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TENIS / ENTRE RANKINGS Y RENDIMIENTOS

El pico de Federer

Alguna vez, desde este mismo espacio, sugerí a mis pares generacionales –y a algunos aun mayores, también– que se animaran a probar algún juego de Play Station. Sea con hijos, sobrinos o nietos, intentarlo y hasta prenderse en algún partidito de Winning Eleven puede ser una señal de aggiornamiento mucho menos riesgoso que pegar un ring side en una función de Miranda. Eso sí, sepa que si empieza a sentir que las horas y los partidos frente a su joystick empiezan a pasar de largo como si nada, hágase cargo: los pibes lo considerarán una versión siglo XXI de Don Fulgencio, para el caso de que alguno de ellos supiera quién fue Don Fulgencio. Como sea, con adicción o sin ella, con testigos adolescentes o sin ellos, con forcejeo por ver a quién le toca o sin él, usted descubrirá cuánto más fácil es ver buenos partidos en la play que en la tele. Y que en el menú de regresiones, ésta es de las menos nocivas.

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Alguna vez, desde este mismo espacio, sugerí a mis pares generacionales –y a algunos aun mayores, también– que se animaran a probar algún juego de Play Station. Sea con hijos, sobrinos o nietos, intentarlo y hasta prenderse en algún partidito de Winning Eleven puede ser una señal de aggiornamiento mucho menos riesgoso que pegar un ring side en una función de Miranda. Eso sí, sepa que si empieza a sentir que las horas y los partidos frente a su joystick empiezan a pasar de largo como si nada, hágase cargo: los pibes lo considerarán una versión siglo XXI de Don Fulgencio, para el caso de que alguno de ellos supiera quién fue Don Fulgencio. Como sea, con adicción o sin ella, con testigos adolescentes o sin ellos, con forcejeo por ver a quién le toca o sin él, usted descubrirá cuánto más fácil es ver buenos partidos en la play que en la tele. Y que en el menú de regresiones, ésta es de las menos nocivas.
Hecha la introducción, usted debe saber que, además de elegir entre una multitud de equipos –yo tengo una versión que hasta te permite jugar con el Seleccionado del ’78 o con un Independiente de todos los tiempos, Bochini y Erico incluidos–, puede darle características específicas al partido en sí. Una de ellas es la de no permitir ni lesiones ni el paso del tiempo. Si bien rechazo esta opción por ser demasiado irreal, es interesante evaluar el concepto de infatigabilidad del deportista. En la Argentina, sin ir más lejos, la euforia y el fanatismo nos llevan al permanente error, a no contemplar la posibilidad de que nuestros ídolos hayan tocado ya la cumbre de su rendimiento, a creer que son eternos. Es decir, nos preguntamos qué pasa que el Gato Gaudio no vuelve a ser el de 2004 en vez de pensar si ese 2004 no fue el punto máximo de su carrera. Discutimos a Miguel Angel Russo por no haberle dado titularidad al genial mellizo Guillermo en vez de evaluar la posibilidad de que este fenomenal ídolo ya hubiese empezado con un viaje de regreso que, en definitiva, nos cabe a todos. Así, en vez de honrar las proezas olímpicas de Ale García o Georgina Bardach soñamos con que sean las súper heroínas en Beijing y nos ofendemos hasta la agresión si alguien insinúa que Boca deba empezar a pensar en serio en la tan difícil sucesión del Titán del Gol.
Sólo en este contexto podemos poner en un primer plano la mínima discusión sobre la vigencia de Roger Federer. Hace rato que se vienen haciendo cuentas para ver en qué momento puede perder el número uno, como si la irregularidad fuese sólo suya o como si Nadal, y no Djokovic, pase a ser quien finalmente lo desbanque. Lo primero que hay que destacar es que, cuando mañana salga el nuevo ranking mundial, Federer estará 600 puntos más lejos del español y que quien se habrá acercado un poco será el serbio finalista en Roma. Segundo dato: si bien Federer no aprovechó al máximo la temporada de polvo de ladrillo –hasta aquí, sumó más puntos que en el mismo período de la temporada europea de 2007–, peor le fue hasta aquí al Rafa. Tercera referencia: pese a su prematura derrota en Italia, no tengo dudas de que el español es el más importante jugador de polvo de ladrillo de la historia.
Como sea, existen posibilidades matemáticas de que el suizo pierda el número uno al final de Wimbledon. Pero no a manos de Nadal. Vamos a los números:
Mañana, Federer aparecerá con 6.825 puntos y Nadal con 5.435. En el caso de que Nadal gane en Hamburgo y en Roland Garros y Federer pierda la primera rueda de los dos torneos, el suizo quedaría con 5.625 y el español con 5.585. Aquí es donde aparece en escena Djokovic, quien de ganar la final de hoy ante Wawrinka –ojo que no es un número puesto–, llegará al lunes con 5.125 puntos. Si Djokovic ganase los abiertos de Alemania y de Francia, llegaría a 6.050 unidades.
A tal punto nos guiamos por lo que nos suena o nos parece, que creemos que el auténtico rival es Nadal y no el serbio. Los números dicen lo contrario. Pero todo en tren de una hipótesis de muy difícil concreción. Porque nadie discute la posibilidad de que Nadal gane los dos torneos que se vienen y no habría escándalo internacional si el ganador allí fuese Djokovic. Pero creer que, encima de eso, Federer vaya a perder en dos primeras ruedas seguidas ya es ir demasiado lejos.
En el medio de estas especulaciones, hay dos referencias más por exponer. Una, la del importante conflicto que sigue creciendo entre los mejores tenistas del mundo –incluidos los dos primeros de la clasificación– y la ATP en nombre del sudafricano Etienne de Villiers, el máximo referente de una entidad que, pese a lo que indica la sigla (Asociación de Profesionales del Tenis), cada vez cuida menos a los jugadores. En beneficio de los torneos en canchas semirrápidas –recuerden que en marzo apenas se juegan dos torneos, en los Estados Unidos y sobre cemento–, cada vez se comprime más el calendario en tierra. Más aún en un año olímpico. En Roma, Nadal se negó a reunirse con el mandamás de la ATP y la discusión, que incluye la negativa a que se elimine a Hamburgo de los Masters Series de 2009, terminará en los tribunales norteamericanos donde, se asegura, la ATP perdió 5 millones de dólares el año último por diversas demandas.
La otra apunta exclusivamente a Federer. Es claro que el suizo no está jugando tan bien como hasta 2006. Ya el año último, cuando perdió dos al hilo con Cañas, se notó casi algún rasgo de humanidad en su tenis. No apostaría a manos suyas en Roland Garros y creo que debería apuntar casi todos sus cañones en consagrarse como el máximo ganador sucesivo en la historia de Wimbledon. Pero en honor a la introducción de este mismo artículo, admito la posibilidad de que su pico de rendimiento haya pasado. Y en honor al buen gusto, digan lo que digan sus resultados o los rankings, estoy convencido de que Roger Federer es, por un campo, el mejor tenista de estos tiempos. Y uno de los cinco grandes de los que el tiempo me permitió ver.