar a Nixon y Kissinger a concluir con la sangría.
Desde 2002, después de reflejar la crisis profunda en la que la Argentina fue paralizada, el periodismo recibió en un principio con entusiasmo al matrimonio Kirchner que prometía proseguir con la estrategia económica de Roberto Lavagna. Pero los logros por las millonadas de dólares ingresados con la trepada internacional de los precios de la soja y la producción rural en general no se correspondió con la estabilidad emocional de los gobernantes. El atril de la Casa de Gobierno se utilizó para denigrar a muchos de los que tenían mirada crítica.
Surgió así la grieta maldita que dividió a la sociedad y, sin duda, al periodismo que recibió andanadas desde el oficialismo todos los días y desde los medios oficialistas que transportaron la devoción antidemocrática del poder a resultados lamentables.
Un capítulo vergonzoso. El Gobierno acorraló al periodismo no pasivo, que miraba la realidad desde la vereda de enfrente, adjetivó sobre él, le quitó respaldos de todo tipo. No obstante, la crítica persistió. Fueron periodistas quienes denunciaron desde un comienzo en sus redacciones o en libros de investigación , en radio y televisión los muestrarios de corrupción y fraude. Aportaron la denuncia de las maldades del poder.
El nuevo gobierno le debe bastante al periodismo no militante. Porque demostró, concientizó y luego el Poder Judicial llegó a darle la razón. Sirvió para iluminar la oscuridad en la que actuaban los funcionarios cristinistas, refugiados en la impunidad y en los aplaudidores con intereses creados.
Hace un año se le daban pocas chances a todo movimiento opositor. Millones de subsidiados y los señores feudales provinciales que presionaban para ordenar a quién votar eran una alta muralla construida con problemática ceguera. Hoy quedó demostrado que a través de la experiencia colectiva y la labor ilustrativa del periodismo, más la fatiga, más el deseo de cambio condujeron a los ciudadanos a elegir un voto distinto.
Los que llegaron tienen la chance de revertir y de permitir que el periodismo haga su tarea sin amenazas. Las designaciones en esa área de una administración deberían mostrar buena voluntad. Se comenzó con la propuesta de Hernán Lombardi como responsable de los canales informativos del área estatal. Es un buen inicio.
*Periodista y escritor.