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El problema es la ilegalidad

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Mucho se ha hablado sobre el aumento del narcotráfico en Argentina, especialmente en la provincia de Santa Fe, y sobre sus consecuencias, como el aumento de la violencia. Actualmente Argentina tiene el consumo de cocaína más alto de América Latina. No es que en otros países se consuma poco, sino que el consumo en Argentina es muy alto, aunque la comercialización y el consumo están castigados penalmente.

Muchos discuten sobre cómo el Estado debe combatir esta práctica ilegal, y pocos se preguntan si la causa de sus males no es precisamente su ilegalidad.

El problema no es propio de este país. La política prohibicionista de drogas suele fracasar a nivel mundial, y un buen ejemplo son los Estados Unidos. El gobierno norteamericano gasta 40 mil millones de dólares en la “guerra contra las drogas”, y los estudios muestran que el consumo aumentó.

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Durante la década del 20, cuando en los Estados Unidos regía la “ley seca”, que prohibía la fabricación y la venta de alcohol, el consumo no disminuyó, y hubo efectos negativos adicionales.

La prohibición promovió la actividad mafiosa y el crimen organizado. Esto sucede porque, cuando una actividad es prohibida, se involucran en el negocio los expertos en violar la ley: las mafias, que ostentan monopolios sobre los productos prohibidos.

Como era ilegal, los que se dedicaban a ese negocio no eran empresarios que se manejaban pacíficamente y competían, y no podían acudir a los tribunales para solucionar sus conflictos. La situación en Argentina es similar.

La “ley seca” dañó a los consumidores. Al ser poco accesible el alcohol para consumo, se adulteraba el alcohol previamente destinado a usos industriales para transformarlo en bebida, o se convertían en licor medicamentos con etanol, lo que generó casos de intoxicación y envenenamiento. En Argentina, el crimen organizado que genera la prohibición se enquista en las villas, donde las mafias consiguen mano de obra barata para la venta de sus productos, y además consiguen compradores de drogas baratas y ultradañinas, como el paco.

Una de las causas de que exista el paco (o el crack en Estados Unidos) es la misma prohibición, ya que son productos “sub-óptimos” para el mercado, disponibles por el alto precio que generan sus distorsiones.

Cuanto más agresiva sea la represión al narcotráfico, más concentrado estará su poder económico, y por ende mayor será su capacidad agresiva. Quizá el problema de las guerrillas en Colombia, con los asesinatos y los secuestros, habría terminado hace rato de no ser por la prohibición, que les dio altos ingresos provenientes del narcotráfico.

Sobran razones, entonces, para destinar más recursos a programas de rehabilitación de adictos y de prevención, y menos a una guerra con efectos nefastos.
 

*Profesor de la Escuela de Derecho de la Universidad Torcuato Di Tella.