Los superhéroes no pelean contra el Mal, como pretenden, sino solamente contra los malos. La diferencia es sustancial. Los superhéroes precisan vencer a los malos, como en efecto lo hacen, pero también precisan que el Mal persista, que perdure, que reaparezca; porque sin eso no habría próxima vez, capítulo siguiente en la serie, secuela en el cine. El malo pierde y el Mal regresa.
¿Por quién lo digo? Por Sergio Berni, desde luego. Que se inscribe por completo en esa clase de imaginario y se ve a sí mismo como un nuevo superhéroe. Se enfrenta con dos villanos (la pelea de los superhéroes siempre tiene algo de personal): Rafa Di Zeo y Mauro Martín. Les gana: no les permite ir a la cancha (se ocupa personalmente de que no vayan). Pero ha dejado intacto el Mal: los negocios suculentos y las turbias maquinaciones de poder que han hecho que las barras bravas existan.
Lo único que consigue, por lo tanto, es abrir una feroz disputa interna: otros líderes y otros grupos aparecen, tal vez quieren dar un golpe de efecto. Berni se queda aturdido por lo que pasó, pues en el mundo de los superhéroes los malos aparecen de a uno por vez, uno por capítulo. Pero éste no es un mundo de superhéroes. Cuando lo entienda, si es que lo entiende, Berni tendrá que calar más hondo. Descubrir que el problema de las barras existe también en los clubes cuya dirigencia no tiene afinidad con el PRO. Y que en cualquier caso no se trata, como él supone, de hacer caer a los jefes para que caiga la pandilla entera.