Cierro el libro y me acuesto y antes de dormirme siento el rumor de esas palabras, que se combinan dando lugar a una sintaxis más compleja y un pensamiento más elaborado que el mío; después entro en el sueño, pero el sueño es mío y las palabras no; en algún momento de la noche despierto y vuelvo a leer, y ese pensamiento más inteligente y complejo se impone. No soy el único: hace un par de días el azar me acercó una conferencia que Borges dio sobre Spinoza, y Borges confesaba que, cuanto más lo leía menos lo entendía, pero que esa incomprensión le abría mundos en los que se perdía hermosamente. Lo mismo me pasa con Pasado mañana-diagramas, críticas, imposturas-, el nuevo libro de breves ensayos, semblanzas, elegías, reivindicaciones de Luis Chitarroni, publicado por la chilena Ediciones Universidad Diego Portales
Uno podría pensar que Chitarroni es un avatar o corrección de Borges, del Borges ensayista. Pero mientras Borges es en el fondo explicativo, educativo, didáctico, Chitarroni es aluvional, derivativo, asociativo, alusivo, sarcástico, omnicomprensivo y fatal. Sin embargo, ambos trabajan contra la idea de que la cultura letrada es una lengua muerta. Solo que la zona de Borges es filosófica y filológica, se complace en el examen de los pasados más antiguos salpicados por algunas nociones de la ciencia contemporánea, mientras que Chitarroni recorta a lo sumo dos o tres siglos, trazando un plan de lecturas que es un plan infinito y que alcanzaría para llenar varias vidas, si supiéramos leer.