Algo de tensión, un cierto suspenso, muchas expectativas, una mezcla de jornada cívica y de jalón histórico; ése es el clima que se vive en el departamento de Santa Cruz, bajo un sol de un otoño templado, en las capillas resonando los acordes de los coros y los conjuntos instrumentales del Festival de Música Barroca Guaranítica de los siglos XVII y XVIII, en las calles la vitalidad de siempre.
Nadie duda de la victoria del “Sí” en el referéndum sobre el estatuto autonómico para este departamento, al que seguirán otros tres. La única duda concierne al porcentaje de votos que conseguirá ese “Sí”.
La campaña electoral por el “No”, liderada por el gobierno nacional y su partido, el MAS, osciló entre convocar a votar negativo o a no votar. Los últimos días intensificó el aliento al voto, basado en el mensaje “Santa Cruz sí, referéndum no”. Su planteo de que la autonomía compromete la unidad del país tiene poco eco, pero planteando el apoyo Evo Morales encuentra alguna adhesión.
La campaña electoral del “Sí”, liderada por el Comité Cívico Santa Cruz y avalada por el prefecto (gobernador) y los alcaldes de la mayor parte de las ciudades, convoca a defender la identidad cruceña y la aspiración a un régimen de gobierno federal. Cruceños son los “cambas”, población de origen criollo, descendientes de europeos o de indios guaraníticos o mezcla de ambos; pero crecientemente el término incluye también a los collas afincados, los migrantes internos provenientes de las regiones andinas del Occidente, en su mayoría de sangre quechua o aymara.
El fenómeno de la migración interna está marcando fuertemente a la sociedad boliviana. Se estima que el 25 por ciento de los algo más de dos millones de habitantes de Santa Cruz son migrantes internos. Ese flujo es un aspecto de un proceso mucho más vasto que ha llevado hacia afuera de Bolivia (Argentina, Brasil, España, Estados Unidos) a más de dos millones de personas, en su mayoría víctimas de la pobreza rural del Occidente y de la declinación de las minas de estaño. En este país que hoy cuenta con unos nueve millones de habitantes, un tercio no vive donde nació y otro tercio ya no vive en su territorio; buscan un mejor futuro en las zonas ricas de su propio país o afuera de él.
Lo novedoso de la situación es que la necesidad política está erosionando los prejuicios raciales, que han sido muy fuertes en la sociedad cruceña (la otra cara del rechazo al centralismo de La Paz). Santa Cruz se está convirtiendo en una sociedad abierta, con alta movilidad social, moderna, productiva y rica. La autonomía podría consolidar ese proceso. Tal vez podría servir también para proyectar sobre toda Bolivia un rasgo definitorio de la sociedad cruceña: su capacidad de desarrollarse con escasa intervención de la política, su bajísima proporción de empleados públicos, su vigor comunitario que surge de las bases mismas de la sociedad y de su economía, no de su Estado. En el “Sí” o el “No” a la autonomía se ponen en juego dos modelos de orden social. Uno todavía joven y vigoroso. Otro obsoleto y disfuncional. Contra éste votan quienes quieren independizarse de él; también votan con el pie los millones de seres humanos que viven en él y que, sin hablar de política y sin cuestionar demasiado a sus dirigentes, empacan lo que tienen y se van a otro lado.
“Sociólogo, desde Santa Cruz de la Sierra.