El presupuesto 2008 de Estados Unidos, que comienza a regir a partir del 1º de octubre del año próximo, asciende a 2,9 trillones de dólares.
El eje del presupuesto norteamericano son los gastos de Defensa, que llegan a 481.400 millones de dólares, lo que representa un incremento del 62% con respecto a 2001, el año previo, en términos presupuestarios, a los ataques terroristas concertados sufridos en Washington y Nueva York, en los que murieron más de tres mil estadounidenses. Adicionalmente a los gastos básicos de Defensa, el presupuesto 2008 requiere 93.400 millones de dólares para 2007 y 141,7 millones de dólares en 2008 con el objeto de enfrentar las guerras de Irak y Afganistán.
Lo que Estados Unidos gasta en Defensa es ya una cifra superior al gasto sumado que realizan los 23 países que lo siguen en orden de importancia en igual materia; y en términos de los gastos globales de Defensa, el gasto norteamericano es superior al 45% del total. Sólo las cifras suplementarias al presupuesto básico de Defensa que dedica Estados Unidos a la “guerra contra el terror” desde el 11 de septiembre de 2001 superan los 661.000 millones de dólares. Si a la Defensa se le suma lo que Estados Unidos gasta en seguridad interior (Homeland Security), que es más de 200.000 millones de dólares, el gasto total en Seguridad y Defensa estadounidense es ya superior, él solo, a lo que gasta el resto del mundo, sumado, en estas materias.
El gasto nominal de Defensa norteamericano 2008 (481.400 millones de dólares) es ya mayor que el de Vietnam, pero, aun así, es 4% del PBI. En 1968, en cambio, apogeo de la Guerra de Vietnam, ascendió a 9,5% del Producto Bruto Interno; y en la Segunda Guerra Mundial (1944/1945) trepó al 14% del PBI.
El gasto de Defensa norteamericano, de lejos el mayor del mundo, es así relativamente reducido en relación con PBI. La economía norteamericana fue el año pasado a 11,4 trillones de dólares, lo que representa el 32% del PBI mundial. Estados Unidos es un tercio de la economía mundial y tiene el 6% de la población del mundo.
La economía estadounidense creció 3,4% en 2006, tras un cuarto trimestre en que se expandió 3,5% anual. Eso ocurrió en el año en que el precio del crudo logró niveles récord (71 dólares el barril), y en que la inversión en construcción residencial, cabeza del boom económico de los tres años previos, cayó 12%. Este crecimiento está por encima del promedio histórico de los últimos veinte años, y tuvo lugar en el quinto año de expansión, que es cuando, según la historia de los otros once ciclos expansivos posteriores a la Segunda Guerra Mundial, el auge tiende a debilitarse y comienza una fase de contracción.
La desocupación cayó en el cuarto trimestre de 2006 al 4,5% de la población económicamente activa, por debajo del promedio de los veinte años previos, con dos millones de nuevos puestos de trabajo creados hasta noviembre, y mientras los salarios reales aumentaban 1,7%, descontada la inflación.
También se produjo en 2006 un salto de las exportaciones, que crecieron 13% (la mitad de las chinas, que se expandieron 27% en igual período); las importaciones aumentaran sólo 5%, lo que redujo el déficit comercial en 5.800 millones de dólares. Si las exportaciones aumentaron 13% en 2006, las ventas en el exterior de las transnacionales norteamericanas fueran ocho veces superiores al total de lo exportado desde el territorio estadounidense.
El crecimiento de la economía arrastra el aumento de los ingresos fiscales, que crecieron 11,8% en el año fiscal (FY) 2006 y 14,5% en el (FY) 2005. Así, a partir de 2003, los ingresos fiscales han crecido 35%. Por eso, el déficit fiscal disminuye aceleradamente, y hoy es 2% del PBI, que es su promedio histórico.
El sustento del crecimiento norteamericano es el aumento estructural de la productividad; ésta creció 3% anual desde 2001 y superó el promedio de 2,7% anual entre 1996 y 2000, la etapa del boom económico del gobierno del presidente Bill Clinton. Fue el periodo de ocho años en que la economía estadounidense creció a la tasa más alta, durante la etapa más prolongada, desde que se llevan estadísticas, esto es, 1854.
La novedad histórico-estructural a partir de 2001 es que la productividad de los servicios creció a una tasa superior a la industria. Los servicios son el 77% del producto norteamericano, y de este sector son también el 84% de los puestos de trabajo.
El salto de productividad estadounidense es el sustento y la frontera de la globalización. Por eso, las transnacionales son el sector decisivo de la expansión de la productividad norteamericana. El sector transnacional representó casi el 100% del aumento de la productividad del trabajo en los últimos diez años. El sector duplica la productividad del resto, y su participación en el incremento de la productividad es más del doble que su contribución al producto.
Las dificultades de los Estados Unidos están en el terreno político, estratégico y militar, no en lo económico.