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el ECONOMISTA DE LA SEMANA

El pragmatismo triunfó sobre la ideología

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Los holdouts tienen los tres fallos a favor en todas las instancias de la Justicia de EE.UU. No hay más instancias legales. De hecho, la medida cautelar que protegía de embargo a los pagos argentinos en Nueva York ya fue levantada. El estricto acatamiento del juicio exigiría pagar la totalidad de la deuda en efectivo el 30 de junio próximo (US$ 1.350 millones).

Argentina tiene sólo dos opciones. Acatar y pagar o no acatar y no pagar. El gobierno argentino se encuentra ante una decisión trascendental que traerá consecuencias en el corto, mediano y largo plazo.
La opción de acatar y pagar en efectivo resulta macroeconómicamente complicada, porque nuestro país no estaría en condiciones financieras de hacerlo. En este sentido, acatar dicho pago (en efectivo) resulta muy complicado con un nivel de reservas de “sólo” US$ 29 mil millones. Si los US$ 1.350 millones de NML dieran pie a reclamos por US$ 15 mil millones (según los abogados argentinos) se consumirían más de la mitad de las reservas del BCRA, lo que podría provocar una corrida cambiaria, una devaluación y una suba del dólar paralelo que desatarían consecuencias macroeconómicas negativas.

Sin embargo, no se puede dejar de mencionar que las malas políticas (fiscales y monetarias) macroeconómicas y la política oficial de desendeudamiento, que dejaron al BCRA con muy pocas reservas, son los responsables de este gran problema. En este sentido, hay que recordar que el BCRA compró más de US$ 95 mil millones de reservas durante los últimos años. Es decir, si Argentina hubiera aplicado políticas fiscales y monetarias prudentes, como en nuestros países vecinos, en la actualidad el BCRA tendría US$ 100 mil millones de reservas y la sentencia a favor de NML no sería un gran problema, ni tendría potenciales implicancias negativas en términos macroeconómicos.

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Acertadamente, el Gobierno dejó de lado la ideología. La ideología le aconsejaba no acatar y no pagar. La ideología lo llevaba al canje de jurisdicción y de marco legal. Además, no se lo  podía llevar a la práctica. Primero, porque no hay tiempo físico. Segundo, porque no se puede lograr el 85% (de los bonistas) de aprobación necesaria para cambiar la jurisdicción y el marco legal. Dentro de los bonistas hay inversores institucionales de EE.UU. que no pueden desacatar a su Justicia, ni tampoco invertir en activos que no tengan jurisdicción de pago y ley Nueva York. Además, la tasa de interés que pagan los bonos argentinos del canje (2005 y 2010) tiene implícito el marco legal de Nueva York, que es menos riesgoso que el argentino. Con ley argentina, la tasa de interés debería ser muy superior.

Con el default todos los logros de los canjes 2005 y 2010 caerían en “saco roto”. Sucede lo mismo con el Ciadi y el Club de París. Esta medida reafirmaría la calificación negativa de Argentina en “su Veraz”; alejándola por completo del acceso al financiamiento voluntario internacional. La deuda volvería a incrementarse al ritmo de los intereses por incumplimiento y punitorios. En este escenario, si la próxima administración quisiera reinsertar a la Argentina en el mundo, debería hacerse cargo de esta pesada herencia bajo condiciones menos favorables para su reestructuración y regularización. Además, las consecuencias macroeconómicas del default, más a mediano y largo que en el corto plazo, serían muy negativas. Habría más fragilidad financiera, cambiaria y económica. Muy probablemente también habría más inflación; y la economía real terminaría sintiendo el impacto con menor nivel de actividad, destrucción de empleo y aumento de desempleo.

Pero el pragmatismo le ganó a la ideología y la presidenta CFK dio un discurso de estadista en el Día de la Bandera. La presidenta CFK mostró una total comprensión de la magnitud del problema y envió las mejores señales en pos de encontrar una solución efectiva y final a todo el problema del endeudamiento argentino, de manera que la próxima administración encuentre el horizonte financiero despejado.

La presidenta CFK aclaró que había dado instrucciones para que los abogados de Argentina le pidieran al juez Griesa que generara condiciones para negociar”. Nuestra presidenta fue clara y contundente, dejando bien claro que Argentina quiere cumplir con el 100% de los acreedores. En pocas palabras, la Presidenta mostró las mejores intenciones de seguir el camino más adecuado: el camino de la negociación.

La negociación es factible ya que la Justicia de EE.UU. había dejado la puerta abierta para que Argentina y los fondos buitre pudieran sentarse a negociar. El punto es que el Fondo NML ha ganado el pleito y la Justicia afirma que tiene que cobrar US$ 1.350 millones en efectivo el 30 de junio próximo. En otras palabras, Argentina debería negociar poder pagar con bonos cuyo valor presente fuese cuanto menos US$ 1.350 millones para que NML pudiese venderlos rápidamente en el mercado secundario y
obtener cash, al menos, los US$ 1.350 millones.
Es decir, Argentina debería intentar negociar y pagarle a NML con la misma ingeniería financiera que le pagó a Repsol, a quien le entregó US$ 6 mil  millones en bonos para cancelar una deuda de US$ 5 mil millones. En otras palabras, si el Gobierno pudiese acordar pagarle a NML con bonos soberanos y no en efectivo como exige (hasta ahora) la Justicia norteamericana, nuestro país debería emitir bonos por una deuda nominal mayor al pago en efectivo sancionado por Griesa.

Aplicar la estrategia que se utilizó con Repsol sería un muy buen “negocio” tanto para Argentina como para NML. Utilizando una tasa de descuento del 20% (cotización actual de los bonos argentinos), Argentina debería entregarle a NML bonos por US$ 1.688 millones para saldar la deuda de US$1.350 millones. Una vez llegado al acuerdo, los precios de los bonos subirían y NML los podría vender obteniendo más US$ 1.350 millones; es decir accedería a una ganancia de capital. A modo de ejercicio, si surgieran reclamos por US$ 15 mil millones como dicen nuestros abogados, aplicando la misma tasa de descuento y la misma estrategia de resolución, Argentina debería entregar bonos por valor nominal de US$ 18.750 millones.

Sintetizando, Argentina estaría solucionando en forma definitiva sus problemas de deuda entregando bonos por un valor nominal de US$ 20.500 millones, tan sólo el 10% de su deuda pública total que se proyecta que ascendería a US$ 203 mil millones (sin holdouts) para fines de 2014.

Una vez cerrada la negociación, Argentina podría salir en forma completa del Veraz, abriendo la posibilidad de retornar a los mercados voluntarios de financiamiento y así recibir el flujo de ahorro en dólares provenientes del mundo. El riesgo país y el costo de financiamiento también podrían bajar, lo cual en realidad implicaría que la cantidad de bonos a entregar en el futuro cuando se presentaran las sentencias del resto de los holdouts en realidad sería menor a los US$ 18.750 millones del ejercicio presentado más arriba.

Con el acuerdo con los fondos buitre y la vuelta a los mercados voluntarios de deuda, existiría la probabilidad que a Argentina ingresaran alrededor de US$ 19 mil millones de dólares de aquí hasta fines de 2015, permitiéndole al Gobierno entregar el poder en forma ordenada aun con sus actuales políticas fiscales y monetarias desmedidamente expansivas, lo cual no es positivo ya que implica seguir alimentando el origen de todos los problemas macroeconómicos que enfrenta Argentina en la actualidad. Claro está, la próxima administración recibiría una herencia muy pesada y debería aplicar fuertes correcciones en las políticas macroeconómicas desde el primer día de su mandato. Del lado positivo, la próxima administración recibiría la deuda totalmente normalizada y podría dedicarse a atraer financiamiento para IED productiva; piedra fundamental para mejorar la productividad, generar puestos de trabajo e intentar apuntalar un sendero de crecimiento sostenido en el largo plazo.

Sin lugar a duda, la normalización completa de la deuda sería, tal vez, el legado más importante que la actual administración le dejaría a su sucesor. Podría haber sido mucho más sustancioso el legado. Hace 48 horas este legado parecía lejano. Brindemos por el cambio. Es una muy buena noticia.