Efecto Trump: en apenas un mes desde su elección, la tasa de interés a diez años ya es casi 1% más cara en Estados Unidos (de 1,79% a comienzos de noviembre a 2,60%) y 2% más cara para países como el nuestro. Los más pesimistas pronostican que, al final de la presidencia de Trump, la tasa de interés podría terminar hasta en 5% para los Estados Unidos y más del doble para la Argentina. Algo comparable con las tasas de fines de los 90, que nos llevaron al default. Los más optimistas creen que no podrá ser así porque, para la mayoría de los países cuya deuda equivale a una vez su producto bruto anual, tasas de interés con un porcentual de dos dígitos del producto bruto todos los años serían impagables.
Que aumente la tasa de interés para Macri sería como que baje el precio de la soja para Kirchner, obliga a correcciones
Recalculando. Pero aun con una hipótesis intermedia de tasa de interés, habría un brusco cambio de escenario para Macri, quien pensaba usar el endeudamiento como la muleta que compensara el costo del cambio de modelo económico, reduciendo en la población los efectos del ajuste. Muy simplificadamente, lo que agregó a los ingresos nacionales el aumento del precio de la soja y las demás materias primas en la era Kirchner lo iría a agregar el endeudamiento barato en la era Macri, más aún cuando tampoco puede esperarse un aumento del precio de las materias primas, porque un dólar cada vez más fuerte hace que el precio de las materias primas en dólares tienda a la baja. En este contexto, es probable que el modelo económico de Macri deba hibridarse reflotando más estímulos al consumo interno, típicos de la era K.
Pero tampoco todo en la “década perdida” fue un desatino ni mucho menos fue un invento kirchnerista. El martes pasado, para la presentación del libro La fractura, editado en conjunto por el Fondo de Cultura Económica y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), viajó desde Washington el responsable de su área social, Héctor Salazar, para exponer que entre 2003 y 2013 la desigualdad en Argentina se redujo 16% en el coeficiente de Gini (de 49,6 a 41,6), pero no sólo mejoró en Argentina sino en toda Latinoamérica, donde también se redujo la desigualdad 10% (de 54,1 a 49,1), esencialmente debido a tres factores comunes.
Entre 2003 y 2013 el producto bruto per cápita creció en Latinoamérica un 5% por año gracias al aumento del precio de las materias primas, mientras que en las dos décadas anteriores sólo creció el 2,7% y el 3,2% respectivamente. Ese mayor ingreso generó que todos los países de la región tuvieran subsidios equivalentes a la Asignación Universal por Hijo de la Argentina: en Bolivia el Bono Juancito Pinto, en Brasil la Bolsa Familia, en Chile el Chile Solidario, en Colombia Familias en Acción, en Ecuador el Bono de Desarrollo Humano, en Guatemala Mi Familia Progresa, en Honduras el Programa de Asignación Familiar, en México Oportunidades, en Perú Juntos, y en Uruguay Asignaciones Familiares. Como se ve, nuestra Asignación Universal por Hijo no fue un invento del kirchnerismo.
Tampoco fue un invento del kirchnerismo, ni de Boudou al frente de la Anses, la universalización de las jubilaciones a quienes no habían hecho aportes. Al tiempo que se instrumentó en Argentina el Programa de Pensiones No Contributivas, en Bolivia fue Renta Universal de Vejez, en Brasil Beneficio de Prestaçao Continuada, en Chile Pensión Básica Solidaria de Vejez, en Colombia Programa de Protección Social al Adulto Mayor, en Ecuador Bono de Desarrollo Humano 65 y Más, en Guatemala Programa de Aporte Económico al Adulto Mayor, en México Programa 70 y Más, en Perú Programa Nacional de Asistencia Solidaria, en Venezuela Gran Misión Amor Mayor, y en Uruguay Pensión No Contributiva Por Vejez. (ver la presentación completa del BID en http://e.perfil.com/la-fractura).
Entre 2003 y 2013, la clase media en toda Latinoamérica duplicó su tamaño: de 99 a 186 millones de personas, haciendo que los pobres bajaran del 43% del total de la población al 30% y la clase media subiera del 20% al 32%. Aunque a pesar de esa mejora Latinoamérica sigue siendo la de mayor desigualdad del mundo, el coeficiente de Gini de Latinoamérica es 48 contra 44 de Africa Subsahariana, 37 de Asia Oriental, 35 de Oriente Medio, 33 de Asia del Sur y 31 de Europa (cero sería todos los habitantes con igual ingreso).
El costo de los programas sociales para los niños y los mayores juntos cuesta en promedio 1% del producto bruto. Eso da una idea de lo que puede significar un aumento de magnitud del costo de los intereses.
La presentación del BID registra que, ya en 2014 y 2015, la reducción de la desigualdad comienza a empeorar porque el producto bruto pasó de crecer en promedio al 5% la década 2003-2013 a sólo 0,1% en el promedio de los últimos tres años: 2014, 2015 y 2016. Se prevé para los siguientes cinco años, de 2017 a 2021, una recuperación del crecimiento en Latinoamérica pero de 2,3% en promedio: la mitad que en la década 2003-2013.
La Asignación Universal por Hijo, sumada a las jubilaciones de quienes no hicieron aportes, es igual a 3% más de intereses
De la misma forma que el crecimiento de 2003 a 2013 no fue un mérito del kirchnerismo sino que se dio en toda Latinoamérica, tampoco el estancamiento y la caída de sus últimos dos años y este primero de Macri es responsabilidad exclusiva de ellos porque el promedio de crecimiento del producto bruto de toda Latinoamérica fue cero en 2015 y -1% en 2016. La Organización Internacional del Trabajo consideró 2016 como el peor año de la década en crecimiento del empleo en Latinoamérica, donde se agregaron 5 millones de desempleados sólo este año.
Para llegar a ser presidente hay que tener suerte, pero para ser ex presidente sin sufrimientos hace falta todavía más suerte: que mientras se gobierne se alineen decenas de variables que nadie controla. Todavía Macri puede tener esa suerte y que el viento vuelva a ser de cola.