El enemigo se representa a veces como placer y sus errores y fallas son un regalo, casi una diversión. Todo lo que éste puede hacer mal es un impulso fantástico para confirmar su camino equivocado, por lo menos en la imaginación de quien lo mira con odio.
Cada error, en realidad cada acto descripto como error, permite ser tomado para las comunicaciones entre los que se identifican iguales como temas confirmatorios. Esteban Bullrich les regala una declaración imposible sobre el nazismo en el Museo de Ana Frank, y en ese instante se imaginan que todo el macrismo representa un error y va a caer. Pero mientras se habla del poco sentido de su expresión, mientras se juntan a repudiarlo entre amigos, Maduro desarma el Poder Legislativo en Venezuela y les hace a estos mismos el mundo más difícil.
La crisis de Venezuela representa el proceso trágico de una esperanza. Con la experiencia ecuatoriana haciendo también equilibrio hacia una segunda vuelta, y sin los apoyos argentinos o brasileños, la ilusión americanista se muestra autodestructiva y frágil; y entonces la diversión con Bullrich se diluye en la realidad de la crisis de los modelos que serían los correctos. Los diarios que gustan de señalar a Venezuela como un gran error colman sus portales con detalles sobre su crisis; los que lo defienden, bajan hacia el simple nivel de su descripción, porque saben que allí está la representación de su propia derrota.
El gobierno de Macri y Peña va hacia la consolidación de su poder, y es en estos casos de corta vida de los temas de sus críticos donde encontramos las pistas para su sobrevida y dominio. El Presidente puede decir que se “cae” en la escuela pública o no saber cuánto gana un jubilado, pero viene Maduro con su disolución y logra desarmar, más que a su Congreso, a los valores que supuestamente su experiencia política representa. Estamos llegando a un tiempo repleto de críticas a declaraciones, versus críticas a experiencias políticas recientes. Unas, anecdóticas, y otras, enormes, logran pesos diferentes.
Los modelos de política pública se evalúan por los resultados de su gestión experimentados en los cuerpos de los ciudadanos. La economía es comprendida como positiva cuando logra ser experimentada en la vida cotidiana por las personas y no en las descripciones que sobre la economía puedan hacerse. En este tiempo en que se espera que algún día la economía mejore, Marcos Peña sostiene la batalla a gritos contra Axel Kicillof en el Congreso, pero es sólo para pasar el rato. Dujovne dice que hay buenos números por venir, y si eso pasa Macri podrá declarar sin sentido dentro de la fiesta de los números en la persona común. Será criticado con rigor ideológico o histórico, pero será sólo por placer intelectual.
Los años “gloriosos” del kirchnerismo eran atacados conceptualmente. Cada año había un nuevo vencimiento que había que pagar y las explicaciones de la destrucción económica eran detalladas en argumentos sostenidos e interminables. Pero casi nada les dejaba perder las elecciones, por lo menos las que definían quién gobernaba. Igual que en el modo que describe Thomas Kuhn sobre los ciclos en que se mueve la ciencia, los paradigmas definen espacios considerados válidos por un tiempo hasta que los reemplaza otro. No se trata de las cosas en sí mismas, sino de los ámbitos consideros válidos para tratar esas mismas cosas.
Este es un Gobierno de declaraciones extrañas, y muchas de ellas son tomadas como la muestra de una comunicación equivocada. Probablemente exista en ellos el registro de que el ámbito actual permite un espacio libre para expresar ignorancia sin consecuencias serias. Michetti declara que podría haber una elección menos o que todo lo que no va bien es tratado como error que puede ser corregido. En el paradigma en que se inserta el macrismo, la liviandad de las declaraciones es una insignia de identidad y no será por ahora allí donde sus enemigos puedan hacerle daño.
En Paraguay el Congreso se está llenando de fuego, pero como no es Venezuela, las declaraciones en su contra son un poco menos cómodas y claras. Los enemigos de Macri probablemente estén con ganas de pedirle que diga algo, pero con Maduro ya insostenible prefieren esperar una nueva declaración del ministro de Educación sobre los nazis, por lo menos para pasar el rato entre amigos e imaginar el fin que nunca llega.
*Sociólogo. Director de Quiddity Argentina.