No llegaron en camiones contratados por nadie, ni les recibieron punteros que tomaban lista para garantizar pequeños privilegios. Nadie les entregaba carteles ni banderas. No sabían quiénes eran los fiscales convocantes, ni les interesaba averiguarlo. No fueron a respaldar ni a atacar a ningún político, ni coreaban consignas. Pertenecían a distintas clases sociales, tenían puntos de vista distintos acerca de la vida, la economía y la política. No estaban organizados, no se puede saber cuántos eran porque entraban y salían de la concentración como si solo quisieran decir “presente”.
No estaban manipulados por nadie, actuaron espontáneamente, llegaron y se fueron como pudieron, es poco probable que 300 mil personas se hayan reunido con un oligarca para urdir un complot y después fingir que no se conocían. Algunos quisieron encontrar un sentido un sentido a la movilización a partir de sus fantasías. Dijeron que era un movimiento subversivo, que pretendía desestabilizar al gobierno. La verdad es que no gritaron nada, ni insultaron a nadie. Había abuelos, madres con sus hijos, bebés en coches cuna. No parecían yihadistas, ni militares cara pintadas. Normalmente dan golpes los que tienen fuerza, no ciudadanos con ilusiones.
Otros fantasearon con que la marcha exigía la “unidad de la oposición”. Si se la hubiese convocado con ese fin, ¿cuántos habrían concurrido? Para los movilizados ¿quiénes son la “oposición”? ¿Incluye a cualquier persona enojada con la Presidente? Algunos desinformados habrían creído quienes gobernaron con los Kirchner son gobiernistas y que quienes se les opusieron son opositores. Los más sofisticados quieren un frente amplio, incluyen a todos los enojados con Cristina. Habría sido interesante ver la reacción de la gente si se anunciaba la unidad de la oposición, que la fórmula presidencial era Massa, Cobos y vos, que el anterior gobernador de la provincia de Buenos Aires, el anterior Jefe de Gabinete, y muchos ex funcionarios volverían a sus cargos para dirigir la transformación. Probablemente se habrían enojado. No parecían añorar la anterior etapa del gobierno.
Otros dijeron que la marcha pedía que los candidatos firmen una plataforma de gobierno, que suscriban un pacto como los de la Moncloa, o los que siguieron a la Guerra Mundial, documentos que se firmaron en momentos excepcionales, cuando terminaban guerras o dictaduras. En los países democráticos los candidatos no firman plataformas únicas, los votantes deben tener la posibilidad de escoger entre distintas opciones. Para colmo, algunos de los que promueven la unidad de las propuestas quieren, en nombre del 18F quieren que los candidatos enfrentados al kirchnerismo suscriban un programa económico neo liberal porque creen que, “la única forma de enfrentar al populismo es un acuerdo de hierro, entre partidos rígidos, que digan no a la demagogia¨ , que ofrezcan sudor, lágrimas y sangre. Idea absurda que aseguraría el triunfo del gobiernismo.
Cuando se iniciaba la movilización se desató un diluvio. Parecía que muchos se irían de inmediato, pero no fue así. Empapados, se quedaron en silencio, ancianos, matrimonios que tenían niños en coches cubiertos de plástico, trabajadores, estudiantes. Algunos habían llevado paraguas que se unieron unos a otros, formando una enorme carpa solidaria. El ánimo de la gente era contagioso. Emocionaba compartir un acto sin manifestantes acarreados, con personas que habían llegado movidos por la ilusión de un cambio. No tenían un programa de gobierno, no querían que se persiga a nadie, ni que se amargue a los pobres. Estaban cansados de las imposturas de muchos políticos que gobernaron en los últimos años, con alianzas inexplicables, transitando de partido en partido, pensando solo en sus intereses personales. Esa gente solo tenían dos palabras que expresaban sus sentimientos: “ya basta”.
*Profesor de la George Washington University.