El ex funcionario, que supo ser del riñón del kirchnerismo, hablaba del caso Macri y, en un momento y sin inmutarse, dijo: “Los Kirchner también mandan pinchar teléfonos. Pero a ellos ningún juez los investiga, ¿vio? Es como dijo Yabrán: el poder es impunidad”. En tanto, en otro lugar, la expresión de un legislador de indudable cercanía con Mauricio Macri era de preocupación mientras hablaba de que “la candidatura de Duhalde no despega; De Narváez no puede postularse; de Reutemann, como de costumbre, no se sabe nada. El único rival serio que le queda a Néstor es Mauricio y por eso es que lo quieren destruir”. Más allá de lo interesado de estas afirmaciones hay un hecho cierto e indiscutible: el jefe de Gobierno porteño sabe que le será literalmente imposible aspirar a la candidatura presidencial con un procesamiento firme sobre sus espaldas. Esta ha sido una de las razones por las que, al promover su propio juicio político, decidió jugar su suerte a todo o nada. La otra razón hay que buscarla en la necesidad de reafirmar lealtades que aparecen vidriosas dentro de ese río heterogéneo que es PRO.
Al actuar así, Macri se ha parecido mucho a Néstor Kirchner. La política tiene vueltas increíbles que parecen extraídas de una obra de ciencia ficción o del realismo mágico en las que las contradicciones están a la vuelta de la esquina. Hace unos años, durante el período en el que Aníbal Ibarra debió enfrentar el juicio político por la tragedia de Cromañón que concluyó con su destitución, Macri dijo que si él hubiera sido procesado no habría dudado un minuto en presentar su renuncia. Hace unos días, Aníbal Ibarra dijo que la situación de Macri era causal de juicio político, al que ahora se opone. No estuvo solo. Fueron otros 16 los legisladores porteños que votaron en forma afirmativa el pedido de juicio político presentado por el diputado Marcelo Parrilli. En esa lista están: Raúl Puy, Fabio Basteiro, Delia Bisutti, Adrián Camps, Laura García Tuñón, Rafael Gentili, Eduardo Epzsteyn, Julio Raffo, Jorge Selser, Juan Cabandié, María José Lubertino, Francisco Nenna, Gabriela Alegre, Rubén Campos y Martín Hourest. Muchos de ellos ahora parecen oponerse. Y para seguir con las contradicciones, tampoco quedó exenta de ella la diputada Elisa Carrió quien, tras haber afirmado hace diez días que el fallo de la Cámara por el que quedó confirmado el procesamiento de Macri era impecable, ayer expresó que la causa era un mamarracho.
Lo que está claro es que el jefe de Gobierno se anima con el juicio político porque cuenta con los votos necesarios para salir absuelto de este proceso en la Legislatura de la Ciudad. Por otra parte, las encuestas que manejan sus asesores muestran un aumento en su imagen positiva no menor. Por lo tanto Macri, quien alejado de toda preocupación pasa estas horas disfrutando de la práctica del esquí en Villa La Angostura, apuesta a reforzar la gestión de una manera similar a la que viene haciendo Cristina Fernández de Kirchner. Habrá pues, mucha reparación de calles e inauguración de obras. ¿Será suficiente?
Uno de los aspectos más impactantes de esta saga es el enfrentamiento que se ha suscitado en la familia Macri entre padre e hijo. Las elogiosas declaraciones hacia el Gobierno, hechas por Franco Macri, un hombre que pasó de ser denostado por el matrimonio presidencial –que llegó a sacarle el Correo– a empresario mimado, han generado un tsunami político por fuera y por dentro de esa familia con reminiscencias de Dinastía y El padrino. Seguramente, al intendente porteño le habrá venido a la memoria una lección de su época de hombre de negocios que Gabriela Cerruti recogió en su libro El Pibe: “Papá me había enseñado que los empresarios tenemos que ser oficialistas”. En el medio de toda esta controversia, hubo un dato llamativo que pasó inadvertido: Franco Macri cobrará una comisión del 4% por su intermediación en varios de los negocios cerrados durante la visita de la Presidenta a China. A esta altura, vale la pena hacer una reflexión sobre el real significado de un juicio político. Allí, lo que se juzga es el mal desempeño de sus tareas y las responsabilidades políticas del funcionario público. En el caso de Aníbal Ibarra, la Justicia lo absolvió de culpa y cargo por la tragedia de Cromañón. Sin embargo, la Legislatura lo encontró políticamente responsable de esa tragedia y votó su destitución. En el caso que concierne a Mauricio Macri, hay una cosa clara: la responsabilidad política por el nombramiento y el sostenimiento contra viento y marea del comisario Jorge “Fino” Palacio es de su absoluta incumbencia.
El matrimonio presidencial se solaza con todas estas desventuras de Macri y sigue su avance con su metodología implacable de la caja y el apriete. Uno de los últimos episodios de esta saga lo tuvo a maltraer al gobernador de Chubut, Mario Das Neves. Durante los días previos a la votación en el Senado, por la que se aprobó la ley de matrimonio entre personas del mismo sexo, Das Neves recibió llamados de emisarios de los Kirchner pidiéndole que presionara a la senadora de su provincia, Graciela Di Perna, para que votara afirmativamente el proyecto que venía con media sanción de la Cámara de Diputados. El gobernador contestó que nada podía hacer sobre eso. La senadora votó en contra. El día de la sesión en el Senado, el gobernador tenía agendada una reunión en la Comisión Nacional de Valores (CNV) a la que había prometido su asistencia el secretario de Finanzas de la nación, Hernán Lorenzino. El objetivo era lograr la firma del presidente de la CNV para avalar la colocación de un bono por 140 millones de dólares, destinado a obtener financiamiento para la finalización de obras públicas de infraestructura imprescindibles para la provincia. El presidente de la CNV es Alejandro Vanoli, hombre que reporta directamente a Guillermo Moreno. Vanoli recibió al gobernador y le explicó que, si bien la operación estaba en condiciones de ser aprobada, a esa hora del día no había recibido aún ninguna orden superior para proceder a firmarla. Das Neves permaneció siete horas en la sede de la CNV a la espera de una respuesta que nunca llegó. Testigos de la escena señalan que, ante la furia del gobernador, el presidente de la CNV se retiró por una puerta accesoria. El mandatario provincial recién se fue cuando recibió la palabra del vicepresidente de la Comisión asegurándole que la operación había sido aprobada y que se firmaría al día siguiente. Sin embargo, al concurrir como habían acordado a la sede de la CNV para proceder a esa firma, Das Neves se encontró con que el acceso al edificio estaba vallado. Indignado, y seguro de tener los teléfonos pinchados, se comunicó con referentes del kirchnerismo de su provincia amenazando con tomar represalias que afectarían a la provincia de Santa Cruz. Fue ahí cuando, a la manera de un milagro, se allanaron todos los obstáculos y el tema se solucionó. Así son las cosas en el universo K.
Producción periodística: Guido Baistrocchi