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Capitalismo

El pez grande se come al chico

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Quienes de veras están preocupados por el “momento mundial” –es decir, por nuestro país y por más allá de él– razonan que los temas centrales atraviesan el tema de la desigualdad social, el narcotráfico, el hambre, la amenaza de derrumbe del equilibrio ecológico, las epidemias, el crecimiento de la violencia, el uso del poder para fines diferentes al mandato social que justifica la existencia de ese poder, la tendencia a mantenerse en el poder bajo reelecciones o a punta de pistola. En fin: advierten severa preocupación respecto del achicamiento de la calidad de vida desde varios ángulos. Con una simultaneidad que, luego de la Segunda Guerra Mundial, no se había exhibido así con anterioridad. Preocupación central con perjuicio agravado  respecto de los más necesitados.

Hace mucho tiempo, se fotografió el fenómeno bajo una pretensión de síntesis: el pez grande se come al chico. La doctrina de la ganancia, inherente al capitalismo, llevó a pensadores importantes a sostener que la desaparición de la explotación del hombre por el hombre iba a permitir el ascenso de los sectores sociales desplazados por una  creciente inmovilidad social.

La aparición del marxismo fue entendida como la esperanza de llevar a la práctica el desplazamiento y sustitución de un capitalismo que entendía la explotación no solo puertas adentro, sino también puertas afuera. La historia latinoamericana iba a demostrar que el deterioro en los términos del intercambio empobrecía a los países subdesarrollados que resultaban vasallos de los sectores económicamente poderosos de los países desarrollados: cada vez hubo que entregar mayor cantidad de materias primas para recibir cada vez menos productos ya terminados. La aceleración de una deshumanización, cuando se creyó que la derrota del nazismo abría la puerta hacia el real progreso de todos. No de un núcleo, se dijo: de todos. Con la paz las armas debían archivarse. Se predicó que el Estado de bienestar había llegado, luego de 1945, para quedarse. Como si el capitalismo, validando el Estado de derecho, fuera capaz de ocuparse de la democratización de la ganancia originada por la producción con una distribución que pudiera ser ejecutada bajo el signo de la equidad. No fue así. Invalidada la concepción central del marxismo –la socialización de los medios de producción y de cambio–, el capitalismo no renunció a la acumulación individual de la ganancia. Por el contrario.

Esa acumulación, sin embargo, ya deteriora a ciertos países desarrollados. Lo evidencia Europa, continente que creyó que la unificación de la moneda emparejaba la diversidad. La debilidad del Mercado Común Europeo ha quedado en evidencia porque, en el adelgazamiento de la producción, los tenedores del dinero se han venido cubriendo con la especulación financiera: dinero que gesta dinero sin efectiva producción material ni de servicios. Estados Unidos y la crisis de 2008, resuelta por ahora bajo la doctrina Trump: menos impuestos a los ricos, mayores privaciones a los sectores medios. Esa privación derrota al consumo y el círculo vicioso se profundiza.

Luego de 1812 Gran Bretaña establece el patrón oro como respaldo de las monedas; luego del pacto de Bretton Woods (1944, tramo final de la última guerra), con motivo de las conferencias de Yalta y de Postdam (1945), se sientan las bases para la desaparición del oro como patrón monetario. Nace el Fondo Monetario Internacional. Estados Unidos (1971) decreta que su dólar ya no es convertible al oro. El dólar queda como refugio y como regulador del nuevo orden. El pez grande es reemplazado por las corporaciones que comen aún… más. La especulación financiera es el campo de juego de los que tienen con qué jugar. Desaparece el capitalismo menor y los indicadores informan que todo se achica y que la pobreza se agranda. La corrupción crece porque, más allá de la moralidad de los corruptos, es forma de atrapar dinero “como sea”.

Algunas voces alarmadas postulan reinventar el capitalismo. Predican el qué, pero no el cómo. ¿Se puede reinventar una filosofía del dinero cuyo punto de apoyo es la ganancia, suprimiendo o achicando la ganancia? ¿Quién sería el responsable en la supresión o en el achicamiento? ¿La reinvención puede ser no simultánea entre los distintos países del mundo? El “mercado” no se va a autoachicar. ¿Qué Estado garantiza entonces la pureza en una tarea donde se sabe que ser funcionario público no garantiza la moralidad que en la Argentina exige en vano la Constitución Nacional por ser  requisito de idoneidad?

*Abogado.